Un tipo feliz
Dicen que cuando pierdes el norte, cuando te cuestionas tu vocación, has de preguntarte qué te apasionaba de niño. Sawaya era un exitoso pero insatisfecho abogado que para paliar su desazón cuando llegaba a casa se tumbaba en la alfombra como cuando era niño a crear con piezas de Lego. Así nació su tiranosaurio rex, de seis metros y 80.000 piezas de Lego, y todas las figuras que se ven en The art of the brick, que, tras exponerse en EE.UU. Australia, Asia y Oriente Medio, ha llegado a la Cúpula Events del centro comercial Arenas, en Barcelona. El artista ha creado la Fundación Arte Revolución para convertir el arte en una prioridad en las escuelas, dejando claro que no le importa que algunos insistan en que su arte es un juego de niños.
Qué hacía un artista promoviendo fusiones empresariales?
Cuando terminé el instituto no creía en mi propio arte como una carrera viable, y mis padres me presionaban para que me convirtiera en un profesional al uso. La facultad de Derecho parecía el camino para ello.
Pronto encontró trabajo.
Sí, en la firma Winston & Strawn, pero no me sentía realizado, mi creatividad estaba constreñida. Lo cierto es que el peor día como artista sigue siendo mejor que mi mejor día como abogado.
De niño construía con piezas de Lego, ¿cuándo dejó de hacerlo?
Nunca. Cuando era pequeño mis padres me mimaban mucho, me dejaban tener mi ciudad de Lego montada, invadiendo la casa, así que en cuanto llegaba del colegio lo primero que hacía era seguir con eso, jugar con mi ciudad, mi lugar de evasión.
El peor día como artista sigue siendo mejor que mi mejor día como abogado.”
¿Siguió en la adolescencia?
Sí, porque aquella actividad me daba seguridad y me relajaba. Cuando empecé la universidad y me trasladé a la residencia de estudiantes me llevé conmigo piezas de Lego, que guardaba debajo de la cama.
¿Recuerda cuál era el sentimiento más recurrente en su niñez?
Era tímido. De hecho, utilizaba el Lego para irme de aventura: si jugaba a ser una estrella del rock, me hacía mi propia guitarra; si era un astronauta, me fabricaba mi cohete.
También se fabricó un perro.
Vivíamos en una zona rural y no tenía vecinos de mi edad con los que jugar. Tener un perro era mi sueño, pero mis padres se negaron, así que desmonté mi superciudad y me construí uno.
Muchos amigos y colegas insistían en que me estaba equivocando
No debió de ser fácil dejar su trabajo y apostar por hacer esculturas con piezas de Lego cumplidos los treinta.
Muchos amigos y colegas insistían en que me estaba equivocando, que iba a abandonar un estilo de vida seguro por otro inseguro. “¡Igual no puedes ni pagar el alquiler el mes que viene!”, me repetían.
¿Tenía dudas?
Muchas, pero el sentimiento estaba claro, así que decidí alejarme de esas personas. Cada encargo que recibía pensaba que sería el último, pero siempre llegó otro, y mientras decidía qué hacer con mi vida creaba para mí mismo, de ahí nació esta exposición.
¿Aprendió a vivir al día?
Sí, buen aprendizaje, te da libertad. Cuando hice mi primera exposición (2007) asumí que iba a ser la última, invité a todos mis amigos y a mi familia como si fuera una boda.
Hubo personas queridas que consideraba buenos amigos que se volvieron supernegativas respecto a mi cambio
¿Alguien le apoyó en su transición?
Fue muy interesante, porque hubo personas queridas que consideraba buenos amigos que se volvieron supernegativas respecto a mi cambio. Me di cuenta de que cuando uno hace una transición de este tipo, la gente reflexiona sobre su propia vida, no quiere quedarse atrás y reacciona enfadándose.
Quizá porque ellos no se vieron capaces.
Todavía hay personas que se ponen en contacto conmigo para preguntarme cómo pueden hacer una transición: “Soy dentista y me gustaría ser violinista, ¿cómo lo hago?”.
Pregunta comprometida.
Debes cortar con la negatividad, alejarte de ella, ignorarla, para poder poner tu energía en seguir tu pasión.
Sin internet hubiera sido más difícil.
Cierto. Cuando empecé, a principios del año 2000, siendo todavía abogado, creé una galería virtual, porque cuando mostraba mi trabajo a las galerías de arte todos torcían el gesto. No hubo ningún marchante que me apoyara.
Hoy expone en todo el mundo, pero siguen criticándole.
Sí, hay críticos que no se toman en serio mis piezas, las menosprecian, creen que hacer arte con un juego de niños no es serio.
Mi mayor pretensión es inspirar al público para que cree
¿Lo es?
Yo siempre he admirado a Tom Friedman, un artista que utiliza elementos domésticos para hacer esculturas. Cuando yo empecé sus libros me inspiraron mucho, pensé que si él era capaz de hacer magníficas esculturas con vasos de plástico, quizá era legítimo que yo hiciera esculturas con piezas de Lego.
¿Cuál es su ambición?
Mi mayor pretensión es inspirar al público para que cree; que el arte sea muy accesible, por eso utilizo Lego. Cuando hago exposiciones vienen niños con sus obras de Lego para enseñármelas, y eso me llena de alegría.
Para usted el arte no es algo elitista.
Hay muchos niños que quieren ser Leo Messi, y mis esculturas han contribuido un poquito a que algunos digan “quiero hacer arte”, y eso es muy especial para mí.
¿Por qué?
Expresar y cultivar nuestra creatividad nos hace más felices y por tanto mejores personas. Y en este sentido soy un activista, recorro las escuelas de Nueva York, llevo material a los niños y creo con ellos.
Su carrera ha sido bastante meteórica.
Empecé a hacer mis primeras esculturas a gran escala hace 16 años. Soy muy afortunado, nunca pensé que tendría exposiciones itinerantes recorriendo el mundo, lo que me permite estar en contacto con distintas culturas. Es muy inspirador.