Un ladrón de bancos se lleva por término medio 9.000 euros de botín; el sábado es el día en que nacen menos bebés; en Suecia hay 200.000 personas de apellido Carlsson; la Tierra tiene más árboles que estrellas la Vía Láctea... Hay estadísticas que son meras curiosidades. En cambio, otras (el peso medio de una persona ha aumentado 14 kilos desde 1960, la población de mayores de 65 años es diez veces más que hace un siglo, la disminución del índice de natalidad...) dicen mucho sobre los cambios sociales y políticos. Y existe un tercer grupo, que son difíciles de interpretar o pueden serlo de muchas maneras.
¿Qué significa que Reforma, el partido de ultraderecha de Nigel Farage, haya obtenido 4,1 millones de votos (un 14%)? ¿Es mucho o, en realidad, no tanto? ¿Qué augura para el futuro? ¿Cómo se compara con similar fenómeno en Francia, Italia, España...? ¿Es una amenaza a las próximas elecciones generales en el 2029?
El argumento para un pacto de la derecha es que Reforma y los ‘tories’ sumaron más votos que el Labour
Es la gran pregunta surgida de los comicios del pasado jueves en el Reino Unido, en los que Reforma, a pesar de todos sus votos, tuvo que conformarse con cinco escaños en virtud del sistema mayoritario del Reino Unido, pero quedó segundo en 98 circunscripciones, una plataforma nada desdeñable para intentar dar el salto dentro de un quinquenio.
El populista Farage, amigo y emulador de Trump, es un maestro en el uso de las redes sociales y durante la campaña se ha servido de ellas mejor que nadie. El resultado es que un 23% del grupo de edad de 16 y 17 años dice que lo votaría, y ese porcentaje se eleva al 35% entre los varones. ¿Lo harán de verdad en el 2029, cuando puedan ir a las urnas, o perderán el interés por la política y por la ultraderecha, como quienes ahora tienen entre 18 y 24 años (solo un 8% apoyó Reforma)?
Aparte de seducir a los jóvenes y a todos quienes se sienten olvidados o ninguneados por el sistema (que son muchos), la estrategia de Farage es limpiar la marca de su grupo, que si bien no tiene sus raíces en el fascismo, como Reagrupamiento Nacional en Francia o Hermanos de Italia, sí está impregnado de racismo y xenofobia. Igual que similares formaciones continentales, su líder intenta vender que es de “centroderecha”, pero no tiene una explicación de por qué atrae a personajes poco edificantes que dicen barbaridades, excepto en el hecho de que “somos un partido nuevo sin hasta ahora medios y tiempo para filtrar a todos quienes se suben al barco”.
El plan A de Farage es o bien absorber el Partido Conservador (que todavía tiene 25 veces más escaños) o bien pactar una fusión en condiciones muy favorables para él, como, por ejemplo, convertirse en su líder. A unos tories (Suella Braverman, Robert Jenrick...) les parece una buena idea, porque creen que su pecado ha consistido en irse demasiado a la izquierda con las ayudas de la pandemia, las subidas de impuestos y la aceptación de la cultura woke . Otros (Kemi Badenoch, Jeremy Hunt, Tom Tugendhat...) creen que semejante radicalización sería un suicidio.
Las estadísticas ofrecen a veces resultados sorprendentes. Aunque parezca mentira (es la llamada “paradoja del cumpleaños”), en un grupo de solo 23 personas hay más de un 50% de posibilidades de que dos de ellas hayan nacido en la misma fecha; en las elecciones británicas, el Labour, con 9,7 millones de votos (menos que los obtenidos por Jeremy Corbyn en las derrotas del 2017 y 2019), ha conquistado 412 escaños, mientras que los 10,6 millones de votos del bloque de derechas (conservadores y Reforma) se han traducido en un raquítico botín de 126.
¿Tiene Starmer un antídoto para el populismo?
La rotunda victoria del Labour en las elecciones británicas ha sido bautizada como “la revolución sin amor”, y su gran mayoría comparada con un castillo de arena en la playa, imponente, pero que la primera ola se lo puede llevar cuando suba la marea. Con las arcas vacías, el plan de Keir Starmer para neutralizar el avance del populismo consiste en atraer inversión tanto nacional como extranjera (hay mucho capital expectante) que genere crecimiento sin necesidad de subir los impuestos. Para ello, se dispone a vender que el Reino Unido va a ser ahora un paraíso de estabilidad comparado con países europeos donde la ultraderecha ha llegado al poder o parece a punto de hacerlo. “Pero no nos engañemos –ha advertido Peter Mandelson, que fue gurú de Blair–. Gran Bretaña no es inmune a las corrientes políticas que estamos viendo en Francia. Existe un movimiento populista, y responder a él va a ser la gran batalla”