Xi dice que “nada detendrá el progreso de China” en el 75º aniversario de la República Popular

Desde el 1 de octubre de 1949

El presidente también se ha referido en Pekín a la “reunificación” de las dos Chinas como “irreversible”

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Gran retrato del presidente Xi Jinping, paseado durante el desfile del Día Nacional de China, que este Primero de Octubre coincide con el 75º aniversario de la proclamación de la República Popular de China en la misma plaza de Tiananmen por Mao Zedong

Mark Schiefelbein / Ap-LaPresse

La República Popular de China ha tirado cohetes, pero no la casa por la ventana, para celebrar este martes el 75 aniversario de su proclamación por Mao Zedong. No lo ha hecho por motivos culturales -para los chinos los aniversarios importantes son los que terminan en cero- por coherencia -el Partido Comunista lleva años con la vista puesta en el centenario como factor de movilización- y quizás también para no levantar ampollas, en un contexto internacional particularmente erizado. 

La relativa discreción no impidió, claro está, que el presidente Xi Jinping pronunciara anoche un discurso optimista. Lo hizo en el marco de la celebración de la víspera, para tres mil invitados -altos cargos, diplomáticos y personalidades nacionales y extranjeras- en el Gran Salón del Pueblo de Pekín. “Ningún obstáculo detendrá el progreso de China”, aseveró Xi a modo de advertencia. 

Xi Jinping felicitó “a todos los grupos étnicos” del país, así como a aquellos “compatriotas” que aquel 1 de octubre de 1949 aún vivían bajo otra soberanía -como los hongkoneses y macaenses- y a los que lo siguen haciendo, como los chinos de Taiwán.  “La reunificación es un tren irreversible”, machacó,  pocos días después de que su gobierno instara a EE.UU. a “cesar inmediatamente” sus envíos de armamento a Taipei.

El presidente Xi también expresó sus buenos deseos a los chinos de la diáspora. Desde todavía más lejos -desde el espacio- le han devuelto hoy las felicitaciones los astronautas de la nave Shenzhou-18, que este mes serán relevados tras pasar cinco meses en la estación espacial Tiangong. Uno de los hitos de la nueva China, como lo fue hace pocos meses el primer alunizaje -no tripulado- en la cara oculta de la Luna. 

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El izado de la bandera, este martes en Tiananmen. La China es milenaria, pero en su organización como República Popular, hoy ha cumplido 75 años 

XINHUA / EFE

La Tierra presenta no menos claroscuros, aunque el diario oficialista Global Times subraya que, si Mahoma instaba a los suyos “a perseguir el conocimiento, aunque tuvieran que ir a China”, ahora son los árabes los que acuden a China “en busca de paz”. O, rememorando la reciente cumbre China-África, con más de la mitad de jefes de estado o de gobierno africanos en Pekín,  en busca de “progreso compartido”. 

Según la prensa china, su país está convirtiéndose en muchas de las cosas que Europa quería ser: verde, tecnológica, competitiva y próspera. Un relato de color de rosa, puesto que también allí asoman los problemas -crisis inmobiliaria, crisis de natalidad y  enfriamiento de expectativas -pero que, en el días de su  aniversario, sería mezquino rebatir. 

En el pueblo natal de Mao Zedong, convertido en una especie de parque temático sobre su figura, este martes había todavía más turistas chinos que de costumbre. Los chinos han demostrado tener con él mucha más tolerancia que la que él tuvo con ellos. En la China de Xi Jinping, la momia de Mao está a salvo. Pero el juicio de los chinos sobre el Gran Salto Adelante, que trajo hambrunas, o la iconoclasta y “antiburguesa” Revolución Cultural, es en general negativo y expresarlo de forma comedida no es ningún tabú. De hecho, hace mucho que lo correcto en sociedad es decir queMao  se equivocó en un 30% y acertó en un 70%. 

Cabe recordar que, tras imponerse en la guerra civil a los nacionalistas de Chiang Kai-shek -que huyó a Taipéi con lo mejor de los tesoros imperiales- el Gran Timonel proclamó la República Popular de China en la pequinesa plaza de Tiananmen. 

Los países en la órbita de Moscú la reconocieron enseguida, pero no así  aquellos en la órbita de Washington, que no lo harían hasta los años setenta (con alguna excepción, como la Francia de De Gaulle, que lo hizo en los sesenta). Mao vivió lo suficiente para ver a su estado comunista y nuclear sustituyendo a la República de China (Taiwán) en la ONU. Su China era una dictadura, como también lo era, de signo contrario, la otra. 

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Multitud contemplando los fuegos artificiales del Día de China, este martes, en Hong Kong. Entre ellos, muchos jóvenes. 

BERTHA WANG / EFE

Tras los setenta vinieron los ochentas -entre medio, Deng Xiaoping- y, en la misma plaza, una revuelta sofocada, en sus aledaños, de forma sangrienta. Contra no pocos deseos y pronósticos, 35 años después, el retrato de Mao sigue en pie allí mismo.  Xi Jinping le ha sacado el brillo doctrinario que había ido perdiendo con sus predecesores, empezando por el propio Deng, artífice de la apertura económica, que no política. 

