“Aquel erizo despertó mi compasión por todos los seres”
Veterinario, creador del Centro de Recuperación de Erizos La Ninna
Tengo 50 años. Vivo en Novello (Italia). Divorciado y ennoviado. No tengo hijos, me llaman Papá Erizo, en este momento tengo 80. Todos los seres tienen derecho a vivir y ser felices, sea un niño de África, un anciano o un erizo. Yo quiero ayudar a quien lo necesita, es lo más bello que se puede hacer en la vida
25 gramos de felicidad
Se le rompe la voz cuando habla de esos seres desvalidos que recoge. Tiene el corazón abierto de par en par, y aunque los erizos son seres protegidos y en peligro, la suya es una historia que va más allá de ellos y que enraíza en la compasión, la cuenta en un emotivo libro, 25 gramos de felicidad (Kitsune Books), un relato íntimo y conmovedor de cómo un pequeño erizo lo reconectó con las cosas importantes de la vida. Hoy dedica su vida a esos animalitos salvajes con la ayuda de muchas personas que los apadrinan (www.lacasadeiricci.org), están al tanto de su evolución y acuden emocionados a su liberación. “Me dedico a los erizos por amor. El amor da sentido a la vida. Ojalá esta pasión que tengo fuera una enfermedad viral”.
Mis padres me querían, pero se peleaban constantemente.
…
A los 40 años me casé, y en un año me separé. Así comenzó un periodo muy oscuro. No sabía qué hacer con mi vida y me cerré como un erizo. En 24 años de veterinario de bovinos jamás vertí una lágrima.
¿Quién llamó a su puerta?
Un amigo veterinario me pidió que cuidara de una pequeña hembra de erizo que pesaba 25 gramos y que había perdido a su madre. Era del tamaño de mi pulgar.
¿Qué hizo con ella?
La dejé en el ambulatorio, me fui a casa, pero no pude conciliar el sueño, así que me levanté y fui a ver como estaba. Cuando llegué, empezó a llorar, era un llanto que iba directo al corazón y sentí una compasión inmensa.
¿Por qué por un erizo y no por una vaca?
Estaba acostumbrado a ver a las vacas atadas con cadenas, habituado a su dolor, era como si yo formara parte de un mecanismo que no me permitía la compasión. El cambio vino con esa cría, con Ninna, ella fue la que me abrió el corazón al sufrimiento de todos los seres.
¿Qué vio en esa cría?
Vi su condición de huérfana, la imaginé saliendo de la madriguera para buscar a su madre, presa del miedo. En un instante, sentí su soledad, la reconocí, era igual que la que yo sentía siendo un niño.
¿Qué temía usted de niño?
Mi padre era hipocondríaco, y yo lo heredé, estaba lleno de tristeza. Temía perder a mi madre, temía el abandono, la carencia, la soledad.
Y se despertó su compasión.
Con una jeringuilla la alimenté, y cada gota de leche que ella aceptaba era una gota de felicidad, entendí que las cosas materiales no tenían importancia. Hasta entonces había luchado por tener una bonita casa, una vida cómoda, y había cuidado mi apariencia, quería gustar.
…
Después de tomar la leche, Ninna se dormía en mi mano y esbozaba una sonrisa. Quería vivir, tenía una fuerza vital extraordinaria, y me transmitió ese entusiasmo. Mientras ella crecía, se agrandaba mi corazón. Salvarla a ella era salvar mi alma, ¿puede entenderlo?
Sí.
Quien ama a los animales se aleja un poco de los seres humanos porque suelen maltratarlos. Yo albergaba un poco de rabia dentro de mí, de hecho cuidé más a ese erizo que a mi propia madre, que sufría una afección pulmonar.
Es usted sincero.
...Pero cuando abrí el centro de recuperación para erizos, pude ver su dolor y me acerqué a ella. Cuando despiertas la compasión y eres capaz de dedicarte a los otros, no importa quienes, abres las compuertas de tu corazón.
¿Qué tipo de relación se puede tener con un erizo?
Cuando te conoce es dulce y dócil. Los erizos están activos por la noche, y Ninna y yo cada noche dábamos un largo paseo por el bosque, se alejaba confiada y cuando la llamaba venía rápidamente. Pero los erizos son animales salvajes y tienen que vivir en libertad.
Tuvo que aprender a desprenderse.
Sí, sabía que debía liberarla. Conseguí comprar una tierra, a la que llamé el paraíso, donde libero a los erizos cuando están sanos.
¿No volvió a verla?
No, y fue difícil, porque nunca he sabido separarme. En el centro combatimos para salvarles la vida, es una dedicación muy intensa, y aunque cuando se recuperan los dejamos en libertad, a todos les ponemos nombre.
¿Es una manera de dar afecto?
Sí, porque el afecto es medicina. Animal significa alma, un erizo para mí es un alma. Conviviendo con ellos descubres que tienen deseos y miedos, que se enamoran y se enfadan, que tienen buenos y malos días.
Mamíferos, al fin y al cabo.
...Pero sus sentimientos son más puros que los nuestros, sin juicio, van directos al corazón. El único que reconoce a Ulises cuando vuelve de su viaje es su perro Argos.
Cierto.
Amar nos hace bien. Yo ayudo a un erizo, amo a un erizo, que es algo extraño, lo sé, pero me hace bien, y a él también. Hoy vivimos desconectados de la naturaleza, pero necesitamos esa relación; y el contacto con seres diferentes a nosotros nos ayuda a aceptar la diversidad.
Cierto.
Cuando la gente conoce la dulzura de un erizo o el amor que una vaca siente por su ternero, entiende que son individuos; esa conexión nos hace crecer espiritualmente, esa conexión es impagable.
A usted lo ha cambiado.
Reconocer mi dolor en ellos me permite abrirme. Mi ego se va apaciguando, el tono de mi voz es cada día más bajo para escuchar la voz de los otros. El erizo es uno de los seres más débiles de la tierra, por eso me llegan al alma.
¿Cómo le muestran su gratitud los erizos?
Cuando están sanos y los dejas en la naturaleza ves su felicidad, y su felicidad es la tuya.
No todo el mundo debe de entenderle.
Otro regalo que me han hecho los erizos es que me han permitido compartir mi día a día con ellos a través de las redes sociales con cientos de personas, en cuanto abrí mi corazón y me quité la máscara empecé a encontrar semejantes.