Cuando hace poco más de tres años, el 8 de diciembre del 2021, echó a andar en Alemania el inédito Gobierno tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales del canciller Olaf Scholz, los verdes levitaban de alegría y hervían de proyectos. Su entonces candidata a canciller, Annalena Baerbock, aceptó asumir la cartera de Exteriores y ceder a su correligionario Robert Habeck el protagonismo en la política nacional: Habeck se convirtió en vicecanciller y ministro de Economía y Clima.
El flamante nuevo nombre del Ministerio quería significar el plan del tripartito de modernizar el país con reformas e inversiones. Objetivo para Alianza 90/Los Verdes: la transformación energética necesaria para la descarbonización de la economía. Empezaban con ilusión, pues su anterior y primera experiencia en el Gobierno les quedaba ya lejos. Fueron socio menor en los dos mandatos del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, entre 1998 y el 2005, con Joschka Fischer como figura puntera.
Como ministro de Economía y Clima, el ecologista Robert Habeck no pudo ejecutar susplanes y su partido va ahora cuarto en los sondeos con en torno al 13%
Entonces, llegó la guerra. Apenas tres meses después de la toma de posesión, el 24 de febrero del 2022, Putin lanzó la invasión a gran escala rusa de Ucrania. Con el posterior fin del gas ruso a buen precio que fluía hacia Alemania y Europa por el gasoducto Nord Stream bajo el mar Báltico, empezó la emergencia energética que obligó a Alemania, entonces muy dependiente, a buscar fuentes alternativas. Para los verdes –siempre críticos con los Nord Stream–, fue un mazazo a sus planes.
El ministro Habeck se vio obligado a hacer concesiones a la cruda realidad, como retrasar el cierre programado de tres centrales nucleares; prorrogar la vida de centrales de carbón; e inclinar la testuz ante sátrapas del Golfo en busca de hidrógeno verde y gas natural licuado. Los planes para las renovables se resintieron. El discurso sobre protección del clima tuvo que ponerse en sordina.
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El ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, respondiendo a preguntas del público en la cadena ZDF el 13 de febrero en Berlín
Ahora que Robert Habeck, escritor y filósofo de 55 años, es el candidato a canciller de los ecologistas en las elecciones generales anticipadas del próximo domingo, la crisis climática y la protección del medio ambiente apenas han resonado en una campaña monopolizada por temas como la inmigración, la seguridad y la economía.
“Estas elecciones determinarán la futura dirección de los verdes, porque, aunque Habeck ha intentado distinguirse hablando de clima algunas veces cuando ningún otro político lo hacía, en general se ha apartado un poco de la agenda y el tema clásicos de los verdes”, reflexiona la politóloga Jana Puglierin, directora de la oficina en Berlín del laboratorio de ideas European Council on Foreign Relations (ECFR).
Invasión rusa de Ucrania
El fin del gas ruso a buen precio que fluía hacia Alemania y Europa por el gasoducto Nord Stream llevó a la emergencia energética y obligó a los verdes en el Gobierno a frenar sus objetivos
Quizá la principal razón por la que el tema climático apenas figura en la campaña, e incluso los verdes lo descuidan, es que se ve eclipsado por la política migratoria y la economía. “En estos momentos, hay que decir que probablemente no se puedan ganar las elecciones con el tema del clima; los políticos se centran más en cuestiones que movilizan emocionalmente a los votantes”, señala Armin Nassehi, sociólogo de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich. “Conflictos tangibles como la migración o la inflación generan más resonancia, y la cuestión del cambio climático es más compleja; no hay soluciones sencillas para la protección del clima y van más allá de una legislatura”, prosigue Nassehi.
El propio Robert Habeck admite que la protección del clima ha aparecido muy poco en campaña, pero culpa de ello al candidato conservador y favorito para convertirse en nuevo canciller, Friedrich Merz, por hablar de “apertura tecnológica” en referencia a transporte y calefacción. “Tras la expresión apertura tecnológica se esconde un ataque a los objetivos climáticos”, acusa Habeck, quien pese a ello aspira aún a que, si al final la aritmética lo permite, Merz se avenga a pactar con los verdes la futura coalición de gobierno. Mientras, los analistas privilegian una gran coalición entre conservadores y socialdemócratas.
Según los sondeos, Alianza 90/Los Verdes figura en el cuarto lugar de intención de voto, con en torno al 13%, en una escala encabezada con el 30% por el bloque conservador de la democristiana CDU de Merz y su socia histórica, la socialcristiana CSU de Baviera. La ultraderechista AfD va segunda con el 21%, y el socialdemócrata SPD del actual canciller, Olaf Scholz, va tercero con el 15%.
A continuación están los partidos pequeños (los izquierdistas Die Linke y BSW, y el liberal FDP), que en función de si entran o no en el Bundestag (cámara baja del Parlamento), pueden hacer posible o inviable que los partidos grandes formen una coalición dual o necesiten un tercer socio. Es casi seguro que el partido liberal FDP, con el que verdes y socialdemócratas pelearon por diferencias sobre cómo financiar el plan de transformación económica del país, no obtendrá escaños en el nuevo Parlamento.
En las elecciones del 2021, los verdes cosecharon el 14,8%, un gran avance respecto a la cita anterior del 2017, cuando tuvieron el 8,9%. Si en las urnas del domingo, el partido pierde casi dos puntos, será un mal resultado. “Eso pondrá en tela de juicio a Habeck, pero también planteará para qué sirven los verdes, qué tipo de partido son –razona la politóloga Puglierin–. Si las bases perciben que el partido se ha salido de su camino tradicional, puede haber una reacción de atribuir el mal resultado a que ‘no hemos sido fieles a nosotros mismos y tenemos que volver a nuestra alma’”. Quizá le toque a Robert Habeck afrontar ese cáliz ya la semana que viene.