“Me asombra seguir vivo tras el frenesí de la tele de los 90”

Emilio Aragónproductor de teatro y televisión

Me acuerdo de cuando era Milikito...

Sólo mímica y un cencerro... Luego ya hablé: fue una gran disciplina de aprendizaje.

¿Le gustaba?

Sí: desde chaval acompañé a mi padre, Miliki, a sus actuaciones. ¡Por eso la familia es lo más importante para mí, lo he vivido!

Familia de payasos...

Mis abuelos ya eran payasos, mi abuelita era una écuyère, danzarina sobre el lomo del caballo... Y yo nací en Cuba porque mis padres y mis tíos estaban trabajando por allí.

¿Qué hacían?

El primer programa de televisión en español de la historia: como la clásica cara pintada de blanco quedaba mal en pantalla, dejaron de pintársela... Desde los años cuarenta hacían las Américas para poder comer, porque en España era imposible.

¿Cuándo regresaron a España?

En los años setenta, para una prueba en TVE: Los payasos de la tele. Y gustaron tanto, que ya nos quedamos.

“¿Cómo están ustedeeees?”

Gabi, Fofó, Miliki, y luego Fofito y Milikito.

¿Y sigue la estirpe?

¡Sí! Con mis primos, los hijos de mi tío Gaby, excelentes músicos, ahora hemos montado Aire, un espectáculo de mímica, humor y música para todos los públicos.

Lo he visto: ¡virtuosos músicos, cierto!

En mi familia todos hemos tocado algún instrumento, siempre. Yo ahora siento a mi nieto en mis rodillas, toco el piano, ¡y él sigue el ritmo! Y tiene sólo dos añitos.

Buen método.

El vínculo emocional facilita el aprendizaje musical, eso está comprobado.

Ejerce usted de joven abuelo, veo.

Ahora mismo es la pasión de mi vida: mi nieto. Me alegra tener energía para disfrutarlo.

¿No añora el escenario, el plató, el espectáculo...?

Veo actuar a mis primos... y confieso que se me van los pies. Pero ahora prefiero la página en blanco para crear.

Fue usted el rey del mambo en la televisión de los noventa.

Fue bonito... y agotador: aún me asombra haber sobrevivido a aquel ritmo frenético, pero era joven, tenía ganas... Eso sí, dejé Médico de familia para no fallecer de un infarto.

¿Sí?

Recuerdo exactamente el día en que frené el coche y le dije a mi mujer: “Nos vamos”. Grabé la parte que me quedaba y nos fuimos un año a Boston... a tomar clases de música.

¿A qué se dedica usted ahora?

Este verano dejé Globomedia, y ahora he escrito y estoy rodando una serie de televisión que se estrenará en septiembre en Antena 3.

¿De qué va?

A un neurocirujano le trasplantan el corazón... y empieza a ver cosas... Es un thriller psicológico sombrío y se titulará Pulsaciones, con Leonor Watling, Pablo Derqui, Juan Diego Botto... y Meritxell Calvo, actriz catalana espléndida.

Vea en TV3 la serie Nit i dia.

¿Sí? Lo haré, gracias por el consejo.

¿Hacia dónde va ahora la televisión?

Veo mucho talento, ganas de explorar nuevos caminos en la ficción, porque hay también un público más exigente y dispuesto a la calidad. ¡El momento es muy interesante!

Qué raro escuchar a alguien no apocalíptico.

La televisión no es distinta del teatro, del cine, de los libros, de saber: contiene de todo, bueno, malo y regular.

¿Qué necesita para ser feliz?

¿Yo? ¡Muy poquito! Una mesa con embutidos y un vaso de vino, rodeado de amigos y familia... ¡y ya está! Y que haya algún instrumento cerca para acabar cantando.

¿Piensa en su padre en esas mesas?

Pienso en mi padre todos los días, y hasta me emociono. Es que éramos compañeros, le confesaba todo, le consultaba...

De todo lo que ha hecho, ¿con qué se queda?

Con el día en que dirigí El soldadito de plomo, una composición mía, ante la Orquesta Sinfónica de Madrid. Sentí que todo había merecido la pena..., y lloré.

¿Se siente usted músico, sobre todo?

Sí, en lo más hondo soy un músico.

¿Y dónde queda el circo? ¿Ha muerto?

No. Hay circos que dan grima, con animales..., pero otros circos clásicos son preciosos, como el Raluy, el Cric... Y hay además un tipo de circo reinventado, el Soleil... Y nuestro Aire es otra forma de hacer circo.

¿Qué le gustaría hacer antes de morir?

Dar la vuelta al mundo en un velero con mi mujer. ¡O cruzar el Atlántico, al menos!

Seguro que lo hará.

Seguro, los hijos ya son mayores...

¿Qué separa a los chavales que veían Los payasos de la tele de los de hoy?

Me preocupan fenómenos como el sexting, intercambio de imágenes de contenido sexual entre niños de once años, que se graban, se las envían...: ¡no puede ser bueno!

¿Qué propone hacer?

No sé, pero debería establecerse con urgencia algún tipo de control tecnológico para evitar este desaguisado.

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