"La definición de 'Homo sapiens' es precipitada, nos falta mucho"

Tengo 58 años. Nací en Tombuctú (Mali). Vivo en Almería. En África no decimos el número de hijos que tenemos para que el diablo no lo oiga. Me licencié en Arte Dramático y Filosofía. La política es un teatro alejado de los buenos samaritanos. Creo en la espiritualidad y el encuentro de las religiones

Ismaël Diadiéfilósofo, poeta y responsable de la conservación del Fondo Kati

Cuénteme su historia.
Es la historia de una sucesión de exilios a causa de la ceguera humana. Arranca en 1468 con el exilio de Ali ben Ziyad al Quti, ciudadano de Toledo que, expulsado de la ciudad, se instaló en Tombuctú; y finaliza con mi propio exilio en el 2012.

¿Su familia lleva seis siglos custodiando y ampliando una biblioteca?
Ali ben Ziyad al Quti se llevó consigo más de 3.000 manuscritos de temática árabe medieval, de renegados cristianos y comerciantes judíos. Se casó con la sobrina del rey de Songhay, y su hijo, Mahmud al Quti (astrólogo, médico, abogado), fundó el Fondo Kati añadiendo los manuscritos de su tío el emperador Askia, con quien se educó en la corte de Gao.

Los moriscos conquistaron el imperio songhay en 1610. ¿Qué fue de la biblioteca?
La familia Al Quti logró escapar y refugiarse en un pequeño pueblo. Pero en el siglo XIX se impone un reino teocrático musulmán, y la familia, descendiente de cristianos renegados y judíos, es perseguida. La biblioteca, disgregada y reunificada años después. Ocurrió varias veces.

¿Cómo le llega a usted ese legado?
A mi padre y a mí nos tocó reagruparlo. Y con José Ángel Valente, Juan Goytisolo, José Saramago y Amin Maalouf conseguimos erguir la Biblioteca Andalusí en Tombuctú (2003). En el 2012, con la llegada de los islamistas, tuve que volver a dispersarla para salvarla in extremis.

¿Adiós a la pluralidad?
Sí. En Tombuctú siempre convivieron en paz musulmanes, cristianos y católicos. Cada Navidad, mi madre, musulmana, iba a la iglesia para ayudar a sus vecinas cristianas a preparar la comida. Y cuando había fiestas musulmanas los cristianos se sentaban a nuestra mesa.

Suena muy civilizado.
Pero de repente había que volver a huir con el Fondo Kati, en secreto. La gente se enteró de que nos íbamos y junto al camión nos esperaba una multitud que quería huir.

¿Qué hizo?
Repartir los baúles con los manuscritos entre la familia, pedirles a los hombres que se quedaran y llevarme a las mujeres y los niños. Nos esperaban un barco y hombres armados con esa arma que ha matado más que el sida y el paludismo.

Con kaláshnikov.
"¿Por qué huyen?", me preguntó el jefe. "Tenemos miedo" . "Esta guerra es para liberaros", me replicó. "Pues deberíais empezar por consultarnos y no apuntarnos con armas". "Llevas razón –me dijo– y debes quedarte, necesitamos gente como tú, pero si quieres marcharte hazlo ya, antes de que cambie la guardia. Y de noche, ni respiréis". Así llegamos a Mopti.

Extraño encuentro.
Entendí que no se puede generalizar: entre las personas que te amenazan puede haber una que te salve. Gracias al dinero de un catalán, Josep Santacreu, pudimos alquilar casas donde esconder los manuscritos y salvarlos de los yihadistas.

La suya ha sido una vida ajetreada...
Nací tres años antes de la independencia de Mali, a los seis años vi fusilamientos de rebeldes tuaregs por las calles. Tres años más tarde viví mi primera sequía y vi como la gente moría de hambre. Tres años más (1969), la epidemia de cólera: tantos amigos muertos.

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Tres años más (1972), la gran sequía del Sahel con más de un millón de muertos. Yo tenía 15 años... Ya ve, la mía ha sido una vida idiota, parece que no sepa contar más de tres.

¿Vivió los grandes éxodos que provocó aquella hambruna?
Salíamos al desierto para ayudarlos a recorrer los kilómetros finales, caía tanta gente muerta por el camino que no podíamos detenernos a enterrarla. Llegaban manadas de personas al campo de refugiados, deshidratadas. Acomodabas a alguien, ibas a por agua y cuando volvías había muerto. Así perdí la inocencia.

Entiendo.
He visto como políticos y funcionarios revendían la ayuda humanitaria internacional para comprarse una casa y un coche más grandes. ¿Cómo tener respeto hacia el ser humano?

...
Tres años más (1975), durante la contienda entre Mali y Burkina Faso, fuimos presa del terror de que nos llamaran a filas. En 1978 publiqué un libro de poesía, Territorio del dolor, donde con 21 años explicaba la desilusión de las independencias africanas que sustituyeron al colonizador europeo por sátrapas nacionales. A los 24 era responsable del Ministerio de Cultura.

...Con los sátrapas.
Sí, pronto me encontré con un caso de corrupción. Escribí al ministro para que pusiera orden, y eso hizo: me mandaron a un lugar olvidado en la frontera de Mauritania durante un año. A los 31 años vine becado a España y viví entre los dos países. Con unos franciscanos de Granada creamos una decena de maternidades en Tombuctú y planté 12.000 árboles.

¿Qué ha entendido del ser humano?
Salimos de las cavernas para entrar en las casernas. La definición de Homo sapiens es precipitada, nos falta mucho para merecer ese título.

¿Cuál es su esperanza?
Un hombre sabio no tiene esperanza, simplemente vive. Yo no llego a esa sabiduría y ansío salvar la diversidad cultural y religiosa que representa el Fondo Kati y retirarme a una cabaña a orillas de algún río en la que vivir en paz.

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