Una familia alemana
Los nietos están en condiciones emocionales de acercarse con objetividad a la vida de los abuelos. Lo ha hecho Karin con el suyo, hermano menor de Heinrich Himmler (cerebro de los campos nazis), y así ha descubierto una familia entera impregnada de la misma ideología. La que compartían las familias de la burguesía media alemana, y que explica el sostenimiento del nazismo. Katrin existe porque su abuela desistió del cianuro al huir con sus hijos. Lo cuenta todo con detalle en Los hermanos Himmler (Libros del Silencio), que subtitula Historia de una familia alemana , y da una clave: la burguesía alemana sostuvo al patán de Hitler porque le dio ocasión de ser protagonista de la historia.
Es usted sobrina nieta de Heinrich Himmler...
Sí.
¿Cómo supo que su tío abuelo fue quizá el mayor criminal de la historia?
Siempre lo supe: mi padre –sobrino suyo– me lo contó desde niña.
¿Qué le contó?
Que Adolf Hitler fue un dictador genocida y que Heinrich Himmler fue su mano derecha, como segundo del Reich y cerebro de los campos de concentración y exterminio.
¿Le pesaba eso siendo niña?
A mi padre sí le apedrearon de pequeño. A mí, no. A mis 14 años, un niño me preguntó si Himmler era pariente mío: la profesora le hizo callar y siguió la clase. La profesora quiso protegerme... pero yo lo lamenté.
¿Por qué?
Sentí que era una oportunidad desperdiciada para saber más de nuestros abuelos.
Pero usted ya sabía, me dice...
Pero a los 11 años había visto el telefilme Holocausto y me conmovió: me identifiqué con las víctimas del gueto judío de Varsovia, leí a Ana Frank... Y quise saber más.
¿Se sentía culpable de algo?
Presentía que la culpa gigante de mi tío abuelo estaba enmascarando otras culpas más emboscadas... En mi familia, y en otras familias alemanas. Pero nadie decía nada.
¿Y usted se puso a indagar?
Sí. Mi padre me empujó a indagar.
¿Por qué no se atrevía él?
Mi padre veía a su padre (Ernst, hermano pequeño de Heinrich Himmler) como a un técnico apolítico: fue ingeniero radiofónico jefe en la radio del Reich. Sólo a veces sospechaba que Ernst pudo ser cómplice de Heinrich... ¡y prefería mirar hacia otro lado!
¿Y qué hizo usted?
Removí archivos y descubrí que mi abuelo Ernst había colaborado activamente con su hermano y con el régimen nacionalsocialista. Y que compartía ideología nazi con Heinrich y con el hermano mayor, Gebhard.
¿Cómo reaccionó su padre al saberlo?
Se asustó. Pero yo seguí. Mis primos segundos, hijos de Gebhard, dejaron de hablarme.
¿Y eso?
Creían que mi indagación reforzaría la idea de que Heinrich era muy malo y que sus dos hermanos estaban al margen... ¡Pero no!
Los tres hermanos Himmler compartían ideología, me dice. Descríbamela.
Su padre, profesor de instituto, de la burguesía culta germana, les inculcó a los tres que pertenecían a la clase mejor formada de Europa y les educó en los valores de disciplina, obediencia, nacionalismo, tradicionalismo, monarquismo, militarismo y humanismo.
¿Humanismo? ¿Qué humanismo?
Estudiaban a los clásicos grecolatinos. Traducían sus textos, casi todos belicistas y antidemócratas: era un humanismo que valía sólo para nosotros –seres superiores– y no para los otros, indignos, inferiores.
¿Fue eso lo que les llevaría al crimen?
Para ellos era servicio, no crimen. De ahí salió la generación más cruel de la historia. ¡Alguien tenía que hacer lo que tocaba por la nación alemana! Se sentían responsables de esa misión, por mejor preparados: esta burguesía sentía que recuperaba su lugar hegemónico en la historia. Fíjese: todos los jefes responsables de ejecuciones en los campos ¡eran de esta clase burguesa culta!
Heinrich Himmler quiso incluso fundar una nueva religión...
Sí. Aborreció el cristianismo y propuso cultos simbólicos para las SS, rituales propios.
¿Qué complicidad tuvieron los hermanos Ernst y Gebhard con Heinrich?
Gebhard fue alto cargo en el Ministerio de Educación: negaba empleos a profesores con argumentos racistas o ideológicos. Y lo mismo hizo mi abuelo Ernst en la radio.
¿Qué fue lo peor que hizo su abuelo Ernst, de lo que haya averiguado?
Redactaba informes para el régimen. Remitió uno sobre un conocido, para que le despidieran y lo deportasen: por judío. Lo logró.
Buf... ¿Llegó a conocer usted a su abuelo Ernst?
No. Desapareció al entrar los rusos en Berlín. Pudo morir en algún ataque o tomarse la cápsula de cianuro, igual que Heinrich.
¿Dejó familia Heinrich Himmler?
Era bígamo. La hija de su primera mujer tiene hoy noventa años y no habla con nadie, es de ultraderecha. Su segunda mujer, y los hijos que tuvo con ella... desaparecieron.
¿Qué hicieron su abuela y su padre?
Mi abuela Paula huyó de Berlín con mi padre (que tenía seis añitos) y sus hermanitas, mis tías: son ellas las que me cuentan que mi abuela estuvo a punto de envenenarlas con cianuro, por su pánico a los rusos...
Qué tiempos tan bárbaros...
¡En los que todos tuvieron algún grado de complicidad! Eso es lo que he aprendido.
¿Cuál ha sido su mayor shock?
Descubrir que mi adorable abuelita Paula, a la que conocí de niña y tanto quise... ¡era muy, muy nazi! Encontré en una caja varias cartas de apoyo que enviaba a jerarcas nazis condenados en Nuremberg...
¿Qué le decidió a publicar todos esos secretos familiares?
Yo tuve un hijo con un judío israelí, descendiente de las víctimas del gueto de Varsovia. Él es depositario de una doble herencia: la del verdugo y la de la víctima. No quise que creciera con sombras, medias verdades, ocultaciones... ¡Que lo sepa todo, todo!
¿Y cómo lo lleva?
Bien: no veo que le pese lo que le cuento.