La caída de El Asad en Siria ha roto el cinturón que unía los países musulmanes chiitas. Desde Teherán hasta Beirut, el régimen de los ayatolás había conseguido unificar a la minoría chiita por primera vez en siglos, tras décadas de guerras internacionales, fratricidas y civiles en Irak, Siria y Líbano.
Siria era evidentemente el eslabón más débil del cinturón. El régimen alauí de los Asad representaba una minoría en un país de mayoría suní, por lo que era hasta cierto punto lógico que el cinturón se rompiese por ahí. En Irán, Irak y Líbano, por el contrario, los chiitas son mayoría. La represión atroz de los Asad durante décadas y su pertenencia a la minoría alauí, explican el rápido desmoronamiento del régimen una vez se había esfumado la protección de Rusia, Irán y Hizbulah.
Los palestinos siguen abandonados a su suerte, sin ningún aliado de peso
Rusia, concentrada en Ucrania, el Cáucaso y el Ártico; Hizbulah dscabezado y diezmado por la reciente guerra contra Israel como nunca desde su creación en los ochenta e Irán incapaz de asistir al régimen concentrado en contener la disidencia interna y salvaguardar su programa nuclear.
La caída del régimen de Asad supone un revés para Irán y un grave contratiempo para Hezbollah que tendrá mayores dificultades para recomponer sus capacidades operativas y ve debilitada su influencia en la región. Su aislamiento geográfico y la derrota frente a Israel en la reciente guerra, aunque se disfrace con eslóganes y discursos victoriosos por parte del Partido de Dios, podría suponer un punto de inflexión en el país de los cedros, dónde su poder omnímodo ha sido siempre fuente de inestabilidad.

Un retrato de El Asad destruido en Damasco
La rotura del cinturón chiita en Siria es una victoria sin paliativos en primer lugar para su población que ha sufrido medio siglo de represión brutal del régimen de los Assad. Falta por ver todavía si HTS y sus satélites, nacionalistas e islamistas a partes iguales, se comportan de forma muy distinta a la de sus homólogos en otros países y sus antecesores en el poder en Siria.
A nivel regional, Turquía, por el momento, vuelve a salir victoriosa de un conflicto regional, tras sus triunfos en Nagorno-Karabaj y creciente influencia en toda el mundo turcomano y Libia. La creciente industrialización del país gracias a las tensiones comerciales globales y disrupciones logísticas debería asentar todavía más al gobierno de Erdogan pese a la división interna y la inflación. Las monarquías del Golfo también salen reforzadas frente al eje liderado por Irán con el que están enfrentados en Oriente Medio. Israel, por el momento, también puede darse por satisfecho a expensas de ver la evolución de HTS una vez tomado el poder. Los palestinos de Gaza y Cisjordania, mientras tanto, siguen abandonados a su suerte, ahora sin ningún aliado de peso salvo los hutíes de Yemen que podrían ser los próximos en caer, en este juego de dominó que se lleva por delante a regímenes y dirigentes, mientras las poblaciones civiles árabes sufren sus terribles consecuencias.