“Escribir claro, hablar bien, decir no: eso hay que enseñar”
Profesora de profesores
¿Edad? ¡Eso no se pregunta en mi país! Nací en Cleveland (Ohio) y vivo en Nueva York. Soy profesora de profesores. Estoy casada, con dos hijos. ¿Política? Liberal progresista. ¿Creencias? Soy laicista. No te empeñes en meter
Formarse y crecer
Victoria Marsick es una mujer menuda, determinada y comprometida con la mejora del otro. Criada en la Norteamérica profunda, entiende que la educación es un insuperable ascensor social. Me cuenta que de jovencita dejó al novio que tenía porque él decidió no seguir estudiando. Marsick es hoy codirectora del J.M. Huber Institute y directora del programa Organización y Liderazgo, en la Universidad de Columbia (Nueva York), experta en aprendizaje de adultos. La trae a Barcelona la Oak House School, cuyos mil alumnos siguen el currículo británico: Marsick es patrona de su fundación, a la que asesora para que su profesorado se forme en las más avanzadas prácticas educativas.
Profesora de profesores?
Enseño a enseñar: a profesores, líderes grupales, directivos de empresas, hospitales...
¿Qué tienen en común?
Son personas que tienen que enseñar algo a otras, sean alumnos, empleados, enfermeros... Y en cada caso se trata de enseñar del modo más eficaz.
¿Quién le enseñó a usted?
Mi padre era sindicalista en una fábrica de Cleveland. De niña, le ayudaba a hacer los carteles para movilizar a los obreros...
¿Y en la escuela?
Más me influyó mi madre, volcada en culturizarme: viajábamos juntas por las páginas del National Geographic.
Todos hemos tenido un profesor que nos ha marcado.
¿Cómo fue el suyo?
A los diez años, el profesor Sola.
¿Qué hacía?
Entraba en el aula y nos decía: “No quiero ver nada sobre los pupitres”.
Captaba así vuestra atención. Y despejabais los pupitres y le escuchabais, ¿verdad?
¡Y con expectación! Sabíamos que alguna historia iba a explicarnos...
Todos queremos escuchar una buena historia. ¿Lo hacía bien aquel profesor?
Han pasado 47 años y aún lo recuerdo.
Supo conectar con tus intereses, motivarte.
Contaba el descubrimiento de América. Y también sus propias peripecias por allí.
El buen profesor entiende lo que necesita cada alumno y extrae de cada uno lo mejor según sus vocaciones y talentos.
¿Qué vocaciones tuvo usted?
En Ohio, en mi juventud, una chica sólo podía soñar con ser azafata, enfermera o profesora. Y azafata no podía ser: usaba gafas. Ni enfermera: si veía sangre, me desmayaba.
Le quedó ser profesora.
Tuve oportunidad de una beca en la India, y la aproveché. Allí conocí a una periodista que impartía clases a los más pobres. ¡Con ella aprendí mucho!
¿Se lo ha agradecido después?
No, le perdí la pista. Y debería, tienes razón: nada halaga más a un profesor que recibir la gratitud de un exalumno. Me ha pasado.
¿Cuántas técnicas pedagógicas hay?
Muchas, y son herramientas: el buen profesor debe conocerlas todas, para usar la más conveniente en cada caso, como quien dispone de una buena caja de herramientas.
¿Y cuál es su herramienta predilecta?
La escuela del action learning (aprendizaje de acción), de Reginald Revans.
No tengo el gusto.
Estudiante de astrofísica y discípulo de Einstein, se retiró del proyecto de la bomba atómica. Gestionó minas de carbón: se especializó en gestión industrial. Y comprobó que su rendimiento mejoraba mediante el aprendizaje activo: el alumno aprende por la acción, analizando sus propios actos.
¿Qué debe tener un profesor para ser bueno?
Amor al otro, porque eso le conduce a tener habilidades relacionales, interpersonales.
Deberá conocer bien la materia que imparta, también...
Sí, y tenerla al día, pero más importante que saber mucho es saber llegar a cada alumno: cada uno necesita un tipo de relación.
Póngame algún ejemplo.
En todo grupo hay un individuo que boicotea al que enseña. Conviene identificarlo pronto y saber ganártelo, o será todo mucho más difícil para todos.
Está también el que no entiende nada o lo entiende al revés.
En una clase de matemáticas, forma parejas: junta a un alumno hábil con otro inhábil. Diles a los dos que si el segundo aprueba el examen, les evaluarás a cada uno con medio punto más de regalo en la nota.
¿Resultado?
El primero se esmera en que el segundo aprenda. Y el segundo aprende y aprueba. Los dos se estimulan, los dos mejoran.
¿Cómo mejoraría usted nuestro sistema educativo?
Debemos enseñar a los profesores que no se trata ya de meter un conocimiento en la cabeza del alumno, sino de ayudarle a tener una mente muy abierta y muy adaptativa: esto es la clave de la supervivencia.
¿Adáptate o muere?
Sí. Y por eso es necesario que les enseñemos y aprendan soft skills (habilidades suaves).
¿En qué consisten esas habilidades?
Como las células madre en medicina, servirán para todo: son destrezas que te servirán para toda tu vida y en todos los contextos, por muy cambiantes que sean.
Deme algunos ejemplos de soft skills.
Escribir con la máxima claridad, que se entienda todo bien. Hablar en público y captar su interés. Entender una explicación y sintetizarla. Saber trabajar bien en equipo...
Uy, eso me cuesta...
Aplicar un pensamiento crítico. Tomar decisiones. Saber decir no sin herir. Liderar un grupo. Debatir sobre todo sin irritarte. Y saber calmar al otro si se irrita...
¡Colosal habilidad!
Pues se aprende practicándola: aprendamos. Y enseñemos a que cada uno encauce su emotividad, en su bien ¡y en el de todos!