"La vulnerabilidad es la verdadera fuerza"
Tengo 51 años. Tras 24 en Italia, he vuelto a Barcelona y me he ido a vivir a Cardedeu. Tengo dos hijas, de 22 y de 12 años. Me interesa más el movimiento social, y sobre todo la interioridad de las personas, que el movimiento político. Tengo todas las creencias y ninguna
Atreverse a mirar
Quiso huir del ambiente burgués. A los 15 años, su novio, un obrero guapo y tan rabioso contra el mundo como ella, la inició en la heroína. Dice que quería llamar la atención de su familia: hermanas brillantes y padres separados. Tocó fondo y tras peregrinar por varios centros de desintoxicación comenzó a autorretratarse en los momentos de miedos, ira, desesperación. Descubrió el poder sanador de esa autoexploración y empezó a dar cursos y a retratar emociones ajenas. Ha ganado importantes premios y ha expuesto en medio mundo. Ha realizado un trabajo en la cárcel de Lledoners auspiciado por La Caixa y acaba de presentar But beautiful , un libro autobiográfico.
¿Su pelo?
Una nueva Cristina, algo sobre lo que trabajo mucho: la multiplicidad; yo soy esto, pero también soy aquello.
¿Ha sido muchas?
He sido toxicómana, prostituta, ladrona. Pero he transformado todo eso en arte.
Viene usted de una buena familia...
Sí. Mi padre fue el único de nueve hermanos que no era un militar franquista. Yo soy la quinta de seis hermanas. El año pasado murieron dos de cáncer.
...
Yo quería ser como ellas, como todas mis hermanas: asertivas, fuertes, revolucionarias. Me sentía invisible. Creo que me empecé a drogar porque quería que me vieran, atraer su atención. Estuve metida en la heroína con mi novio durante cinco años.
¿A qué edad?
De los 15 a los 20. Tuve la suerte de sobrevivir a ello, incluso de no coger el sida.
¿Cuándo se prostituyó?
Durante el último año, a los 19, el más sórdido. Me había llevado toda la plata de la familia. En los últimos años empezamos a robar, luego mi novio cayó enfermo y acabé prostituyéndome. Tenía que llevar a casa el dinero suficiente para la dosis de los dos.
¿Qué ha sacado de ahí?
La prostitución me marcó: años de terapia para superar muchos problemas sexuales, como la frigidez. Un día mi padre me vio pasar con un cliente y me dijo que no quería volver a verme si seguía con esa vida.
¿Le sirvió?
Me di cuenta de que eso me salvó la vida un año después, en su funeral. Yo sólo me quedé con el “no quiero volver a verte”. Me dijo justo lo que no quería oír, yo era una exhibicionista y lo sigo siendo.
... Y autodestructiva.
Si sobrevives a una cosa así, entonces manos a la obra, hay que agradecer esta suerte.
¿Cómo lo hizo?
Estuve en varios centros, me mandaban de uno a otro, era una rebelde, muy provocadora, tenía un comportamiento alucinante. En estos centros te maltrataban: en una ocasión me pegaron hasta dejarme inconsciente, en otra me cogieron por los pies y me metieron en la fosa séptica, Yo, literalmente, he nadado en la mierda.
¿Por qué este maltrato?
No existían reglas, eran centros regidos por extoxicómanos. Algunos, con el dinero que les donaban, recaían; pegar era lo de menos. Acabé escapándome. Volví a casa de mi madre y nuestra relación fue maravillosa. Quería reconstruirme. Empecé terapia. Al cabo de tres años conocí a un fotógrafo italiano.
¿Se enamoró?
Sí, y me fui con él a Italia. Yo le ayudaba en su trabajo, él hacía retratos y conseguía sacar el alma de las personas. Pensé que aquello era fantástico y empecé a autorretratarme. Al cabo de seis años ya fotografiaba a otros y obtuve mi primer premio.
¿Cómo se lo tomó su pareja?
Al principio me ayudó mucho, pero dejé de ser la asistente perfecta y nos separamos. Depresión total, pero seguí haciéndome retratos y me di cuenta de que después de cada sesión, de sacar mi desesperación frente a la cámara, me sentía mucho mejor, revivía.
El autorretrato como autoterapia...
Llegué a la conclusión de que ese mirarse a uno mismo tenía mucho poder y empecé a dar cursos de autorretrato con dos objetivos: sacar tu creatividad y trabajar tu fuerza. Comencé a estudiar, a escribir, a buscar y a crear el método para explorar el dolor.
Póngame un ejemplo.
Me fotografío en la peor discusión con mi hija, dejo ahí toda la rabia y puedo pasar a otra cosa. Una foto bella sobre algo de lo que te avergüenzas es catártica.
Autor, sujeto y espectador a la vez.
Sí, todo al mismo tiempo, eso estimula el subconsciente para que saque lo que tiene que decir. Debes poner la atención y mirar todo tu ser, lo peor primero.
Trabaja con empresarios y convictos.
Con los primeros, sobre las competencias del liderazgo: son cargos medios, los que reciben la presión de los de arriba y de los de abajo. En las cárceles me ofrecí para hacer talleres, era una deuda personal, ya que yo me salvé.
Entiendo.
He aprendido a tratar con mi vulnerabilidad. Muy fácilmente me siento menos.
Nos pasa a todos.
Ahora que estoy reconocida, que tengo seguidores, sé que la vulnerabilidad es la verdadera fuerza. Pero me ha costado entenderlo, porque me odiaba cuando veía cómo me encogía ante la asertividad de los otros.
...
Hoy pido a la gente que entra en mi estudio que me entregue su vulnerabilidad, y eso me permite relacionarme con las personas desde ahí.
De vulnerabilidad a vulnerabilidad.
... Una relación preciosa y profunda. También he entendido que todo tiene sentido, y eso me ha ayudado a aceptar las sacudidas de la vida. Es algo que me repito: todo tiene sentido. Has de encontrar la belleza en lo que te espanta.