“La causa última de la guerra siria es el cambio climático”

Tengo 39 años: tic, tac, tic, tac, el planeta está en peligro: no tenemos otro y debemos movilizarnos para salvarlo. Nací en California y vivo en Berlín, pero nuestra patria es la Tierra y ahora nos necesita. Tengo dos hijos, uno de 4 años y otro de 4 meses: mis dos grandes razones para seguir luchando

Alexandra Cousteauexploradora de National Geographic

Recuerda usted algún río o playa que amara de niño?

El río de mi pueblo, donde nos bañábamos.

¿Se podría bañar en él ahora?

Huele a purines: con el dinero de las granjas hicieron una piscina.

Y la piscina también huele a cloro..., ¿verdad?

Pues ya no voy mucho, pero supongo.

¿Y usted no hace nada para que nuestros hijos tengan un río limpio y que no huela a lejía en el que bañarse y gozar como usted de niño?

Parece que allí prefirieron una piscina.

¡No lo permita! ¡Dígales que hay millones de piscinas en el planeta, pero cada río es único!

Al menos para mí lo era.

Es que lo era: con sus plantas, animales y peces únicos. Seguro que con especies endémicas...

Un barbo colirrojo de montaña.

Y todo eso se ha perdido. Ahora hay millones de piscinas iguales en todas partes, pero todos esos ríos únicos con sus renacuajos y los peces con los que usted creció... se han extinguido.

¿Podríamos recuperarlo?

Debemos recuperarlo. ¿Bucea usted?

Me da miedo, pero con usted me atrevería.

¡Inténtelo! Todos deberíamos bucear y comprobar lo que está pasando: bucear hoy en el Mediterráneo es aburridísimo. Ya no tiene ningún interés. Es un mar que se muere. Mi abuelo tenía razón: lo hemos degradado.

¿Pero mi río y su mar son recuperables?

Sí lo son. Si nos movilizamos y nos organizamos y presionamos, podríamos recuperar ríos y mares y toda la vida que amparan.

¿Cómo?

La reserva marina de la isla de Cabrera, en las Baleares, por ejemplo, se salvó a tiempo. Ahora se trata de ir ensanchándola. En eso andamos.

¿Con una reserva basta?

No, pero es parte de nuestra estrategia de localizar reservas, convertirlas en refugios marinos e ir ensanchándolas poco a poco. Lo mismo con su río: recupérenlo y vayan ampliando esa área recuperada en el territorio hasta convertir el máximo de la zona en protegido.

¿Dónde buscan ustedes esos refugios que irán ensanchando?

Trabajamos en el Mediterráneo, ya le he dicho, porque es un mar que ahora mismo no tiene interés para el buceador: nuestras costas han perdido su diversidad original. Pero tiene remedio.

¿Qué le parece la costa de Barcelona? ¿Mensaje para la alcaldesa o el president?

Que reciclen toda el agua posible todas las veces posibles; que la traten antes de verterla al mar, y que recuperen la vida marina que hubo en su día, cuando mi abuelo Jacques exploraba el Mediterráneo. Es posible.

¿Cómo?

No estaría mal que crearan zonas de recuperación marina y parques de inmersión acuática.

Se llenaría de turistas.

Es que el turismo subacuático –bien gestionado– es bueno para la recuperación de nuestros mares. Es un incentivo para que invirtamos en ellos y aumente así la concienciación sobre el medio ambiente.

Usted viaja y filma constantemente en los siete mares. ¿Dónde está trabajando ahora?

En el Báltico, donde hemos localizado algunos refugios interesantes. Es un mar muy peculiar. También casi cerrado, como el Mediterráneo. Tratamos de detectar esas reservas, acotarlas, protegerlas, concienciar a todo el mundo sobre ellas, y luego ir añadiéndoles territorio.

¿Explora y filma como su abuelo?

Y damos directrices de conservación políticas a los gobiernos y a la UE. Con la fundación en memoria de mi abuelo, Blue Legacy, con la expedición Blue Planet y con el grupo Oceana, con el que ahora también trabajo.

¿La mejor inmersión de su vida?

La primera que hice en el Calypso, el barco de mi abuelo...

¡Mítico!

...Yo sólo tenía siete años y mucho miedo.

Y muchos aún lo tendremos con 70.

Pero, por Dios, yo estaba en el Calypso. Si no buceabas allí, no eras nadie, y yo quería ser mayor.

¿Cómo superó su miedo?

Mi padre no estaba. Murió cuando yo sólo tenía tres años.

Lo siento.

...Aún me encuentro viejos amigos suyos que al verme me hablan de él y lloran al recordarlo. Mi abuelo quedó destrozado por su muerte, pero siguió siendo el pionero de la conservación marina, incluso con más devoción. Se volcó totalmente en su misión. Yo viajaba con él mucho.

¿Y usted se lanzó a bucear?

Sí, porque estaba mi abuelo, que tenía una forma mágica de explicar el planeta y sus mares, que no pueden existir por separado. Me lancé al agua y de pronto pude respirar y ya me encontré en medio de un banco de peces, feliz.

¿Qué le hace sumergirse ahora?

Estamos en guerra, una guerra más importante que la II Guerra Mundial. Estamos en guerra por salvar a nuestra especie y con ella a todo el planeta. O nos lo tomamos así, o, créame, no vamos a durar mucho nosotros ni nuestros hijos.

Mejor pensar en una misión pacífica.

Más que eso. Es pacificadora, porque los refugiados de Siria son ya refugiados del cambio climático. El conflicto latente en Oriente Medio es por el acceso al agua, y el calentamiento global ha ido enconando las rivalidades en el área y provocando migraciones, tensiones, rivalidades y, al final, conflictos armados entre grupos tribales y religiosos.

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