Los límites de las urnas
El solo hecho de votar, apunta Preston, no garantiza que de las urnas salga la mejor decisión para los votantes. Bajo la apariencia de la mejor democracia, el referéndum sobre el Brexit puede arrojar la peor decisión para todos, porque el asunto es demasiado complejo como para reducirlo a dos papeletas. Acusa a Cameron de irresponsabilidad por convocar el referéndum y a Boris Johnson de cinismo por pedir una salida que sabe perjudicial para su país pero beneficiosa para él. Y a ambos, de egoísmo temerario por usar la UE como campo de su batalla por el liderazgo conservador. Ojalá que, pese a los temores del hispanista, los británicos sean más maduros ante las urnas que su prensa populista y sus políticos conservadores.
Preocupado por el Brexit?
Mucho. Porque está claro que es mejor para los británicos quedarse en la Unión Europea, y los medios serios así lo reflejan, pero la plebe, la gran mayoría, no la lee y está influenciada por la prensa popular, que es pro Brexit siguiendo a Boris Johnson.
¿Boris Johnson no lee la prensa seria?
Es un cínico que usa el Brexit como palanca para sustituir a Cameron. De hecho, tenía dos artículos para publicar según cómo fueran las encuestas: uno a favor de la salida y otro en contra. Y hasta el último momento no decidió publicar el que pedía la salida.
¿Cameron le parece más atinado?
Ha sido un imbécil y un irresponsable, porque la UE es un asunto demasiado complejo para decidirlo en un referéndum.
¿Por qué en España nadie serio plantea una alternativa a estar en la UE?
Porque España antes de la Unión Europea tenía una historia de cuatro guerras civiles y dos dictaduras militares. Los británicos, en cambio, tienen una imagen idealizada de
su pasado, porque en él hay mucho de lo
que sentirse orgulloso, pero también una parte oscura: la peor cara del colonialismo.
La ocupación de Irlanda, por ejemplo.
Y otros puntos negros... Pero ese orgullo nacional impidió a los británicos abrazar sin reservas la idea de Europa. Lo explicó muy bien el laborista Clement Attlee...
¿Fue el que venció en las urnas al Churchill que acababa de derrotar a Hitler?
Y cuando los británicos dudaban si integrarse en la dinámica de unificación europea se preguntó: “¿Por qué aceptar las indicaciones de unos estados que hasta hace poco eran dictaduras de las que hemos tenido que salvarlos a costa de sangre británica?”.
A Gran Bretaña la historia le pesa y a España la lastra.
La historia es la idea que cada uno tiene de ella y de sí mismo. Por eso, la que aprendemos en el cole suele ser simplista y sesgada; luego está la sofisticada historia de los profesionales, compleja y controvertida, pero ¿quién puede leerse mis mil páginas sobre Franco? No se puede exigir a todo el mundo.
Y habría que contrastarla con otras.
Por eso, los políticos tienen fácil manipularla para reducir todos sus matices a la simplicidad del blanco y negro que les conviene. Y es lo que vemos ahora con el Brexit.
¿Qué falsificaciones de la historia acusa usted en nuestro debate político?
¿En la campaña electora española? No me pida que le adivine el futuro; bastante tengo con desentrañar el pasado.
¿Pero manipulan mucho la historia?
Mire, yo amo este país, pero observo tres constantes de siglos en su historia –la corrupción, la ineficiencia de su clase política y la violencia social como protesta por las otras dos– que desafían mi afecto...
Y el de cualquier español.
El otro día explicaba a unos documentalistas alemanes cómo el control de la dictadura franquista sobre la Iglesia, la escuela y la prensa generó un franquismo sociológico...
Luego también hubo una transición.
Pero la democracia no pudo hacer un contralavado de cerebro, precisamente por el pacto de la transición, y es una de las razones por las que en España pervive hasta hoy ese franquismo sociológico. En España no hubo proceso de desnazificación.
Franco, invicto, murió de viejo.
Los alemanes me advirtieron que la vergüenza de sus jóvenes por el nazismo se ha agotado; de ahí el resurgimiento de la extrema derecha que sólo detesta a Hitler por haber perdido y a los británicos por derrotarle.
¿También ve usted agotado el pactismo de nuestra transición?
Está generacionalmente agotada, porque ni Pablo Iglesias ni su generación la han vivido. Ya no ansían salir de una dictadura, sino de una oligarquía corrupta que acapara poder.
¿Qué errores observa en la transición?
Un error grave fue extender el proceso autonómico, concebido sólo para Catalunya y el País Vasco, a todas las regiones; también lo fue la memoria histórica paralizada hasta los 90 por no remover cenizas y luego cancelada por Aznar. Y la corrupción, de nuevo.
¿El ingreso en la UE fue bueno en todo?
La adopción del euro fue prematura para España, pese a que en ese momento parecía que le beneficiaba, y a los alemanes, más. Aún recuerdo la cantidad de coches alemanes que de repente se vieron por las calles.
Aún lo pagamos con una larga resaca.
Pero el debate sobre la Unión Europea no puede reducirse a cálculo economicista o al forcejeo británico de estos días sobre la inmigración. Por cierto, si la UE impide a Londres controlarla, ¿por qué no ha controlado aún la inmigración no europea?
Buena pregunta.
En el debate del Brexit se ha olvidado la idea de Churchill de que la Unión Europea era la mejor manera de evitar otra guerra mundial. Pero también es cierto que ha sido una locura ampliar la UE demasiado y demasiado deprisa con países que, francamente, no estaban preparados: Rumanía, con un nivel de corrupción alucinante, o ahora Bulgaria y Albania...