Porque el Partido Comunista de China tomó nota de lo sucedido a sus camaradas soviéticoss -aunque muchos se convirtieron en oligarcas- y todavía más en lo que le ocurrió al país. La implosión de la U.R.S.S. y la miseria y pérdida de soberanía que se abatió sobre la Rusia de los noventa marcó a fuego a los dirigentes chinos. 

Desde 2013, Xi emplaza a sus paisanos a  a seguir avanzando en la “modernización” y el “rejuvenecimiento” de China, con el horizonte de 2049, cuando sueña con sustituir a Estados Unidos como primera potencia, por lo menos en la mayoría de parámetros. La tercera economía, desde mucho antes, será la India. 

Un escenario poco estimulante para ambas orillas del Atlántico Norte y también al otro extremo del mar de la China Oriental. El azar no existe y este mismo martes la OTAN ha cambiado de secretario general, aunque no de discurso. El sustituto de Jens Stoltenberg, el holandés Mark Rutte, ha tenido unas palabras expresamente dirigidas a China, que tenían poco de felicitacíon de aniversario y bastante de crítica acerada. Alimentar la mayor guerra del siglo, ha venido a decir, en referencia a la buena relación diplomática y comercial con Rusia, no le va a salir gratis a China. A Europa, por cierto, tampoco.

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El retrato de Mao Zedong presidía hoy, como ayer, la plaza de Tiananment, la misma desde la cual el líder revolucionario proclamó la República Popular d echina hoy hace 75 años. 

Andrea Verdelli / Bloomberg

También este martes -otra casualidad- tomaba el relevo en la jefatura de gobierno de Japón Shigeru Ishiba, alguien que ha sido dos veces ministro de Defensa. Alguien que juguetea con la creación de “una OTAN asiática”,  que a la postre pueda desplegar armas nucleares frente a China (y Rusia), aunque sea a cuenta de Corea del Norte.

Xi Jinping, por su parte, había reafirmado este domingo el compromiso de su país con la estabilidad global y el progreso compartido, durante una ceremonia de entrega de medallas por el 75º aniversario de la República Popular. Unos gramos de soft power, aunque no cabe duda de que China se ha endurecido. Se  admiten apuestas sobres si esta mayor rigidez es la causa o la consecuencia del cambio de actitud en Washington -más marcado desde la presidencia de Trump- en Bruselas y en Tokio. 

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 Fuegos artificiales durante las celebraciones del Día Nacional de China en Hong Kong, el 01 de octubre de 2024.

BERTHA WANG / EFE

El discurso de Xi se produjo en un momento de recuperación de los mercados bursátiles chinos, tras el anuncio la semana pasada de medidas de apoyo al vacilante crecimiento  económico y al tambaleante sector inmobiliario. 

El líder chino no se refirió en su discurso a las numerosas fricciones comerciales que el gigante asiático mantiene con Estados Unidos y la Unión Europea. Pero hay una felicitación que, aunque sea con retraso, se espera esta misma semana. Se trata de la decisión de Bruselas relativa a los nuevos y abultados aranceles a la importación de vehículos, deseados por Francia pero no por Alemania. Y desde el mes pasado, tampoco por España, según expresó el presidente Pedro Sánchez en su visita oficial a Pekín y Shanghai.

Trabajadores del automóvil en la Zona Franca o exportadores de porcino de Vic también tienen motivos para estar atentos. Lo que demuestra el impacto global de la República Popular de China supera las fantasías más internacionalistas de Mao Zedong, aunque no exactamente del modo que hubiera deseado. 

Van Grac en Cantón

El actor catalán Van de Grac (izquierda), que lleva cinco años en China y ha interpretado a Marx en la película del mismo nombre, de próximo estreno, dice que el Pier Party o muelle de la fiesta en Cantón está a rebosar este martes festivo 

Van de Grac

China ha dado su verdadero gran salto adelante después de Mao. Un ascenso económico sin precedentes, con un progreso social notable, menoscabado por la esclerosis política o la falta de  pluralismo. Pero en definitiva, los chinos que hoy no salgan a celebrar el Día Nacional en no pocos caso será porque ya se hayan ido de vacaciones. “Aquí en Cantón, muchos se han ido, pero muchos más han venido hoy de fiesta”, explica Van de Grac, actor catalán con cinco años de residencia en China y que ha protagonizado “Marx”, largometraje de pronta distribucíon. “El Party Pier (muelle de bares) está a rebosar y el tranvía estaba a tope de gente de fiesta”. 

Un empresario catalán con restaurantes en China niega que la fiesta de hoy pueda compararse con la inmediatamente anterior a Xi Jingping.“El China Dream, entre 2008 y 2012, cuando había más libertad y todo parecía posible”. A la vez, puede entender que la legitimidad del sistema no esté en cuestión para la mayoría de sus ciudadanos. “Hoy los camareros en Shanghai cobran cuatro veces más que en 2008. En Europa o Estados Unidos, diría que no”. 

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