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"Con un hombre que ya está comprometido, estás sola"

Tengo 57 años. Nací en Barcelona y vivo en Madrid. He vivido en París, Londres, Buenos Aires y Los Ángeles (10 años). Casada por segunda vez. No he podido tener hijos. En política, la falta de honestidad es hoy la norma. Creo en la parte buena de las personas religiosamente

Assumpta Sernaactriz y profesora de interpretación

Su edad decisiva?
Los cuarenta. Me dije: "Te quedan 40 más de vida activa, más vale que escojas bien". Me tomé un año sabático, aprendí mucho y di un vuelco a mi carrera: decidí crear la fundación y la escuela.

Se reinventó.
Sí, y me parece algo necesario. Desde entonces no he dejado de preguntarme: "¿Estás haciendo lo que quieres hacer?". Hay tantas cosas que ver, que escuchar..., es una pena tener que morirse.

Vitalista.
De los 20 a los 30 dije no a muchas cosas, y luego eso te pasa factura.

Incluso dijo no a Tom Cruise.
Mi agente en Los Ángeles, Vicky Light, me propuso una lista de actores para fingir un romance. Cosas de la publicidad. Pero lo que yo quería era ser una buena actriz.

¿De dónde venía?
Mi padre, ingeniero, me obligó a estudiar Derecho. Ser actor no era algo que se valorara. Acabé marchándome de casa de un portazo e instalándome en Madrid. Eso me llevó, muchos años después, a crear la fundación para dignificar la profesión y ofrecer formación de posgrado a los actores.

No se conformó con ser chica guapa.
Yo nunca me vi guapa, pero estaba segura de mí misma. A los 26 años había hecho cinco películas, teatro, tenía una vida interesante y la sensación de que lo podía hacer todo. Fue entonces cuando me fui a Estados Unidos a empezar de nuevo.

Hizo cosas buenas y también purria.
Aceptaba todo lo que me ofrecían porque lo que quería era aprender.

Más de cien películas. ¿Qué ha sido lo bueno y qué lo malo?
Llevo 35 años en la profesión. Lo peor ha sido no haber trabajado más en mi país.

Si se hubiera quedado, no habría estado en el comité de los Oscar.
El sentido de pertenencia es algo importante en la vida. Haber vivido en muchos sitios te da apertura de mente, pero no he tenido amigos que hayan evolucionado conmigo, me faltan esas referencias emocionales.

Se instaló en Los Ángeles. ¿Sola?
Estaba con un hombre casado, Patrick Bauchau, bastante mayor que yo: cultísimo, viajado, budista, con una carrera internacional que yo ambicionaba. Se convirtió en mi mentor. Pero con un hombre que ya está comprometido siempre estás sola, aunque eso no quita que fuera una relación interesante.

Y dolorosa, imagino.
Sí, esa fue mi lección de vida. Yo quería montar una familia y él ya la tenía. Pasados ocho años lo abandoné. Luego conocí a mi actual marido, Scott Cleverdon. Fue curioso...

¿Qué pasó?
Estábamos en un campo de batalla, en Crimea, sobre dos caballos en celo; no había manera de rodar la escena. Él es doce años menor que yo, pero no pudimos tener hijos, y fue entonces cuando lo dejé todo.

Usted ha vivido para el trabajo.
Sí. Ni siquiera me acordaba de cuándo era el cumpleaños de mis allegados. Mides las cosas de otra manera, los años los asocias a películas rodadas: "1985: Matador. 1993: El maestro de esgrima"...

Volvamos a sus 40 años.
Estaba llena de preguntas: ¿quién soy?, ¿qué quiero?, tuve que ir hacia dentro. Estaba en Buenos Aires rodando una película sobre una mujer loca que se hacía esas mismas preguntas, y allí me quedé. Me aparté de todo, de mi marido, del cine...

Le afectó la loca.
Estábamos en la Patagonia rodando. Un sábado alquilé un coche y me fui a recorrer carretera: frente a mí, detrás, a los lados..., el mismo paisaje durante cinco horas. Fue una metáfora del punto en el que estaba.

¿Lloró?
Sí, lo lloré todo. Fue una búsqueda intensa, un año de psicólogo y psiquiatra.

Estaba en el lugar ideal para eso.
Sí, ja, ja, ja... Me acuerdo de ir por la calle, verme reflejada en los escaparates y no reconocerme, me había disociado de mí misma.

¿Qué averiguó de sí misma?
Entendí lo importante que es escuchar y escucharte, y descubrí otra vertiente de mi profesión: la gente se identifica o se contrasta con los personajes, así que tienes la responsabilidad de escogerlos bien. Esa mirada profunda hacia dentro me dio la claridad de saber con quién y dónde quería estar.

Decidió volver con su marido.
Fue la reconquista del Everest. Aprendí lo importante que es una relación profunda a dos: ese jugar a tenis de dos almas.

A las actrices les afecta especialmente el paso de los años en la profesión.
Creo que las personas que se retocan tanto son tristes, hay algo que no tienen y que luchan desesperadamente por tener. No se aceptan y no dejan que el presente florezca.

Ya, pero las arrugas te restan papeles.
Esa afectación es más emocional que profesional, ahí está Jessica Tandy con un Oscar a los 90 años. Pero hacen falta más películas de protagonistas femeninas maduras con las que identificarnos. Hay excesivas referencias sobre la juventud y muy pocas sobre la experiencia.