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“Oigo colores, palpo sabores, los números refulgen...”

‘Savant’

Tengo 38 años. Nací en Londres y vivo en París. Soy traductor, ensayista, novelista... Estoy ca­sado con un chico parisino, Jérôme, y no tengo hijos. Soy de izquierdas. Creo en Dios. Me diagnosticaron asperger, grado de alta funcionalidad del espectro autista, y síndrome del sabio

Daniel Tammet,‘savant’

Si yo le digo un número...

Yo veo un color y una forma.

¿Distintos según el número?

Hasta el 10.000, cada número tiene su color, tamaño, color...

Treinta.

Qué verde tan hermoso.

Nueve.

Azul cobalto.

1960.

El 19, número primo precioso; el 60 es pequeñito y oscuro. Otros numeros refulgen.

Le he hecho visualizar mi fecha de nacimiento.

¿Cómo te llamas?

Víctor.

Tu nombre es de color púrpura.

¿Y Jérôme, el de su marido?

Amarillo luminoso.

¿Por qué mi cerebro no ve todo esto?

Cada cerebro es distinto. Todos extraordinarios. El tuyo también. ¿Qué hace el tuyo?

Entrevista. ¿Qué más hace el suyo?

Capto detalles invisibles para otros. Calculo muy rápido. Identifico números primos, ¡qué poéticos! Oigo colores. Palpo sabores...

Sinestesia se llama eso, ¿no?

Sí. Y aprendo idiomas con facilidad.

¿Cuántos idiomas domina?

Diez idiomas: inglés, francés, alemán, islandés, rumano, lituano, ruso, español, esperanto, otro de propia creación...

¿Desde cuándo tiene estos dones?

Siendo niño me sumía en cálculos mentales, mi refugio ante la hostilidad del mundo.

¿Hostilidad?

Yo era tímido, torpe, sensible, temía los juegos de los niños, así que me apartaba y me dedicaba a contar las hojas de un árbol.

Como Funes el memorioso, de Borges.

Él no olvidaba nada. Yo sí, ¡felizmente! Una conversación normal era para mí una tortura. Cuando algo me ponía nervioso, yo multiplicaba un número por dos, y el siguiente por dos, y otra vez por dos..., hasta ver luces y bengalas en mi mente, y eso me serenaba.

¿Cuándo le diagnosticaron autismo?

A los 25 años supe que padezco asperger, grado del espectro autista. El 1% somos savants: padezco el síndrome del sabio.

¿En qué consiste este síndrome?

Memoria prodigiosa, habilidades artísticas y altísima capacidad de cálculo. En el 2004 establecí el récord europeo de recitar de memoria decimales del número pi: 22.514 decimales durante cinco horas seguidas...

¿Qué pasó en su cerebro para ser así?

Algo en el feto que un día la ciencia entenderá. Sé que a mi cerebro le place contar (con números) y contar (con palabras).

¿Se ha pasado a las letras?

La belleza que de niño veía en los números la veo hoy en las palabras.

¿Cómo ha sido eso?

Antes leía una novela y me aburría... porque no entendía las emociones. Pero me enamoré de Jérôme, las he leído con él... ¡y ahí sentí! Fue como aprender un nuevo idioma.

Y ahora escribe.

Ahora escribir me serena. Un poema son colores, luces, texturas, sabores, sensaciones... Cuento mis vivencias. Un poema me inspiró.

¿Cuál?

Aquel de la poeta Emily Dickinson que termina así: “El cerebro tiene el mismo peso que Dios, / pues si los sopesamos, libra a libra, / se diferenciarán, si es que lo ha-
cen, / como las sílabas y el sonido”.

¿Sabe de otros sinestésicos célebres?

Parece que lo fueron y lo son muchos artistas: Nabokov, Kandinski... La sinestesia multiplica por siete la creatividad.

¿Ha conocido a algún otro savant?

A Kim Peek, que inspiró a Dustin Hoffman en la película Rain Man. Su ojo izquierdo leía una página de un libro mientras el derecho leía la otra, en ocho segundos: era como tener dos cerebros. Memorizó así 12.000 libros. Era muy sensible y bondadoso, cantaba... Y carecía de habilidades sociales.

¿Cómo ayudar a niños autistas?

Sin esconderlos. Amándoles, estimulándoles, jugando, imaginando. Cada cerebro es un big bang: tiene más átomos que estrellas el universo. Investiguemos más.

¿Cómo puedo potenciar mi memoria?

Con imaginación: dramatiza los datos que memorices, visualízales escenarios como en un relato o ponles una música. Y será fácil.

¿Es feliz?

No lo fui en el pasado y quizá mañana no lo sea. ¡Pero hoy sí soy feliz!

¿Por qué es feliz?

Me he enamorado de Jérôme y está mi lado, y tengo amigos, ¡muchos amigos! La llave de la felicidad tiene nombre: amistad.

Me lo dice un sabio... Será verdad.

Una hora de buen humor con amigos da salud cerebral. Ten amigos y buenas conversaciones, ríe, lee, descansa y mira alrededor con optimismo: ¡tu cerebro lo agradecerá!

¿Qué le disgusta a su cerebro?

Preferiría que las sorpresas me alterasen algo menos...

¿Qué le mueve hoy, Daniel?

La belleza. Yo escribo para crear belleza. Artista es quien embellece el mundo. La belleza es la verdad suprema. El mundo necesita artistas. Los artistas, con sus palabras e imágenes, y los matemáticos con sus notas y números..., transforman en luz la oscuridad.