“Alimento a doscientas familias, soy su agricultor de cabecera”
Tengo 42 años. Soy canadiense, vivo en Saint-Armand (Quebec), en mi microgranja. Soy agricultor de cabecera. Estoy casado con Maude-Helene, y tenemos dos hijos, Fôret (17) y Rosa (12). ¿Política? Libertario. ¿ Creencias? Creo en la fuerza de la vida. En mi ocio, pesco en el lago
‘El jardinero horticultor’
Jean-Martin Fortier está sembrando, con el ejemplo, una revolución agrícola y alimentaria, desde Canadá para el mundo entero. Promueve su modelo en cursillos por internet (www.lagrelinette.com) y mediante su libro, El jardinero horticultor (Atalanta), completísimo manual que contiene todas las claves para cultivar con éxito una pequeña huerta bio-intensiva. Y todo ello sin dejar de cultivar la hectárea de su microgranja, para alimentar a doscientas familias desde hace diez años. Fortier forma a dos mil estudiantes, quiere que germinen, y en todos detecta triple motivación: anhelo de autonomía personal, de servicio a la comunidad y de contacto con la naturaleza. Anhelos que suenan a salud psicosomática y a humanidad.
Que ha hecho hoy?
A las siete, desayunar con mi familia. A las ocho, salir a trabajar.
¿Lejos?
¡A la puerta de mi casa! La rodea mi huerto: salgo, y ya piso mi lugar de trabajo.
Que consiste en...
Cultivar hortalizas: remuevo la tierra, labro, siembro, quito malas hierbas, abono con mi compost, riego, podo, cosecho... Y vendo mis hortalizas a mis clientes.
¿Quiénes son sus clientes?
Doscientas familias. Como antes el médico de familia, yo soy su agricultor de cabecera.
¿Viven cerca, esas familias?
La mitad, a menos de 30 kilómetros: un día a la semana vendo en el mercado de LacBrome, y en una tienda de comestibles.
¿Y la otra mitad de familias?
En Montreal, a sesenta kilómetros: llevo allí sus cestas, un día por semana, a un punto.
¿Qué contienen esas cestas?
Lo que vaya dando el huerto, de marzo a noviembre, zanahorias, cebollas, ajos, tomates, pepinos, calabacín, pimientos, patatas, guisantes, col, coliflor, habas, nabos, espinacas, acelgas, lechuga, judía, remolacha...
¿Todo eso sale de su huerta?
Sí, y una hectárea basta: diez mil metros de agricultura biointensiva ¡rinden muchísimo! Yo soy jardinero horticultor.
¿Qué le diferencia del agricultor convencional?
La escala humana, artesanal: cultivo a mano, sin tractor. Cuido la huerta como un jardín.
¿Y eso le da para vivir?
Ingreso 200.000 dólares anuales: la mitad se va en gastos y en pagar a dos empleados durante siete meses. Con la otra mitad me da para vivir holgadamente con mi familia.
Pues le habrán salido imitadores...
Eso busco: soberanía alimentaria en cada comunidad, con microgranjas como la mía.
¿Cómo se le ocurrió hacer esto?
Quise no tener jefes, ganar el sustento para mi familia y vivir en la naturaleza.
Verde y en surco: ¡huerta!
Estudié métodos con otros microgranjeros: aperos más eficientes para producir mejor.
¿Cuál es su apero favorito?
La horca de doble mango, llamada grelinette : con ella remueves la superficie de la tierra sin invertir sus capas, mantienes el suelo oxigenado, ¡y trabajas con la espalda recta!
No la conocía.
Es tan ergonómica y eficiente que es fundamental, y por eso bautizo así mi microgranga: Les Jardins de la Grelinette.
¿Podría producir más, crecer?
¿Para qué? Es innecesario, no quiero. Ya vivo bien así. Y durante los tres meses de invierno, planifico, reparo, descanso... o viajamos o me voy de pesca al lago.
¿Qué dice la gente del contorno?
Los hubo escépticos, y hoy me piden consejos para sus cultivos, o son clientes míos. Me pagan por adelantado.
¿Perdón?
Usamos el sistema ACS: Agricultura Sostenida por la Comunidad. El cliente me adelanta en noviembre el coste anual de sus cestas del año siguiente: las hay unipersonales, y familiares, más o menos grandes.
Eso le permite invertir con seguridad.
“Antes de comer, bendecimos y agradecemos tus hortalizas”, dicen. ¡Me da sentido!
¿Es feliz?
Llego al mercado ¡y soy una rock star ! La felicidad es hacer lo que te gusta y ver que aportas algo a otros. A mí me enorgullece alimentar a doscientas familias.
No es mal modo de mejorar el mundo.
Vengo del activismo antimundialista, y el jardín hortícola es la alternativa a la agroindustria globalizada, deshumanizada, lesiva.
¿Con qué energía sostiene su microgranja?
Disponemos en Canadá de sobrada energía hidroeléctrica. Solo uso gasolina para el motor del coche y el motocultor.
¿Cómo combate las plagas?
El suelo está muy vivo y oxigenado, con sus lombrices horadándolo, y hay menos plagas de insectos. No uso pesticidas sintéticos, sí algún biopesticida: no por exterminar plagas, sino por controlarlas. Y abono con compost. Y no uso herbicidas, sino binadoras eléctricas, o también acolcho los suelos.
¿Tiene alguna hortaliza favorita?
El mesclum , variedad de hoja que me encanta comer en ensalada, y que aquí se nos da muy bien.
Aconseje a un joven que quiera ser jardinero horticultor.
Leed mi libro, y trabajad en alguna microgranja... mientras planificáis la vuestra.
Los agricultores españoles tiene muy bajos ingresos, se han manifestado...
Que se conecten a una comunidad de clientes, reduzcan costes y eliminen gastos de distribución: este modelo es viable, ¡y se parece mucho al que seguían sus abuelos!
¿Cómo termina usted su jornada?
De doce a una, comemos y sesteamos. Y luego trabajamos hasta las cinco. El otro día cené junto al estanque que he creado... y me invadió la alegría: vi que venía una libélula.