“Hoy nos rebelamos en contra de algo, pero nunca a favor”

Filósofo

Tengo 68 años. Nací a las afueras de París. Casado, tengo dos hijos y dos nietos. Soy profesor emérito de la École Normale Supérieure de la Universidad de París. Tenemos todas las condiciones para un humanismo universal que entienda la igualdad en la comunidad humana, pero triunfan los nacionalismos

Francis Wolfffilósofo

Hoy podemos ser amigos de cualquier persona del planeta.

Sí, tenemos las condiciones soñadas para una era universalista y humanista, pero se constata todo lo contrario.

Los nacionalismos populistas avanzan por todo el mundo, ¿por qué?

El miedo a la globalización lo explica en parte, pero hay otros motivos. El más importante es que ya no sabemos quiénes somos.

Entonces tampoco sabemos lo que queremos.

Hoy, en nuestras continuas manifestaciones y reivindicaciones nos rebelamos contra la injusticia, la corrupción, la segregación, la miseria, la represión... Sabemos lo que rechazamos pero no a lo que aspiramos, nos movilizamos en contra de algo pero nunca a favor de algo.

¿Las utopías ya no nos mueven?

No, porque las utopías políticas del siglo XX fueron catastróficas. Por un lado, la utopía de lo puro: el nazismo; y, por el otro, la de la igualdad que se transformó en una lucha sin matices contra la diferencia de clases, la propiedad e, incluso, la cultura.

Nos dejaron un regusto amargo.

Por eso ya no creemos en utopías políticas de transformación del mundo y de salvación común. Hoy existen otras utopías que no son políticas, como el posthumanismo, el animalismo y la que yo defiendo: el cosmopolitismo.

Los posthumanistas creen en la salvación a través de la ciencia y la técnica.

Sí, creen que podemos vencer las enfermedades, la vejez y la muerte y así transformarnos en dioses. Los antiguos definían tres faunas: la de los humanos, la de los animales y la de los dioses. Reconocían que el hombre tenía algo de divino: la razón; y algo de animal: el cuerpo mortal; pero sabían lo que podían y no podían hacer.

Ni ser un dios, ni ser un animal.

Exacto, pero el animalismo, el antiespecismo, pretende igualar los derechos de las especies.

Vivimos en un único mundo, habría que respetar a todas las especies.

Sí, pero eso no significa igualar la relación que tenemos con una mosca a la que se da entre personas. Hay un contrato afectivo implícito con los animales de compañía: yo no puedo abandonar a mi perro en una carretera, pero esa relación no es la misma que tengo con una vaca.

También debería haber un contrato.

El contrato que tenemos con las especies que son criadas por su carne, su cuero o su lana, implica protegerlos y criarlos sin que dejen de ser lo que son. Convertir al cerdo en una máquina de producir carne es inmoral.

Es lo que hacemos.

Por eso me declaro defensor del bienestar animal. Y también tenemos el contrato ecológico de proteger a los animales salvajes de la extinción, tenemos ese deber porque somos los predadores más importantes de la naturaleza.

Esto no tiene nada de utópico.

No, pero la utopía animalista pone a humano y animales a la misma altura. Lo ve, no sabemos quienes somos.

¿Cuál es su vía?

La utopía cosmopolítica que defiende que dentro de la especie humana debemos aplicar un principio de justicia global, que no dependa del lugar donde hemos nacido, y el acceso universal a los bienes primarios. Considero que ayudar a los países que están en vías de desarrollo es un deber político de los países desarrollados .

Habrá que luchar para que deje de ser una utopía...

La realización más importante de la utopía humanista es la construcción de Europa, la primera vez en la historia que algunos estados han decidido abandonar una parte de su soberanía para asegurar una cierta prosperidad y paz dentro de una región del mundo donde ocurrieron las peores guerras.

Es un bonito empeño.

Para mí es el modelo que deberíamos aplicar, progresivamente, a escala planetaria.

Pero estamos descreyendo de Europa.

Porque confundimos globalización con cosmopolitismo. La globalización es una mundialización económica y financiera que borra las culturas locales. El cosmopolitismo defiende la diversidad cultural. De hecho, el desarrollo de las lenguas regionales es el fruto de Europa y no de los nacionalismos.

Ética y política, ¿pueden encontrarse?

La ética es una relación por definición recíproca; la política es un poder, un sistema de represión sobre la sociedad y los derechos individuales, y Europa se está perdiendo por este camino.

Vivimos en una sociedad posibilista que aspira a lo menos malo.

Y se ha instaurado el individualismo. Cada vez es más difícil pensar en una salvación común, sin embargo los problemas son globales: clima, polución... De manera que con el progreso de los nacionalismos, vivimos en contradicción.

¿Irreconciliable?

Yo soy optimista, ver en el mundo el movimiento de la juventud a favor de detener el cambio climático es un signo del nacimiento de una conciencia humanista y planetaria que busca redefinir lo que significa ser humano.

¿Y qué significa ser humano?

Ser de un solo mundo y por tanto ser todos del mismo mundo. Esto lo sabemos desde que aprendimos a hablar, por eso la utopía cosmopolita es la más sólida, y que hoy tenga menos presente, no implica que no tenga porvenir.

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