“Hemos de seguir en el frente”
Seísmo geopolítico
Firme apoyo de los ucranianos a su presidente y al esfuerzo para defender el país
Funeral de un marine norteamericano de 21 años caído en combate en el frente de Ucrania, a donde había ido como voluntario
La escasez de coches y el cierre de la industria ha tenido al menos una ventaja positiva en Kramatorsk: la nieve permanece blanca durante días. Así que ayer, cuando los ucranianos recibían el primer día de primavera, los parques y los jardines de la ciudad resplandecían gracias al sol que apareció para dar, al menos, un chute de buena onda en medio de la dureza de la guerra que se agudiza con la incertidumbre que ha provocado el fracaso de la visita del presidente Zelenski a la Casa Blanca.
“Sí, [Estados Unidos] es nuestro aliado y le debemos mucho, pero el presidente no podía dejar que nos ofendieran a todos los ucranianos de esa manera. Ahora veremos qué sucede, pero da igual. Pase lo que pase, hemos de seguir en el frente”, explicaba Dimitri, un soldado de 32 años que daba un paseo con su mujer Katerina. Ella aprovechaba que su esposo tenía dos días de permiso para visitarlo, un lujo que solo ha sucedido dos veces desde que se alistó hacer un año y medio.
La ofensiva rusa se intensifica y ayer fue un día de alarmas y explosiones en Kramatorsk
No eran los únicos. Otras parejas aprovechaban el buen tiempo para caminar por la avenida principal de Kramatorsk. A lo largo, muchas edificaciones han ido quedando golpeadas por los ataques que, con más o menos intensidad, llegan por oleadas desde el comienzo de la guerra.
Actualmente los ataques van a más. Rusia ha lanzado varias bombas guiadas en los últimos días que han dejado daños y heridos. Ayer fue un día de alarmas y explosiones. “Usted tiene que entender que todo es muy traumático para nosotros. De repente Trump parece estar del lado de Rusia y no de Ucrania, como si nosotros hubiéramos comenzado esta guerra”, sentencia Dimitri, que es de los pocos que accede hablar. “Trump quiere que haya un cese al fuego rápido, pero aquí todos sabemos lo que sucederá si le damos tiempo a Rusia. Volverá a atacar”, concluye.
A las afueras del café hay estacionados una decena de coches. Algunos son verde militar, otros negros. Algunos llevan las antenas para bloquear los drones, y ninguno es igual, como sucede con los vehículos que usan los soldados en el frente y que por lo general han sido donados por voluntarios. “Yo no quiero hablar de política”, sentencia en un principio Yaroslav, que se identifica como operador de drones.
Tiene 28 años, no es muy alto y lleva una barba rubia que le cae casi hasta el pecho. Toma café con otros dos integrantes de su unidad a las afueras del café; cuentan que al caer la noche volverán al frente. “Lo único que le puedo decir es que lo que pasó no cambia para nosotros en el terreno. De igual manera tenemos que ir al frente y hacer nuestro trabajo”, acaba diciendo después de mucho insistir.
Cementerio Militar de Leópolis, en Ucrania
“Nunca hemos tenido esperanzas de que la guerra se acabe pronto, solo tiene que ver cómo los comandantes rusos mandan a morir a los soldados. Putin quiere a Ucrania completa”, añade otro de los chicos del grupo que se identifica como Kyiv, su nombre de guerra. Mientras hablan, más hombres entran a pedir cafés. A la chica rubia que los atiende al otro lado del mostrador, y que evita dar su nombre, no le interesaba saber más de lo sucedido entre Trump y Zelenski, y cortaba la conversación con un “allá ellos”.
Ludmila, una mujer de 35 años que estaba sentada en una mesa con su marido, también militar, sí aceptó opinar a pesar de que él dijo que no le gustaba la política: “Apoyo a Zelenski, pero creo que no tuvo que contestar así. Ahora la situación será más difícil para Ucrania. Me da miedo que sea peor”.
Artillería ucraniana, abriendo fuego, en 2023, cerca de Bakhmut
Si bien al comienzo de la guerra Kramatorsk fue el centro militar de la zona, luego se trasladó a Kostiantínivka, a 40 kilómetros, actualmente azotada por las fuerzas rusas que buscan destruirla como han hecho con las vecinas Chásiv Yar y Toresk.
Es en ese frente donde Max, de 36 años y operador de morteros, está de misión. Allí las unidades duermen en zulos subterráneos con un par de camarotes de madera donde descansan mientras les ordenan atacar. “Zelenski no puede dar un paso atrás. No es hora de claudicar”, escribió este hombre, que se unió al ejército hace 10 años. Reconocía que la situación actual es muy difícil para Ucrania, que seguramente la paz va a tardar en llegar y que su ilusión es que Ucrania entre en la Unión Europea.
“Como soldado ucraniano quiero oír del presidente americano un agradecimiento a nuestro ejército, porque gracias a nosotros Rusia no ha invadido los pequeños países europeos de la OTAN, y así los americanos, durante once años, se han ahorrado enviar sus tropas al frente”, escribía en X, antigua Twitter, Yara Chornohuz, poeta y soldado que se alistó en 2014. “¿Quiere un plan de paz? Haga que su amado Putin se vaya de nuestros territorios”, concluía Yara.