Ucrania, escéptica ante la promesa de Biden de enviar los misiles ATACMS

Guerra en Europa

Los europeos siguen con dudas y la llamada de Scholz a Putin causa irritación

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Un misil del sistema ATACMS, en una imagen de 2012 facilitada por el departamento de Defensa de EEUU.

JOHN HAMILTON / AFP

Si alguien esperaba gran entusiasmo y miles de gracias a Joe Biden por su decisión de enviar por fin a Ucrania el sistema de misiles ATACMS tantas veces demandados, se equivocaba. Y eso, a pesar de que poder disparar al interior de Rusia con armas occidentales de largo alcance es uno de los puntos principales de lo que el presidente ucraniano llama su plan de victoria . Pero la respuesta de Volodímir Zelenski ha sido que así no se hacen las cosas.

Ayer, mientras parecía debatirse en Europa la cuestión ucraniana a la luz de la decisión de Biden, y en particular si británicos y franceses aceptarán que el ejército ucraniano haga lo mismo con los misiles que ambos coproducen, los Scalp/Storm Shadow (para lo cual tendrían que tener el plácet de Washington porque integran componentes norteamericanos), Zelenski visitaba el frente más comprometido, el de Pokrovsk, en el Donbass, y el segundo, el de Kúpiansk, en la región de Járkiv. Hoy, cuando se cumplen mil días desde la gran invasión rusa, anunciará en un discurso su “plan de resistencia” civil para el país. Pero no ha añadido nada más a su respuesta al giro de Biden el domingo por la noche: “Los ataques no se hacen con palabras. Estas decisiones no se anuncian, los propios misiles hablarán”, dijo muy serio. Está claro: primero hay que enviar los misiles y no dar pistas.

EE.UU. negó a Kiyv en primavera los misiles que necesitaba para frenar la ofensiva rusa contra Járkiv

Especialmente molesto se mostró Volodímir Zelenski con la llamada del canciller Olaf Scholz a Vladímir Putin (en dos ocasiones ya le había dicho que no lo hiciera), que calificó de “apaciguamiento”, un argumento que, por si no bastara con el bombardeo que la noche del sábado dejó un millón de hogares sin luz, se reforzaba ayer con 10 muertos y 53 heridos en un edificio residencial de Odesa.

Los “60 minutos de la vergüenza”, como tituló el Europeiska Pravda la llamada de Scholz a Putin, han sentado como un tiro, por mucho que aquí ya se da desde hace tiempo a Alemania por perdida, y eso que su ministro de Defensa, Boris Pistorius, ha prometido 4.000 drones cazatanques . A alguien le ha dado por llamarlos Mini Taurus , en alusión a los misiles alemanes Taurus que Scholz se niega a suministrar y que, al menos sobre el papel, tienen mayor alcance que los otros en debate, 500 kilómetros. En la reunión de ministros de Exteriores ayer en Bruselas, el estonio Margus Tsahkna criticó el “error estratégico” de Scholz. Con Putin no se habla, esa es la idea.

En cuanto a los misiles, la cuestión tiene truco, porque existen versiones de mayor o menor radio de acción. De hecho, los Scalp/Storm Shadow, que hicieron un gran servicio en la reconquista de Jersón, por ejemplo, son originariamente aire-tierra. ¿Junto con los norteamericanos ATACMS podrían ser muy útiles a Ucrania? Sin duda. Según dijo a la agencia Unian –y analizan también otros medios– el coronel en la reserva Roman Svitan, con 300 kilómetros de alcance quizá no se tendrían a tiro los aviones rusos en sus bases, porque ya se han movido, pero habría más de 200 instalaciones militares rusas que podrían ser golpeadas.

Sin embargo, todo esto es especulativo porque, como señala el coronel, el único territorio para el que Joe Biden ha dado permiso es la provincia rusa de Kursk, y allí solo hay un par de bases importantes.

Kursk es una paradoja en sí misma: Biden permite atacar con sus armas territorio ruso ocupado por fuerzas ucranianas. Por mucho que el pretexto sea la presencia de tropas norcoreanas, no es extraña la reacción de Rusia. Y el escepticismo de los ucranianos, que tiene una poderosa explicación.

Hay que recordar la insistencia de Kyiv, pidiendo misiles la primavera pasada, cuando Rusia comenzó una nueva incursión en la región de Járkiv. Ucrania habría podido detenerla, y sin embargo tuvo que retirarse del enclave de Vovchansk, hacer evacuaciones bajo el fuego de drones... Por no hablar de la ciudad. La que fuera capital de la Ucrania soviética y madre de la modernidad del país, vive amenazada desde hace mil días. Las alarmas suenan varias veces a diario y, como se remiten al conjunto de la región, nadie hace caso. Pero el 28 de octubre una bomba planeadora impacto en una fachada trasera del edificio Derzhprom (antes Gosprom), una joya del constructivismo soviético de los años veinte patrimonio de la Unesco, en el mismísimo centro de la ciudad. Aún hay vidrios esparcidos. El financiero Howard Buffet acudió después para ayudar a pagar la reparación. Pero los aliados de Ucrania no pensaron en Járkiv, tan cerca de Rusia y tan lejos de los Estados Unidos.

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