Es sabido que la monarquía de Qatar invirtió esfuerzos –y maletines– para mejorar su reputación en Occidente antes de la celebración del Mundial de fútbol del 2022. Lo insólito fue la revelación publicada en el Canal 12 de Israel: Eli Feldstein, exportavoz del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, prestó servicios para una compañía de relaciones públicas contratada por Qatar para mejorar su imagen en plena negociación para lograr la tregua en Gaza y la liberación de rehenes.
En tiempos críticos, en que la opinión pública israelí agonizaba ante los continuos fracasos de las conversaciones entre los emisarios de Netanyahu y de Hamas en Doha, parte del entorno de Bibi blanqueó al tesorero del enemigo. Hasta la masacre del 7 de octubre, Qatar fue el financiador principal del grupo islamista que gobernaba Gaza. Los millones de dólares que entraban a la franja, dedicados en teoría a pagar sueldos de funcionarios y ayudas a familias necesitadas, ingresaban mensualmente con el visto bueno israelí.
Hasta la masacre del 7 de octubre, Qatar fue el principal financiador del grupo islamista Hamas
Netanyahu apostó por la política de “divide y vencerás”. Los dólares qataríes fortalecieron el régimen islamista gazatí, prevaleció la división interna palestina, y así se alejó cualquier atisbo de retomar negociaciones diplomáticas para solventar el conflicto. “Hamas es un valor, la Autoridad (Palestina) una carga”, predicaba la extrema derecha judía que sostiene a Netanyahu en el poder.
Feldstein ya desató otra tormenta que le costó el cargo el pasado noviembre. Gracias a la cooperación de tres oficiales de defensa, obtuvo y filtró información militar confidencial al periódico alemán Bild, en un intento de manipular a la opinión pública local contra los familiares de los rehenes que exigían la tregua en Gaza. Pretendía culparles de lastrar las negociaciones en Doha, e incluso de fortalecer a Hamas. La justicia lo acusó de “dañar la seguridad nacional”, y fue encarcelado por usar secretos de Estado que afectaron a los intereses de su propio país.
Acorde al Canal 12, Feldstein contactó repetidamente con periodistas para consolidar una narrativa positiva de Qatar durante las negociaciones para alcanzar la tregua, en que también participaron activamente Egipto y Estados Unidos. Su labor duró hasta que estalló el caso que le costó el ingreso en prisión, donde se le puso vigilancia especial para evitar un posible suicidio.
Feldstein no es el único asesor externo de Netanyahu que jugó a dos bandas. Yonatan Urich e Israel Einhorn, dueños de una empresa que asesora a políticos en todo el mundo, también fueron contratados por Qatar para ser promovido como un país pacífico antes de acoger el Mundial. Sus nombres también se relacionaron al caso Bibileaks, la filtración de documentos al Bild.
Durante el breve paso a la oposición de Netanyahu entre el 2021 y el 2022, Urich y Einhorn fueron contratados por el líder del Likud para mejorar su reputación. A principios del 2023, el líder con más años al frente de Israel retomó el poder. El fugaz “gobierno del cambio” que le reemplazó tampoco detuvo el flujo de maletines qataríes a Gaza. Entre el 2012 y el 2022, Doha transfirió unos tres billones de dólares a Gaza. Según oficiales israelíes, parte del dinero fue desviado por Hamas para edificar su conglomerado militar.
A pesar de no ser funcionario público ni haber pasado el requerido escrutinio de seguridad, Feldstein visitó regularmente la comandancia central del ejército israelí en Tel Aviv y pasó largas horas en la oficina del premier. “Las conspiraciones alrededor de Qatar son abrumadoras, y probablemente todavía desconocemos toda la historia”, consideró Yossi Verter en Ha’aretz.
El analista hebreo abrió el melón sobre la conexión de Netanyahu y el exdirector del Mossad Yossi Cohen con Doha: las filtraciones, “probablemente llegadas desde Emiratos Árabes Unidos”, que exponen sobornos qataríes al premier israelí, así como otras evidencias respecto al dinero del país árabe usado para financiar campañas electorales del Likud. “Feldstein, un apasionado sionista, según Netanyahu, es parte de un puzle con centenares de piezas confusas”, especuló Verter.
Por ahora, lo evidente es que los servicios de inteligencia qataríes –país que alojó hasta hace poco a los líderes de Hamas en la diáspora– penetró en el corazón de la oficina del primer ministro de Israel. Desde la débil y fragmentada oposición israelí, solamente Yair Golan, líder de la facción Democráticos, alzó la voz para exigir responsabilidades. En respuesta, Netanyahu acusó nuevamente al Estado profundo (jueces y oficiales de seguridad) de conspirar para intentar derrocarlo. “¿Qué sabía al respecto el primer ministro? Y si no lo sabía, ¿a qué se debe?”, se preguntó Verter.