“No lo puedo evitar: todo me parece una suerte”
Tengo 49 años. Soy madrileño hijo de cubanos, nacionalidad que mantuve hasta los 11 años. Estoy en pareja y tengo una hija: Sara (20 años). Urge atender a las personas: que no pasen hambre, ni frío, que los ancianos estén cuidados y los niños escolarizados. Necesitamos buenos gestores. Creo en Dios
El secreto
Hacía veinte años que no nos sentábamos frente a frente, y Gabino casi a los 50 es más interesante que a los 30. En estos veinte años dice haber aprendido cuatro cosas esenciales que se resumen en una: “Yo creo que el secreto de estar bien es agradecer. Pensar ‘¡tío, no estás tan mal!’, darte cuenta de lo mucho que te han dado”. Se ha ido a vivir al campo con su pareja y sus tres perras, compañeras inseparables, Panchita (14 años), Pipa y Rona. Ahora reflexiona sobre la pareja en Nuestras mujeres (teatro Condal), la versión española del último éxito del dramaturgo francés Éric Assous, que obtuvo dos premios Molière, e interviene en Nuestros amantes, de Miguel Ángel Lamata, “...de seductor serio, qué raro, ¿verdad?”.
La última vez que nos vimos era usted un treintañero…
Mi hija Sara tenía dos añitos y ahora es una mujer.
¿Qué ha pasado?
De todo. Mi padre ha muerto, y he aprendido a quedarme con lo positivo y a agradecer, eso es fundamental.
No debió de ser usted un chaval fácil, le expulsaron de varios colegios.
No se me daba bien estudiar y las gamberradas eran mi válvula de escape.
¿Y cómo le sentaban a su padre?
Estaba lejos, durante unos años trabajó en Londres, y a mi madre le hacía cierta gracia mi comportamiento.
Eso es que confiaba en usted.
Tengo un familiar disléxico que tuvo que ir a un colegio especial. El día de su graduación en la universidad el director le pidió que diera un discurso. Él le dijo que en realidad era un fraude, que se había sacado la carrera copiando, a lo que el director le respondió: “Bueno, pero has llegado al final”.
¿Qué tal la adolescencia?
Me gustaban más las chicas de lo que yo les gustaba a ellas. Me dieron muchas calabazas y a veces me tomaron el pelo. Pero hoy tengo muchas más amigas que amigos. Las mujeres sois más sensibles y generosas. En general, los hombres no sabemos cuidar.
¿Cuándo empezaron ellas a hacerle caso?
No tengo un trauma con eso, pero mi primera novia la tuve a los 19 años. Los noviazgos no duraban mucho, fueron un poco tristes.
Era joven y famoso.
Sí, pero le interesó otro más famoso.
Del cole al cine.
Acabé en un colegio de rebotados y allí estaba el hijo de Lola Salvador Maldonado, guionista de Las bicicletas son para el verano. Ya me lo dijo un astrólogo de Terrassa.
¿Qué le dijo?
Que las mujeres siempre me ayudarían. Aquella primera película fue como un regalo inesperado, no pensé que tuviera continuidad y me fui a Australia con la idea de trabajar de camarero y echar raíces, pero me llamaron para participar en El viaje a ninguna parte y volví.
¿Cuál es la situación más surrealista que ha vivido?
Hice una película de serie B norteamericana, Eliminators, en la que yo era un policía al que acaba matando un marciano.
Sí, es bastante surrealista.
Recuerdo que el director dijo: “¡Este chico es muy flaco para ser policía!”. “Le pondremos hombreras”, dijo alguien. Pero lo curioso es que 30 años después me entero en el festival de Sitges de que esa película es un clásico.
Tiene usted suerte.
Yo creo en la sincronicidad. Me ofrecieron mucho dinero por hacer una serie de televisión, pero decidí hace el musical , y ahí conocí a la madre de mi hija. Constantemente estamos cambiando nuestro destino y muy a menudo deberíamos dar las gracias...
¿...?
Mis padres, cubanos, tenían tiendas y negocios en Cuba y se lo expropiaron todo. Yo soy el fruto de ese mal trago. Nos lamentamos de cosas que con el tiempo hay que agradecer.
¿Cuáles son hoy sus prioridades?
La naturaleza. Soy feliz en el campo paseando con mis perros. De hecho, dejé la ciudad por mi perra Rona. He colaborado con algunas protectoras, pero a veces me han pedido mayores compromisos y no los he asumido.
¿Por qué?
De vez en cuando como carne y si luchas por los derechos de los animales, debes ser consecuente. Si tuviéramos que matar al animal que nos comemos, habría muchos más vegetarianos.
Cierto.
Los animales están siempre en el tiempo presente, en el ahora, y eso es lo que nos falta a nosotros, por eso dice Eckhart Tolle que los perros son los cuidadores del ser, que nos mantienen cuerdos. Los perros son maestros.
Grandes compañeros.
Me inspiran incluso para hacer personajes, Gustavete de ¡Ay, Carmela! es como Chico, un dóberman tímido que se asustaba si gritabas.
Me gusta usted más a los 50 que a los 30.
El ego se va calmando. En esta profesión lidiamos con la incertidumbre: hoy te quieren, mañana no. Pero basta con preguntarse: ¿por qué me merezco lo bueno y no lo malo?
No se lame usted las heridas.
Soy muy curioso y, como dice un amigo, la curiosidad mueve las células y te mantiene joven. Creo que el secreto de estar bien es agradecer.
Siempre le dan papeles de graciosillo.
Es una suerte. Tony Leblanc decía: “Lo que hace Gabino es muy difícil porque hacer de tonto es fácil, pero hacer de semitonto es muy difícil”.
¿Y lo de tener un amplio repertorio?
Hay quien dice que me han encasillado, pero es como ir a un restaurante de paellas y preguntar por qué no hacen hamburguesas. Tardas tiempo en descubrirlo, pero al final lo realmente importante es que el taxista te diga lo que disfrutó con tu personaje. Estamos para la gente.
El ego no es su problema.
Cuando iba a clases de canto y me equivocaba pedía perdón. “No señales tanto tus equivocaciones, me decía la profesora. Tendrías que hacer como la Callas, que echaba la culpa a otros”. Reconocer los fallos parece un síntoma de debilidad. Pero yo soy un hombre agradecido, no lo puedo evitar: todo me parece una suerte.