"No hago cosas para ser feliz, soy feliz porque hago cosas"
Tengo 77 años. Nací en la parte alta de Barcelona y vivo en un piso del Raval. Soy monja teresiana desde los 19 años. Soy célibe, sin hijos. Soy más bien de izquierdas, y ahora soy independentista. ¡Estoy enamorada de Jesucristo! No hay nada más bonito que amar y ser amado
'El regal de la vida'
Dijo Teresa de Jesús: "Dábanme contento las cosas de Dios, teníanme atada las del mundo". Le pasa lo mismo a la monja Viqui Molins, santa del Raval, que da clases de refuerzo a niños (la lectura es fundamental para ella), organiza pisos de acogida para inmigrantes pobres, asiste a prostitutas desamparadas, visita a los más irredentos presos en las cárceles... ¡Y jamás juzga!, sólo acompaña y ayuda: su trabajo consiste en amar. Vive en un piso con Pilar, Ana y Pepi, otras monjas de la calle, uniendo sus pensiones (600 euros la de Viqui), "y siempre sobra, para ayudar", sonríe, feliz (viqui70@yahoo.es): explica todo lo que hace en el libro 'El regal de la vida' (Columna).
Enamorada de Jesús?
Sí, desde jovencita.
¿Qué le enamoró de Él?
Que vino a enseñarnos a amar, no a fundar religiones.
¿Qué es amar?
Vivir feliz. Amar da felicidad.
¿Para eso se hizo monja?
Y por cierto sentido de la heroicidad. ¡Pero dudé, lo pase fatal!
¿Qué le hizo dudar?
Renunciar a una pareja, al sexo, a tener hijos... Me pesó durante años, no fue fácil.
¿Tenía novio?
Sí, se llamaba Narcís, nos cogíamos de la mano... Estábamos muy enamorados.
Pero ganó Jesús.
Sí, y monté una despedida de soltera. Invité a Narcís... pero no vino. Lo entiendo.
¿Se ha arrepentido de su decisión?
No. He sido coherente y soy muy feliz, "bienaventurada": Jesús enseñó las bienaventuranzas..., pero en el noviciado me insistían en los mandamientos, ¡qué error!
¿Error?
Alejan a la gente. Y me amonestaban: "Victoria, eres seductora...". Y eso me torturaba, me encogía... ¡hasta que leí a Santa Teresa!
¿Y qué le enseñó ella?
Que somos humanos, ¡y nada de vergonzoso hay en amar y ser amado! También lo enseñó san Agustín, que dijo: "¡Ama... y haz lo que quieras!".
Si amas..., nada malo harás, está claro.
Eso es. Amo a prostitutas, asesinos, violadores... Los visito en las cárceles. Han hecho algo terrible... y no por eso dejan de ser personas. No los juzgo: los amo.
¿Amaría al asesino Miguel Ricart?
Sí. Y está bien que le sigan, ¿eh? Nunca pregunto "¿qué has hecho?". Escucho y acompaño, ayudo a encontrar lo bueno que cualquiera lleva dentro...
¿Y logra algo amando?
Crece su autoestima y a veces llegan a entender qué los llevó a abusar de otros. ¡Llevan tanta desgracia dentro...!
¿Y consigue cambiarlos?
Ni Dios puede: nos hizo libres. Sólo cada uno puede cambiarse a sí mismo, si quiere.
¿Y qué gana usted con esta vida?
No hago cosas para ser feliz, ¡soy feliz porque hago cosas! La vida, que es un regalo, ¡la lleno!: intento que sea también un regalo para otros. Mi felicidad es la entrega. Bien me lo dijo una prostituta embarazada...
¿Qué le dijo?
No se creía que hubiese renunciado a los hombres, a tener hijos... Y tras el parto me vio a su lado: "¿Por qué estás aquí?", preguntó. "¡Soy tu amiga!", le dije. Era muy ruda y lloró: "Es que había parido siempre sola... Ahora te entiendo: ¡todos somos tus hijos!".
Bien visto...
Entonces me emocioné yo. "He tenido muchos hombres, pero ahora sé que ninguno me ha querido", añadió.
¿Y nunca riñe usted a nadie?
No. A una chica le advertí que vigilase para no quedarse embarazada de un chico tras haber parido un hijo de otro que se largó... "No, no", me aseguró. Y, ¡pam!, embarazada. Jamás digo: "Ya te lo dije", sino "¿lo quieres tener?". Y sí quiso, y yo la he ayudado.
Y si hubiese preferido abortar, ¿qué?
Pues también la hubiese ayudado y acompañado en todo, por supuesto.
¿Y no la riñe su obispo, la jerarquía?
Antes me amonestaban más, pero yo les decía: "Que yo también soy iglesia, eh".
¿Se nota la llegada del papa Francisco?
Para mí es una gran esperanza: dice lo que muchos decíamos hace años... ¡Lo normal!
¿Cómo se metió en el cuarto mundo?
Primero estuve en el tercer mundo, en Nicaragua. De vuelta aquí, empecé a quitarme el hábito para bajar a la Rambla y ayudar a drogadictos enfermos de sida... Así empecé. Es mi mística, la mística de la calle.
¿Le costó?
Sí, al principio. Un día casi me colapso: bañaba y secaba a un enfermo travesti, y al vestirle, ver todos sus atributos ahí abajo... ¡Buf! Pero pensé: "Jesús ama a esta persona. ¿No voy a amarla yo también?". Y le puse sus braguitas rojas de encaje...
¿Qué ha aprendido de convivir con esos desfavorecidos?
¡De todo! Una prostituta me decía: "Paso de Dios, no me ha dado buena vida. ¡Pero sí rezo a la Virgen!, ¿eh?". Y yo le leí lo que dijo Jesús: "Las prostitutas irán por delante en el Reino de los Cielos". Y ella entonces convino conmigo, a medias: "Eso está bien... ¡pero seguro que se lo enseñó su madre!".
¿Amaría usted también a Bárcenas?
Sí, y quién sabe si devolvería el doble de lo que ha robado, como hizo aquel publicano cuando Jesús le dijo; "¡Sígueme!".
¿Qué espera ahora de la vida?
Morir feliz.
¡Aún falta! La veo muy bien.
Porque duermo muy bien y me río mucho.
¿Qué le dirá a Dios al llegar al cielo?
¿Por qué no me dejaste probar el sexo? ¿Y tener hijos...? ¡Pero estoy contenta, eh! Me ha regalado la felicidad. Y cuanto mayor me hago, más veo que estamos hechos para amar y ser amados: no hay nada más bonito.
¿Y si resultara que no hay cielo?
Haber amado aquí abajo sería suficiente.