"Durante un año seguí a gente para ver adónde iba"

Tengo 62 años. Parisina. Vivo sola aunque tengo novio: mejor cada uno en su casa. No tengo hijos porque no he querido. Mis estudios son siete años de viaje. No soy capaz de resumir mis ideas políticas. Mi familia es judía, pero no tengo ninguna creencia espiritual o religiosa

Sophie Calleartista conceptual

Mi padre era coleccionista de arte contemporáneo, pero yo jamás había pisado un museo.

¿Ni se había planteado ser artista?
No. A los 19 años me fui a recorrer mundo, sin dinero y en autostop. Allí donde llegaba buscaba trabajo. En Nueva York fui camarera, campesina en Grecia. Aprendí a vivir, a adaptarme, a pelear, a estar sola, pero regresé perdida siete años después.

¿Por qué perdida?
Estaba deprimida, no era capaz de levantarme y tomar decisiones, no tenía amigos ni energía y me había desconectado de París, así que durante un año decidí utilizar la energía de los otros como motor: empecé a seguir a gente para ver adónde iba, a qué bares, lugares...

Una idea original.
Mi padre me había dicho que cuando supiera lo que quería me ayudaría, y yo quería hacer fotos y escribir sobre esa experiencia, así que mi padre me montó un laboratorio, me mantuvo y por primera vez viví con él. Decidí seguir a un desconocido hasta Venecia y registrar sus pasos.

¿Y consiguió exponer ese trabajo?
Más tarde, al principio no sabía que eso era arte contemporáneo.

¿Qué hizo después?
Un proyecto me llevó a otro: me di cuenta de que no podía ver ni dónde ni cómo dormía aquel hombre, y para ahondar más en la intimidad de los desconocidos fui camarera en un hotel de Venecia durante un mes.

Es usted especial.
Retraté cómo ocupan las personas las habitaciones, que cambian según el inquilino.

Luego le pidió a su madre que contratara a un detective para que la siguiera.
Quería comparar la descripción de mi día con la descripción sin sentimiento de un detective. Mis autorretratos y sus fotos.

¿Descubrió algo?
Yo no hago las cosas para descubrir nada, soy artista.

Entiendo. Los catálogos y los comisarios dicen que usted retrata la intimidad.
No. De los demás sabemos dónde trabajan, cuánto dinero ganan, si tienen hijos, cuál es su política..., a mí me gusta saber en qué lado de la cama duermen. Me mueven los detalles, la poesía de los pequeños gestos.

Grabó usted la muerte de su madre.
Le habían dado tres meses de vida y decidí pasarlos a su lado, saber cuáles iban a ser sus últimas palabras. Pero como la gente suele morirse cuando te ausentas un momento, decidí poner una cámara de vídeo.

¿Su madre estaba de acuerdo?
Mi madre era totalmente extravagante y no podía aceptar no ser el centro de atención. "¡Finalmente soy tu protagonista principal!", me dijo. La cámara se hizo nuestra amiga: cuando yo me ausentaba mi madre le hablaba, así pasé de obsesionarme por cuánto tiempo le quedaba a mi madre a cuánto tiempo quedaba de película.

¿Y cuándo decidió que era una obra de arte?
La idea fue del comisario de la Bienal de Venecia Robert Storr (2007). El proyecto ha estado expuesto en medio mundo y le ha dado a mi madre una presencia en mi vida permanente, sigue siendo el centro.

¿Terapéutico?
Muchos de mis trabajos lo son; pero no es el motor, es la guinda del pastel.

¿Ha habido algo difícil?
Hago la vida que he escogido. No tengo responsabilidades que me puedan hacer daño, no tengo hijos.

¿También lo escogió?
Sí. No me gustan los niños, pero no tenerlos fue difícil porque todo el mundo insiste en que los tengas. Quizá porque quieren que sufras como ellos o quizá porque piensan realmente que es una necesidad.

Curiosa observación.
Yo no creo en la felicidad de la familia. Hace 40 años que me despierto pensando "qué placer no tener niños". Pero la presión fue constante y agresiva. Intolerable, increíble. Cuanta menos familia, más amigos, así que esa terrible soledad que me auguraron no se ha cumplido. Y tengo novio desde hace once años, pero cada uno en su casa.

Deme sus motivos.
No me gusta sentirme emparejada. No estamos aburridos el uno del otro. No conozco su ropa sucia ni su correo.

De una ruptura organizó una exposición, es usted peligrosa.
Lo he hecho dos veces. He aprendido que puedo utilizar la vida para el arte. Salía con un escritor que rompió conmigo a través de un e-mail y decidí dárselo a leer a 106 mujeres cuyo trabajo es interpretar (actrices, psicólogas...) para que lo interpretaran.

¿Y qué dijo él?
Se enteró, me llamó, no le gustó, pero pese a ello respetó mi proyecto, y eso me impactó.

Invitó a 45 desconocidos a dormir en su cama.
Eso es de 1979. Pasaban la noche y yo los fotografiaba durmiendo. Pero nunca me dejo llevar, siempre controlo la situación.

¿Alguna vez ha ido al psicoanalista?
Una vez y por error.

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