“Nada estimula más el cerebro que una buena conversación”

Bioquímico, premio Nobel de Química

Tengo 79 años. Nací en Hungría y vivo en Israel. Soy médico y bioquímico. Estoy casado y tengo tres hijos y seis nietos. ¿ Política? Soy un centrista liberal. ¿ Creencias? Soy un judío no religioso. Me gusta practicar la jardinería. Sanaremos el alzheimer, el parkinson y muchos cánceres

Avram Hershkobioquímico, premio Nobel de Química

¿Qué les enseña a sus seis nietos?

Que su abuelo nació en una aldea húngara, y que a los seis años los nazis enviaron a su padre al campo de Auschwitz... Pero mi padre tuvo suerte.

¿Qué fue de él?

Los rusos tomaron el campo, trabajó dos años más para ellos... y regresó en 1947.

¿Le reconoció al llegar?

No. Estaba tan flaco, barbudo... No habló nada. Sufrió mucho: no sabía si su familia seguía viva, y al volver encontró su casa vacía.

¿Dónde estaban usted y su madre?

Mi padre corrió a casa de su abuelo, sastre judío, y allí..., ¡ah, nunca olvidaré aquel reencuentro! Yo tenía entonces 11 años.

¿Cómo fue su infancia desde entonces?

Me gustaba mucho leer, y a mis 13 años emigramos al recién fundado Estado de Israel, para tener mejor vida. Desembarcamos en Haifa y nos instalamos en Jerusalén.

¿Qué sintió?

Que todo era amarillo. Yo era un niño centroeuropeo, acostumbrado a los bosques verdes. Me chocó también que todos allí fuesen judíos... Pero pronto conecté con el orgullo de la nueva patria.

¿Qué quería ser de mayor?

Me gustaba estudiarlo todo, y buenos maestros me condujeron hacia la investigación científica, hacia la bioquímica.

¿Qué buscaba ahí?

Cómo funcionan las cosas a escala celular y proteínica. De ese conocimiento básico pueden extraerse aplicaciones farmacológicas.

¿Qué hallazgos le reportaron el Nobel?

Cómo se degradan las proteínas: descubrimos la degradación proteínica celular precipitada por la ubiquitina.

Mi madre no le va a entender.

Entendiendo cómo se destruyen correctamente las proteínas degradadas en las ­células, quizá podremos un día paliar o evitar enfermedades como el alzheimer y el par­kinson.

Ahora sí.

Nuestro organismo es como una grandiosa orquesta: todos sus instrumentos –unos aparecen, otros enmudecen– deben acabar tocando una sinfonía armoniosa.

¿Por qué la cantidad de premios Nobel judíos desborda las estadísticas?

El 26% de los premios Nobel son de origen ­judío. No es por genética, según Rita Levi- Montalcini, mi colega genetista italiana, ­también de origen judío y también Nobel.

¿A qué se debe, pues?

A la tradición cultural judía, favorable a la lectura y el estudio, en principio del Talmud, y luego de otros saberes... Tengo por precedente mío al célebre rabino y médico de la Córdoba del siglo XII, Maimónides: expulsado de Al Ándalus por la intolerancia almohade, reposa en Tiberíades, en Israel.

¿Cómo es la vida de un premio Nobel?

Dedico unas cinco horas diarias al estudio y la investigación, ¡es mi pasión y mi recreo! Y así seguiré toda la vida: ¡es muy divertido!

¿Cuál es su secreto?

La curiosidad, que sigue intacta. Y mientras siga siendo curioso, todo avanzará: investigaré, viajaré, daré conferencias...

Deme un consejo que tonifique mi bioquímica cerebral.

Nada más estimulante para el cerebro que una buena conversación: rodéate de inter­locutores interesantes, que te motiven, y te brindarán una conversación excitante.

Eso, eso, con brindis.

La alegría es muy estimulante, desde luego.

¿Qué debe tener un buen investigador científico?

Se le supone inteligencia, tenacidad y curiosidad. Y debe querer entender problemas para resolverlos, más allá del beneficio económico que eso pueda o no reportarle. Y debería tener algo más.

¿Qué?

Un alto umbral de frustración, para no desalentarse ante sucesivos y continuados fracasos. Es imprescindible: sin esto... ¡mejor dedícate a otra cosa!

Cuénteme algún fracaso suyo.

Yo preparé un experimento del que esperaba cierto resultado... y salió el opuesto. No me frustré, y de ahí se seguiría mi descubrimiento, pues me divirtió el desafío y renové experimentos, innové y perseveré.

¿Adónde nos llevarán los avances científicos?

A curar enfermedades hoy muy rebeldes, sin duda. Muchos cánceres, porque el cáncer no es uno: son varios y diversos. Y procesos neurodegenerativos como el alzheimer, pese a nuestra creciente longevidad.

¿Y la paz en Palestina, qué? ¿La veremos?

Eso sería un milagro... que nadie desea más que yo. Quiero para todos, y también para mis vecinos palestinos, la misma inmensa fortuna que yo he tenido como persona y científico.

¿A qué ha venido a Barcelona?

A ingresar como académico de honor en la prestigiosa Real Academia Europea de Doctores. Y, de paso, a disfrutar de una ciudad maravillosa, admirable, en la que además juega mi club de fútbol favorito, el Barça.

Si hubiese un premio Nobel de fútbol...

Sí, sí, a Lionel Messi debería concedérsele inmediatamente, ¡desde luego!

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