“Ser actor me sacó de la infelicidad en la que vivía”
Actor
Tengo 53 años. Soy de Barcelona y vivo en el AVE. Soy actor y autor. Estoy casado y tengo dos hijos, Arnau (18) y Violeta (15). Soy de izquierdas, no soporto a los intolerantes como Antonio Recio, mi personaje en la serie Soy creyente pese a la Iglesia de mi juventud
De Lopes a Recio
Es un actorazo, y su habilidad gestual e interpretativa dota de personalidad a uno de los personajes televisivos más populares de los últimos años, el deplorable Antonio Recio. Es terapéutico por ridículo: nos reímos de sus prejuicios y cerrazón. Sánchez supo de niño de desigualdades, porque estudió en las Llars Mundet junto a chavales desfavorecidos del barrio de Montbau: “Si no te han querido, sales desconfiado y frágil”, me explica. Quizá a Antonio Recio no le quisieron. Sánchez se sabe privilegiado: vive del trabajo con el que soñó, en televisión y cine, y goza de vacaciones. Sin dejar de escribir, por necesidad y gusto, y para que otros interpreten en el teatro sus personajes.
Su personaje en la serie La que se avecina..
Antonio Recio.
...Lo tiene todo: racista, xenófobo...
...Homófobo, tránsfobo, machista, misógino... ¡Un megafacha!
¿Qué tiene en común con él?
La alopecia.
¿Recio dice verdades?
¡No! Dice barbaridades. Y los guionistas le castigan: todo le sale al revés, nunca gana.
Persona tan aborrecible, ¿por qué gusta tanto como personaje?
Es un hijo de puta egoísta, hasta quiso matar a una vecina. Quizá todos hemos querido matar a una vecina. Quizá refleja nuestra parte más oscura y execrable.
¿Qué pensó al leer el primer guion?
“¿Yo voy a tener que decir esto?”. Es muy faltón y ofensivo con los latinoamericanos, por ejemplo. Y ya llevo diez años con él.
¿Qué le dicen a usted por la calle?
“¡Pescadero, cabrón!”, en coña. No me insultan. Siendo un tipo deplorable, cae bien...
¿Y eso?
Porque sufre.
¿Sufre?
No tiene amigos. Su mujer le pone los cuernos hasta con el conserje, que es un lelo. Su hijo le sale transexual. Es desgraciado, nadie le sigue, todo le sale mal, es un fracasado.
Y como todos sufrimos y fracasamos...
Eso es. Ha descubierto que es hijo de un cura promiscuo y una monja casquivana: ¡qué disgusto! Vive instalado en el disgusto.
¿Qué aporta usted al personaje?
Le interpreto desde ese padecimiento. Le encarno como si fuese un niño que nunca consigue lo que quiere y tiene pataletas. Le infantilizo, y ese patetismo le humaniza.
Le felicito, lo borda.
El mérito es de los guionistas, los hermanos Caballero, por ese surrealismo punk en personajes reconocibles llevados al extremo, hasta la parodia salvaje.
¿Qué personaje de la serie prefiere?
La esposa de Recio: muy religiosa, muy católica; sufre accesos de ninfomanía y se lo cepilla todo, qué contrariedad para ella. Luego tiene que confesarse. Usa bragas cristianas.
¿La serie seguirá?
Sí. La cadena quiere más, y los creadores han decidido darle sólo 15 capítulos al año, que me ocupan seis meses al año.
¿Y el resto del año, qué hace?
Escribo mis cosas, incluidas obras de teatro, e interpreto personajes en películas, como ahora Formentera lady, con José Sacristán, o Señor, dame paciencia.
¿Qué le gusta escribir?
Si algo me desaira, me pongo a escribir y la ira se va, todo mejora. Escribir sobre lo que sientes es liberador, ¡lo aconsejo a todos!
¿Desde cuándo quiso ser actor?
Desde niño veía las películas de los sábados noche en la tele y pensaba: “Quiero hacer eso”. Pero cuando se lo comenté a mi padre ¡qué bajón!
¿Por qué?
“No conozco a nadie que viva de ser actor, es un trabajo que no existe”, dijo. Yo tenía 14 años, y añadió algo que acabó de hundirme.
¿Qué?
“Mi abuelo trabajó en algo que no le gustaba, yo trabajo en algo que no me gusta, y tú harás lo mismo: ganar dinero, casarte y tener familia”. ¡No! ¡Yo no quería eso para mí!
¿Y qué hizo?
Deprimirme, ser infeliz, estudiar y trabajar de enfermero. Y sólo después pude acercarme al Institut del Teatre.
¿Y qué tal?
Me dio la vida. Me entusiasmó. Canté, bailé, recité, memoricé... ¡Nunca me gustó estudiar, pero aquello... me encantaba! Soy actor para salir de la infelicidad en la que vivía.
Inmejorable motor.
De niño me llamaban “payasín” en el barrio, por mis gracias: hacer el tonto me gustaba.
Es un oficio raro.
De tímido que necesita un personaje para cosechar aplausos. Pero súbeme a un escenario como Jordi Sánchez, y enmudezco.
Siempre pedimos opiniones a los actores...
¡Y responden! Yo no entro en ese juego. Me atreví a opinar sobre los toros diciendo “donde hay tortura no hay cultura”, y uno por la calle me dijo: “Yo antes le admiraba, pero ¡me ha caído un mito!”.
¿Le meto en líos si le pido opinión sobre el referéndum en Catalunya?
Habría que poder votar en Catalunya, es todo lo que diré.
¿Irse a trabajar a Madrid le ha pesado?
Tengo que trabajar. Y soy afortunado, que la profesión está fatal. Y me gusta la televisión.
¿Le pesa que le recuerden el éxito de la serie Plats bruts?
No, fue un éxito fenomenal: aún hoy hay padres que se lo ponen a sus hijos. Es chulo. Algunos me dicen: “Yo soy más de Lopes que de Recio”. Prefiero que aplaudas mi último trabajo.
¿Qué tal con Joel Joan?
Durante años vivimos juntos día tras día. Luego seguimos cada uno nuestros respectivos proyectos. Es mi amigo y su trayectoria es brillante y coherente.
¿Qué tal se lleva con sus vecinos?
Muy bien. Compartimos pizzas. Y nadie quiere ser presidente de la comunidad.