Cada farola o estación de autobús en Israel están colmadas de pegatinas y pósters. Rostros y frases emotivas en recuerdo de los masacrados el 7 de octubre del 2023. Homenajes a los cientos de soldados caídos en combate. Reclamos por el retorno de los rehenes, que, pese a la aparente fumata blanca en las negociaciones para la tregua entre Israel y Hamas, siguen sufriendo en el infierno subterráneo gazatí. Entre los lemas destaca uno: “Juntos venceremos”.
A lo largo de su historia, Israel ha ganado todas las guerras. En la contienda actual, librada en todos los frentes, la balanza parece estar inclinada a su favor. Pero la unidad a la que apeló el primer ministro, Beniamin Netanyahu, para lograr la “victoria total” se resquebraja ante la supuesta entrada en vigor de la tregua en Gaza, que debería hacerse efectiva el domingo.
“¿Y todo esto, para qué?”, se pregunta el fornido recluta David Barnea. Desde su azotea en Florentine, el barrio hipster de Tel Aviv, este joven reservista del ejército expresó su frustración a La Vanguardia. “Vi morir a amigos, vivimos situaciones terribles en el frente”, cuenta. En los últimos días, al menos 15 soldados murieron en Gaza, víctimas de trampas explosivas colocadas por Hamas, que usa tácticas de guerrilla para infundir bajas a un enemigo mucho más poderoso.
“Van a liberar a cientos de terroristas, pero entiendo a las familias de los rehenes”, dice un reservista del ejército
Barnea, como el resto de sus compatriotas, asume que ninguna resolución del conflicto será satisfactoria. Es el precio a pagar por el estrepitoso fallo que facilitó la matanza del grupo islamista en el sur del país, que culminó con el asesinato de 1.200 personas y el secuestro de 251. Desde su smartphone, ve como los milicianos de Hamas emergen de los túneles para celebrar en las derruidas calles de Gaza la “heroica resiliencia” del pueblo palestino. Asume que los islamistas retendrán el control de la franja costera, y le aterra.
“Van a liberar a cientos de terroristas, la próxima matanza es cuestión de tiempo. Nos costará décadas recuperar la sensación de seguridad”, considera. Yahya Sinuar, liquidado cabecilla de Hamas y arquitecto del 7 de octubre, fue liberado en un canje de prisioneros en el 2011. “Pero entiendo a los familiares de los rehenes, yo también haría lo imposible para devolver a los míos a casa”, reconoce el recluta.
Ela Ben Ami, que espera el retorno de su padre, Ohad, y Mor Korngold, deseoso de abrazar a su primo Tal Shoham, viven una montaña rusa emocional. “Vivimos encallados (en el 7 de octubre). Son días frenéticos. Si hasta ahora fue duro, lo que viene es aterrador”, dice Mor. Los familiares de los rehenes están esperanzados, pero también ansiosos. Pese a que el acuerdo parece inminente, temen cualquier imprevisto que frustré la liberación de los suyos.
“La casa respira optimismo, pero mi madre nos exigió ser fuertes. Viene un mes largo”, vaticina Ela. Lleva más de un año soñando con abrazar a su padre. “¿Qué dirá? ¿Cómo estará? ¿Se enfadará con nosotros?”, se pregunta. Se estima que al menos 35 de los casi 100 rehenes están muertos. “Los recibiremos y lidiaremos nosotros con sus traumas, no los políticos. Temo la reacción de mi padre”, incide. Para Mor, lo fundamental es que vuelvan, aunque “estén gravemente heridos”, para protegerlos en la seguridad de sus hogares.
Udi Goren, primo del rehén Tal Haimi, considera que la liberación de los rehenes es una cuestión de humanidad. “No importa la ideología, si apoyas a Israel o si simpatizas con los palestinos. Para terminar el sufrimiento en ambos lados, la primera pieza del dominó es devolver a los rehenes a casa”, considera.
A la frustración y la esperanza, se añade la oposición militante. La extrema derecha está furiosa ante lo que consideran un “acuerdo de rendición ante Hamas”. Desde la Kneset, parlamentarios ultranacionalistas amenazan con tumbar el Ejecutivo de Netanyahu. Desde las calles de Jerusalén retumba su clamor: “El pueblo pide victoria”. Exigen no parar la guerra hasta conquistar Gaza eternamente, a costa de abandonar a los rehenes bajo tierra.