Prepucio
De niño le enseñaron que sólo Dios escribe, no los hombres. Pero su psiquiatra le dijo: “¿Por qué no vuelcas en la escritura ese humor que gastas contigo?” Y desafiando al Dios hebreo escribió Lamentaciones de un prepucio (Blackie Books), novela autobiográfica con la que te partes de risa. Son las desventuras de un chico judío –él mismo– torturado por la idea que le inculcaron del iracundo Dios del Antiguo Testamento. “Quizá a ti te metieron dentro la idea de un Dios bondadoso y no castigador... ¡pero el mío es tan cabrón que mató a ese dios bueno!”, me dice Auslander. Es un tipo divertido que convierte sus traumas en buena literatura humorística, y así salva la vida: esto no es pecado, es santidad.
Qué tiene usted contra Dios?
¡Él lo tiene contra mí! Eso me lo enseñaron de niño: Dios es cruel, y encontrará siempre motivos para castigarme sin piedad. ¡Él es así!
¿Quién le enseñó eso?
Mis padres, mis profesores, mis maestros, mi comunidad: nací en el seno de una comunidad judía ortodoxa en Nueva York.
Los he visto en Brooklyn, con sus levitas negras y gorros de piel...
Ah, no, esos son hasídicos... mucho más relajados que los de mi comunidad.
¡Qué dice! No me lo parecieron...
Pues sí: yo nací en la comunidad yeshiuish, volcada en el estudio de las escrituras, más intelectual y más dogmática. ¿Ha visto imágenes de una madraza islámica?
Sí, esos niños leyendo el Corán...
...y meciendo la cabeza al compás de la lectura, eso, sí: pues nosotros, ¡lo mismo!
¿Qué es lo último que le ha hecho Dios?
Ha matado a mi perro. Verá: pasé unas vacaciones estupendas en familia en el Caribe... y al volver a casa, ¡nuestro querido perro había muerto!
Dios no se entretiene en cosas así...
Sí, sí: nos vio tan felices... que mató a nuestro perro. Para compensar. ¡Él es así!
¿De verdad usted vive con esta idea?
Yo rompí dolorosamente con mi religión, mi comunidad, mis parientes, mi familia, mis padres... Pero no consigo extirpar de mi mente esa idea de Dios que me inculcaron.
Vaya... ¿Y qué teme ahora?
Mi mujer ha embarcado en un avión de vuelta a Nueva York. Somos tan felices... que he temido que Dios hiciera caer ese avión.
¿Y qué? ¿Ha aterrizado bien?
Sí. Así que ahora sospecho que Dios está preparando la caída de mi avión... En todo caso: ¡algún avión hará caer, ya verá!
¿Por qué Dios haría eso?
Ah, tú no sabes por qué, pero... ¡Él es así!
Dígale algo a ese Dios.
Dios no escucha: actúa como un padre brutal, maltratador y abusador. Y quizá alcohólico, a juzgar por su comportamiento.
Hace usted humor... ¿Está asustado?
Yo empecé a desafiar a Dios de niño. De entrada, accionando un interruptor en sabbat.
¿Perdón?
Sí: en sábado está prohibido hacer trabajo alguno, ni accionar un interruptor... ¡También me atreví a tocar dinero en sábado!
¿Le castigó Dios?
Fui incrementando mis desafíos. Yo le daba una semana de plazo para castigarme, y a veces el castigo se demoraba...
¿A qué otros desafíos se refiere?
Miré pornografía, me masturbé...
¿Qué castigo merece eso?
El semen que desperdicias durante tu vida va llenando unas ollas... en las que serás hervido al morir. Eso me enseñaron.
¿Y cuántas ollas lleva llenas?
¡Un océano Atlántico, calculo! Pero un día pensé: “Habré llenado ya una olla, así que... ¿qué me importan ya las siguientes?”
Y siguió dándole.
Sí, y primero era entre semana, luego pujé y lo hice en sabbat, y luego en Yom Kipur...
Qué osado.
En Yom Kipur hay que ayunar, ¡y después de masturbarme me zampé un donut!
Valiente: ¿educará así a sus hijos?
No les diré que Dios les fulminará si se tocan el pito. ¡Que se lo toquen si quieren!
¿Y qué me dice de la circuncisión?
La idea es que el hombre está por completar y Dios nos deja ayudarlo a culminar su Creación... cortándonos el prepucio. La idea es bella, pero ¿por qué eligió Dios el pene? ¿Por qué no una uña? ¡Qué cabrón!
¿Qué otros desvaríos le enseñaron?
Cuando llegue el Mesías, todos los muertos judíos rodarán bajo tierra hasta Jerusalén.
Ja, ja... Otra.
Me dijeron que Dios permitió el holocausto como castigo a los judíos por haberse integrado demasiado en la sociedad alemana.
El colmo de la culpa.
Sentirte víctima es muy autoindulgente: te exculpa de todo, te hace sentirte inocente.
¿Qué es ser judío?
Ser un pringado. Tu Dios te putea. Pero seguí desafiándole: fumé marihuana, comí comida no kosher: ¡mezclé carne con lácteos!
Y Dios aún no lo ha matado.
No. Le he plantado cara, ¡bien! Pero es verdad que si hoy me como una hamburguesa con queso... ¡aún siento cierto escalofrío!
¿Cómo rompió con su familia y con su comunidad?
Por desesperación, hace ya diez años: de no haberme ido, hubiese acabado matándome. No hay vuelta atrás: ellos no cambiarán.
¿Se siente mejor ahora?
Más libre, sí... Pero cuando El padrino sigue pisándote los talones... no estás tranquilo.
¿El sentido del humor le ayuda, no?
¡Es el mejor salvavidas! Gracias al humor he podido escribir... y he sobrevivido.
¿Existe un humor judío?
No, no, no le arrebatemos encima al resto de los pueblos la posibilidad del humor: ¡es el último recurso de los desesperados!
¿Tiene Dios sentido del humor?
Dios jamás ríe. Y si tuviese sentido del humor... ¡se trataría de un humor muy sádico! Pero no sé, quién sabe si ya muertos descubrimos que todo esto era un gran chiste...
¿Qué está haciendo Dios ahora?
Preparando algo desagradable. Toda felicidad es sólo preludio de alguna tragedia. Él está siempre cabreado, y de nada sirve rezar. No podemos hacer nada, nada...