“El turista debe pagar más tasas para ahorrárselas al lugareño”
Nací en Newcastle (Inglaterra), pero he vivido en Amsterdam, Australia y EE.UU. y resido en Francia, donde planeamos proyectos para convertir el turismo masivo de paso en amigos que nos visiten a menudo. Publico ‘Cómo prosperar en la economía sostenible’ y colaboro con el IAAC de Barcelona
Más que un decorado
Los antropólogos estudian cómo los locales acabamos cediendo al turismo masivo la parte más “turística” de nuestras ciudades sin obtener nada a cambio. Thackara propone que ese turismo pague más impuestos para que nos financie a los locales, por ejemplo, el IBI o el coste de la movilidad, que frenaría el abandono del centro a los visitantes. Al mismo tiempo, idea ofertas alternativas para que parte de ese turismo de paso se implique en proyectos activos que lo vinculen a largo plazo al territorio –no sólo al de las fotos– y a sus habitantes. Son estrategias para que el turismo pase de convertir las ciudades en decorados cada vez más atestados, adocenados y caros a proporcionar beneficios a quienes las vivimos cada día.
Existe una relación directa entre el porcentaje de turistas en una ciudad y el modo como los locales los van percibiendo...
¿Cuándo empiezan a molestar los turistas?
Cuando son tantos y de conducta tan invasiva, explican los antropólogos, que los locales les van cediendo partes de su ciudad –las áreas más “turísticas”– y desisten de frecuentarlas. Al ser sólo para visitantes de paso, estas áreas acaban reducidas a decorados para las fotos.
Hoy para el barcelonés, tomarse un café en la Rambla es tirar el dinero y la paciencia.
Y así ustedes pierden sus zonas emblemáticas sin obtener nada a cambio. El turismo masivo encarece y degrada la restauración y el comercio de proximidad de la zona, porque se especializa en sacar dinero al turista de paso.
Y allí competimos con sueldos alemanes o japoneses, muy superiores a los nuestros.
Hace treinta años que vengo visitando Barcelona y he ido observando cómo los barceloneses van cediendo zonas al turismo: primero la Rambla, luego Ciutat Vella, después el paseo de Gràcia... Antes en verano; ahora, todo el año.
¿No cambiará la tendencia?
Todo lo contrario: va a más. Hay más de 500 millones de asiáticos que ya tienen bastante renta como para poder pagarse una estancia en Barcelona o en otras ciudades europeas.
Brotan hoteles como setas: ¿qué hacer?
Sólo las grandes franquicias internacionales se benefician de ese turismo de paso. Los residentes deberían pedir a sus técnicos y políticos que planifiquen estrategias para remediarlo.
El turismo también nos deja impuestos.
Aún pocos. Hay que poner más tasas a ese turismo de paso –si vienen más, hay que subirlas más– o te desborda. Lo he visto en París, Londres, Nueva York, Roma y Amsterdam, donde residí 15 años, y ahora lo vivo en el sur de Francia. Les sale demasiado barata la visita.
¿Qué propone además de la tasa?
Creemos que podríamos convertir a una parte de esos turistas ocasionales en amigos comprometidos con el territorio que compartan actividades y preocupaciones con sus habitantes y se relacionen con ellos a largo plazo.
Pero la mayoría sólo quiere pasar unos días aquí.
También está bien, pero durante esos días en que comparten la ciudad hay que convertirlos en barceloneses y que actúen como tales.
Tampoco es fácil.
Harán lo que vean hacer a los locales si es que ven locales. Así que hay que incentivar a los barceloneses, como le decía, para que no abandonen esas áreas a los turistas, por ejemplo, dándoles facilidades de movilidad que pagarían las tasas de los turistas. Los barceloneses deben volver a frecuentar zonas turísticas.
¿Que nos paguen el autobús?
La mayoría de las ciudades aún no ha logrado dar con ese modelo de equilibrio ni sabe cómo repartir con los locales la riqueza que generan los turistas. Las tasas turísticas deberían servir para reducir las tasas municipales que pagan los locales de forma transparente.
Así el turismo molestaría menos.
Pero, al mismo tiempo, hay que atraerlo con proyectos de convivencia hacia las comarcas del interior e incentivarlo para que establezca relaciones duraderas con los paisanos. Por ejemplo, la ciudad de Matera, en el sur de Italia, no está en la costa, pero atrae a miles de turistas y los vincula a proyectos locales para que repitan su visita.
¿Qué tipo de proyectos?
Un grupo de ingenieros agrónomos, granjeros, pequeños empresarios de la región y chefs han ideado ofertas de turismo agroalimentario que combinan la oferta de placeres con la colaboración en granjas y restaurantes. De esa forma, están reinventando la relación entre el turista y los establecimientos turísticos.
¿Y el turista quiere trabajar?
Quiere ser algo más que un turista. Le damos lo que busca: más implicación con el lugar y las gentes que lo habitan. Esa es la tendencia que apuntan todas las encuestas. Usted no quiere pasar por Catalunya como si fuera una película en la que no hay que bajarse del autobús: sin vivirla. Usted quiere conocer a gentes de aquí e ir a donde ellas van y vivir como ellas.
¿Y si sólo quiero ver cómo es?
Muchos sentirán que han conectado con el lugar y querrán repetir, y es lo que buscamos. Otro buen ejemplo es el de John D. Liu, director del Environmental Education Media Project for China (EEMPC), un científico chino- americano que organiza desde hace veinte años estancias fascinantes en la inmensa meseta de Loes del río Amarillo. Y son un éxito.
No serán campos de trabajo...
Son estancias de placer y conocimiento, que implican alguna actividad, que es lo que piden los viajeros más jóvenes. En EE.UU. ya hay más de 6.000 de esos campos de actividad y convivencia, abiertos a todos los visitantes para mejorar el territorio y que repitan.
¿Pagan por estar y hacer en vez de por pasar y no hacer?
Es la tendencia del turismo más maduro. Implicarse en proyectos en los destinos que visitan con los locales. Ya no quieren ser meros turistas, sino hacer cosas de aquí con la gente de aquí: cocinar, comer, hacer deporte, ayudar en granjas, viñas y bodegas... Mientras están aquí, quieren ser como los de aquí, conocerlos y dejar de ser meros espectadores.