"Ese instante en que te olvidas de ti mismo..."
Tengo 52 años. Nací en Moraleja (Cáceres), viví en Francia y ahora en Barcelona. He sido agente inmobiliaria. Separada, tuve un hijo, Karim, que murió a los 18 años. ¿Política? Hacedlo que podáis. ¿Creencias? Amor. Hace doce años viví el silencio, y ya lo veo todo desde ahí
Libertad
“Está iluminada”, me han dicho. Ah, pues la entrevisto, a ver. Comemos jamón mientras conversamos. Desconcertante mujer, corriente y moliente, pero... “¿Y si ahora nos sacudiese un terremoto, qué?”, pregunto. “Nada, haría lo que hubiese que hacer”. Ve los horrores del mundo en la tele y no se altera, no juzga. Todo es lo que es. “Y el dinero, ¿qué?”. Despreocupada, “confío”. Dice: “Antes, nerviosa, hacía cosas”. Dice: “La libertad es hacer lo que toca”. Ve Gran Hermano y no se siente mal. “Antes pensaba, y sólo alguna vez sentía: ahora siento, y sólo alguna vez pienso”. Gracias, Yolande , amable charla. El jamón está riquísimo, tiene razón.
Dice que vive en el silencio?
Sí... Es la palabra que más se aproxima: silencio.
¿Qué es el silencio?
Presencia. Todo en su sitio. Conciencia desnuda. Mirada pura. Es un punto inmóvil desde el que veo la realidad, las cosas del mundo, incluido mi yo.
¿Nada le afecta, quiere decir?
Sensible a todo tal cual es, nada me arrastra.
Todo “tal cual es”... ¿qué es?
Los hechos. Sin apego a una emoción o un pensamiento sobre ellos. Porque las ideas, los pensamientos... son sólo comentarios a los hechos, la realidad previa e indiferente.
¿Usted está bien?
Paz continua, alegría, felicidad. Soy.
Desde fuera la veo la mar de normal.
Gozo de cada instante. Es algo así como... ¡como si tuviese un dedo posado siempre sobre el corazón! La presión es a ratos más honda, y entonces el gozo se intensifica.
¿Y desde cuándo está así?
Desde hace doce años.
¿Qué pasó?
Algunos lo llaman despertar espontáneo. Yo digo: “El silencio sana”, porque me sané.
¿De qué?
De mi personalidad, de un modo de ser y ver, de mi yo, de aquella Yolande y de su frustración, padecimiento, desesperación...
¿Pero qué le pasaba, mujer?
Ansiaba que las cosas fueran de un determinado modo, mi yo exigía, Yolande quería moldear la realidad... Y, claro, todo eran reveses, contrariedades..., ¡sufrimiento!
Nos pasa a todos, me parece.
Aquel día había quedado con mi hijo de 18 años, íbamos a cenar juntos. Por entonces me preocupaba mucho mi hijo, me angustiaba que le pasara algo malo, ansiaba una mejora en nuestra relación...
Ya: se llama madre.
Poco antes de nuestra cita, Karim me dice que ha quedado con unos amigos ¡y se larga!, y me quedo sola en el salón, sumida en algo que podría denominar desesperación... Y entonces, allí, sola, sucedió.
¿Ese despertar espontáneo?
Sí, el silencio... Me sentí en un punto fijo previo al yo, anterior, eterno, inmóvil, una mirada al mundo tal como es, y todo estaba en su sitio, y qué paz absoluta...
¿Cuánto duró esta experiencia?
Menos de lo que dura un parpadeo.
Sensación muy, muy fugaz, entonces.
Pero ya imperecedera, indeleble. Ya miro siempre desde ahí, desde esa presencia.
¿Y qué ve?
Sólo dos meses después, en un accidente de tráfico, mi hijo murió...
Buf... Lo siento...
Viví serena su pérdida y ausencia. Al ver que no me desgarraba ni desmoronaba, todos mis familiares y amigos creyeron que no lo había asumido aún, que cuando me diese cuenta... ¡me hundiría sin remisión!
¿Estaba insensible?
No, no era estupor insensible, ¡al contrario!: asumía el hecho desnudo, real, tal cual era. Y veía venir la tristeza... y la veía pasar...
¿Se sentía bien?
Dos meses antes, ese mismo hecho ¡me hubiese matado! Y ahora lo vivía sin turbulencias, sin culpa, sin desesperación... No como yo, sino desde esa mirada real, desde el silencio, la paz, la eternidad, ¡desde el ser!
Y... ¿sigue usted así?
Sí.
¿Hizo algo para merecer este don?
No.
¿No había leído a los místicos, a los santos, quizá a algún gurú oriental...?
Nada, nunca. Yo he leído muy poquito...
¿Hizo yoga, alimentación vegetariana, meditación trascendental?
No, nada.
Aconseje algo para alcanzar el silencio.
No hacer. ¡No hacer todo eso que acabas de enumerar! Lo hacen los buscadores y...
Y quien busca encuentra, ¿no?
¡No! ¡Para! Deja de buscar. Tanto denuedo en buscar, tanto empeño... ¡aleja lo buscado! Todo esfuerzo es obstáculo.
Esto incomodará a mucho gurú...
Basta con ser consciente de que esa mirada existe, de que el silencio está aquí. En cada uno. Siempre. Y te llegan invitaciones...
¿Cuáles?
Ese instante en que estás haciendo algo... ¡y te olvidas de ti mismo!, y sientes que todo está bien... “Olvido de sí”: ¡eso es!
Es cierto que eso sucede a veces... También me sucede al dormir.
¿Y te asustas... o es maravilloso? Pues eso, la misma disolución del yo pero en la vigilia. El yo... te separa del despertar a lo real.
¿Está iluminada, Yolande?
Ja, ja... La ipseidad, la llamó Ibn Arabí en el siglo XIII. “El vacío”, dijo Krishnamurti. Y me gusta el poeta místico musulmán Rumi, que dice: “Te has pasado la vida haciendo bellos discursos... Por un tiempo deberías caminar solo en los jardines del silencio”.
¿Qué es la muerte?
Muere el cuerpo. Yo he vivido ya la muerte psicológica, vivo en el silencio, la presencia, el orgasmo continuo, el amor. ¡Y todo está muy vivo! Vivo en el carpe diem y todo es tan intenso... ¡Qué rico está este jamón!