“Mejor ser segundo toda la vida que primero un rato”
Tengo 40 años. Nací en Ciutadella (Menorca) y vivo en Madrid. Soy pintor, estudié Bellas Artes y llevo 15 años entreteniendo en televisión. Estoy casado con Raúl, llevamos diez años juntos y somos padres de Nathan, por gestación subrogada. Estoy abierto a todas las ideas y creencias
‘Ácido’
A Quique Jiménez, los quince años de televisión como Torito le han dado popularidad y el dinero para costearse la gestación subrogada –en Estados Unidos– de su hijo Nathan, como Ricky Martin o Miguel Bosé. Exultante con su flamante paternidad, publica Ácido (Ediciones B), donde relata su vida dentro y fuera de la televisión. Leo que una vez encontró en la calle un sobre con dinero. Acababan de despedirle de un programa de televisión. Pero no pudo quedárselo: sintió que le pesaría en la conciencia. Y esa noche deslizó el sobre entre las ropas raídas de una señora mayor que mendigaba durante el día. Nunca más volvió a verla. El sobre contenía 7.000 euros.
Ha enredado usted mucho en televisión.
Con lo tímido que yo soy.
No le creo.
Es así. Pasé mi infancia encerrado en mi cuarto, aislado, fantaseando en mis mundos.
¿Y eso?
Tenía miedo a las burlas de los demás, por algunos tics físicos míos y por mi vergüenza.
¿Lo pasó mal de niño?
Sufrí a compañeros de clase que en los vestuarios del colegio escribían “maricón” con espuma de afeitar. Me afectó. Pero entonces no existía la palabra bullying.
¿Y en su casa?
Todo el cariño de mi familia: me pasaba el tiempo pintando en cartulinas de colores.
¿Alguien le inspiró?
Mi abuelo, fan de las féminas y de Interviú, que improvisaba juergas en casa, y que grababa mis primeras exposiciones de pintura. Ya fallecido, dejé sobre su tumba el primer Interviú en el que publiqué, con un texto agradeciéndole haber sido mi abuelo.
Hermoso gesto.
Volví un año después y todo mi texto se había borrado, menos una palabra: “Gracias”...
¡Su abuelo le agradecía la revista!
No creo en cosas paranormales, pero me emocioné mucho.
¿Cómo empezó usted en la tele?
Me licencié en Bellas Artes en Barcelona y tenía mi máster en Museología y Gestión del Patrimonio Cultural.
Qué rimbombante.
Una noche que estaba en casa pintando, vi en la tele algo que me conmocionó.
¿Qué vio?
El programa Vitamina N, en CityTV (hoy, 8tv), con Jordi González: sentí la imperiosa necesidad de formar parte de esa locura transgresora y multicolor.
¿Por qué?
Aquel desbarajuste creativo me empujaba a cabalgar sobre mi vergüenza, a desplegarme, mostrarme, destacar.
¿Y qué hizo?
Envié mi petición en un enorme sobre forrado de peluche azul: ¡funcionó, me llamaron! Y, antes de ir, me hice estas llamativas rastas. “Para ser irremplazable, sé diferente”, enseñaba Coco Chanel.
Y con las mismas rastas sigue.
Necesitaba expresarme, y me insuflaron garra, vigor, nervio y una protección ante mi timidez: mientras miráis las rastas de Torito, no veis a Quique.
¿No se ha arrepentido de su trabajo?
No, porque yo comparto el lema de Cantinflas: “La primera obligación es ser feliz, y la segunda es hacer felices a los demás”.
¿Y qué tal se lleva con la fama?
Una mañana después de una noche de marcha voy a comprar pan y la dependienta me dice: “Eres más simpático en la tele”. Ahí me trago lo que le diría: “Es que en la tele trabajo ¡y me pagan, señora!”.
Pero la felicidad no está ahí, ¿no?
La encontré en una habitación de hotel. Por error, me dieron una ya ocupada por un hombre con mi mismo apellido: Jiménez. Empezamos a hablar...
¿Y se enamoraron?
Sí. Me gustó que no me conociese. Supe que era el hombre de mi vida: yo vivía con un solo pulmón, por una tuberculosis, ¡y con él me llegó el otro, empecé a respirar de verdad!
¿Y él, qué?
Antes de mí, él sólo había tenido relaciones heterosexuales. Y un día va y me pide casarnos. Me apoya en todo, quiero vivir toda mi vida con él. Somos un matrimonio homosexual de valores conservadores.
¿Qué quiere decir?
Sin infidelidades, tríos, terceras personas, promiscuidades. Hace diez años que somos pareja, y ahora hemos sido padres de un niño maravilloso, Nathan.
Por gestación subrogada, ¿verdad?
Sí, dos óvulos donados anónimamente a un banco de óvulos fueron fecundados respectivamente con espermatozoides de mi marido y míos, e implantados y gestados por una mujer. Uno de los dos fetos fracasó...
Lo siento. Pero el otro siguió adelante...
Sin saber si es el fecundado por él o por mí.
¿Han tenido trato con la gestante?
Durante nueve meses hablábamos con ella vía Skype. Había un contrato firmado: no fumaba, no bebía... Y volamos hasta allí para estar en el parto. Nos caíamos bien.
¿Ella lo hizo por el dinero?
Y también por querer ayudar, por satisfacción personal. Era una abogada. Ahora ya no tenemos trato y no ha visto a Nathan desde que nació, para no encariñarse. ¡Son las reglas del juego!
¿Y si un día Nathan quisiera conocerla?
Tenemos el dossier con los datos encerrado en un cajón: le daremos la llave a los 18 años.
¿Deja la tele, o volverá?
Seré Quique un tiempo, ya volverá Torito.
¿Con su propio programa de televisión?
Mejor ser segundo toda la vida que primero sólo un rato.
¿Cómo vive Quique?
Quique perdona rápido, besa lento, ama, ríe. Y se recupera del torbellino de Torito, que me permite vivir doble... Para volver siempre a mi amada intimidad como Quique.