Aquí nunca pasa nada
Zabala denuncia cómo las emergencias que antaño desvelaban la ciencia, el arte o la filosofía en su búsqueda de la verdad han sido hoy neutralizadas por un pensamiento tecnocrático único que las enmarca y neutraliza. Por ejemplo, ahora conseguir fondos para investigar es más importante que la investigación misma. De igual modo, los objetivos científicos se subordinan a las conveniencias de la división departamental universitaria; o la creación musical o cinematográfica, a la de los for-matos más comerciales. Al final, el marco de la conveniencia comercial o burocrática fagocita toda emergencia crítica, por eso –apunta– la verdadera emergencia es la falta de emergencia.
Usted defiende el pensamiento débil de Vattimo, pero los populismos cada vez son más fuertes.
Al contrario, el pensamiento débil es cada vez más robusto precisamente porque reconoce sus limitaciones y la realidad que es que nunca llegaremos a una verdad absoluta.
Nadie tiene toda la verdad y todos tenemos algo, pero eso no mueve masas.
Pero esa es nuestra fortaleza. Aspiramos simplemente a denunciar las falsedades de quienes pretenden iluminarnos. Pero lo más interesante de los populismos en Europa son sus causas: el malestar que les da alas.
Ojalá sirvan para rectificar errores.
Están sirviendo para demostrar que en la UE sólo funciona de verdad el mercado único, pero eso no es suficiente para mantenerla unida. Si no hay rectificación, los populismos acabarán hasta con ese mercado único.
¿Por qué?
Porque los partidos de centroizquierda y centroderecha, en vez de preocuparse de crear y repartir prosperidad, están compitiendo entre ellos y entre sus países a ver quién aplica más políticas neoliberales.
¿Cómo?
Desde el 2007, los europeos contemplan atónitos cómo los partidos tradicionales envían sus puestos de trabajo a países en desarrollo mientras degradan su nivel de vida. Los llamados populismos son la respuesta a esta evidencia estadística.
No todos son iguales.
Los populismos de izquierdas cargan contra la globalización de las multinacionales en alianza con las castas nacionales y los populismos de derechas acusan a los inmigrantes de ser no víctimas, sino agentes de la globalización que amenaza su bienestar. Para la izquierda los inmigrantes son parte del pueblo, y para la derecha son enemigos del pueblo.
¿Qué tienen en común los populismos de derechas e izquierdas?
El politólogo Takis Pappas habla de todos los populismos como de esa “gran cesta donde tirar todo lo que no nos gusta”.
Porque saben aglutinar malestares, pero ¿son capaces de construir bienestar?
De momento encuentran complicidades en los medios de comunicación que se nutren de grandes audiencias generadas a partir de la concepción de la política como espectáculo. Y cuantas más cosas se arrojen en esa enorme cesta de cada populismo, más movilización por rechazo observaremos, un fenómeno que daña la democracia y arruina la posibilidad de cambio real.
Tras el Brexit, ¿teme usted a Trump?
Temo la combinación de los populismos de derechas con la tecnología del control digital. Temo la imposibilidad de perderse hoy. De hecho, mi próximo libro es Being at large, que en castellano sería “andar suelto”.
Que es cada vez más difícil.
Cada vez es más difícil estar ilocalizable; ir por el mundo sin que nadie sepa dónde andas, porque el mundo digital se superpone al real. Y eso hace posible una hiperconexión que también puede convertirse en hipercontrol y en el peor de los casos en hiperrepresión.
¿En qué sentido?
En el de todos los órdenes de nuestra existencia, empezando por el de la ciencia o de la filosofía misma. Ya no preguntan al filósofo qué piensas ni qué propones ni qué quieres y puedes hacer, sino quién eres, que en lenguaje académico hoy significa cuántas veces has salido citado.
También a los periodistas ahora les miden por sus seguidores, tuits, clics...
Cualquier profesional, cualquier persona, es reductible hoy a sus números y lo mismo sucederá en todas las facetas de nuestras vidas en cuanto se generalicen aún más los big data. Es decir, el control sobre cada minuto de tu existencia y de lo que has hecho o no has hecho será absoluto.
El poder estará en decidir qué miden.
Una emergencia como la de Wikileaks ha
revelado lo controlados que estamos ya. Chomsky lo explica muy bien en un diálogo que ha mantenido con Snowden y en el que, por cierto, dice algo muy interesante de Trump. Imagínese todo ese poder de control al servicio de una ideología como la del candidato republicano si llega a presidente.
Chomsky es un clásico de la denuncia.
Pues, muy sabio, Chomsky apuntó que no deberíamos sorprendernos tanto de los triunfos de Trump, porque EE.UU. se ha estado ganando un líder como ese durante estos años y al final tenía que llegar. A mí me molesta que los italianos lo comparen con Berlusconi, porque sólo perjudicaba a los italianos; Trump ya nos causa problemas a todos.
¿Condenados a elegir: o casta corrupta o populismo y masa incompetente?
En cualquier caso, el intelectual no puede limitarse al análisis de lo que sucede, sino que debe implicarse en la mejora del mundo, como ya apuntó Marx, pero antes, como precisó Heidegger, hay que pensar cómo se cambia.
¿Sugerencias?
Me preocupa, como a Heidegger, la emergencia de la falta de emergencias; el que estemos sujetos a un poder tecnológico que impone su normalidad y al que ya no somos capaces de controlar. Y casi ya ni de criticar.