Milei no es banal, y hoy esto es mucho

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Milei no es banal, y hoy esto es mucho

Algunos de ustedes votarán a la extrema derecha tan pronto como tengan ocasión y sentirán que su voto es necesario para corregir la deriva de una sociedad que ya no distingue el bien del mal, así como la disfunción de un Estado paternalista y entrometido, obsesionado con que lleguemos a viejos, cuando no nos ayuda a que lleguemos a fin de mes. 

Muchos de ustedes, aunque no voten a la extrema derecha, sienten la misma decepción. Han perdido la confianza en el Estado y cuando se preguntan ¿quién nos representa? responden con improperios. Están convencidos de que los políticos profesionales no pueden gobernar con eficacia y deberían ser sustituidos por tecnócratas, los únicos capaces de mejorar los servicios públicos y revertir la proletarización de la clase media. Les gustaría un empresario o un economista al frente de su gobierno, alguien con carisma, incluso un insurgente capaz de ponerlo todo patas arriba.

Fue desde la insurgencia que Javier Milei, Georgia Meloni y Donald Trump asaltaron el poder. Puede que a ustedes no les guste todo lo que hacen, pero los ven como líderes identitarios y apasionados, valientes y con las ideas claras. Les convence su tecnopopulismo, la mezcla de personalidades fuertes con propuestas radicales.

No es lo mismo el oportunismo de Trump que el neofascismo de Meloni o el anarcocapitalismo de Milei, pero los tres convergen en una misma idea: el individualismo autosuficiente. Cada uno de nosostros, nos dicen los gurús de la nueva derecha, tenemos todo lo necesario para gobernarnos a nosotros mismos. El Estado no puede imponernos nada y, por lo tanto, tenemos derecho a ignorarlo.

El presidente argentino cree que cada uno de nosotros es capaz de salir adelante por sí mismo

Estos principios libertarios se consignaron en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, sobre todo gracias a Henry David Thoreau, padre del ecologismo, pensador convencido de que el mejor Estado es el que gobierna menos, es decir, el que recauda menos impuestos, presta menos servicios y no interfiere para nada en nuestro derecho a la vida, a la libertad y la propiedad.

A large puppet of Argentine President Javier Milei is held by a protester outside a government depot for food storage where people gather to demand the release of supplies for soup kitchens, which depend on the government for some of their food supply, in Buenos Aires, Argentina, Wednesday, May 29, 2024. (AP Photo/Natacha Pisarenko)

Milei, ridiculizado el miércoles en una marcha en Buenos Aires contra la pobreza 

Natacha Pisarenko / Ap-LaPresse

Los empresarios que lideran el mundo están muy de acuerdo. Aplauden cuando Milei critica el exceso de regulación, incluso con la inteligencia artificial. Le hicieron la ola en Davos y han vuelto a hacérsela esta semana en Silicon Valley. El líder argentino se ha reunido con Zuckerberg (Meta), Pichai (Google)y Cook (Apple), y el mes pasado estuvo con Musk en Texas. Desde que se proclamó presidente hace seis meses, ha viajado cuatro veces a Estados Unidos. Le gustaría que Trump recuperase la Casa Blanca, pero, mientras tanto, ha arrancado a Biden un acuerdo de cooperación militar para contrarrestar el peso de China en el Cono Sur.

Milei, y esto les gustará a los electores de la derecha radical, no es solo el personaje histriónico de la motosierra. Esta es una caricatura que utiliza para llamar la atención, objetivo hoy casi imposible sin prodigarse en excentricidades. Milei es un economista que en sus mítines da lecciones de teoría económica y publica libros que son ensayos, no memorias. El miércoles, en el Instituto Hoover de la universidad de Stanford, y presentado por Condoleezza Rice, ex secretaria de Estado, defendió su plan de choque contra el gasto público diciendo que el libre mercado es capaz de proveer los servicios que hoy presta el Estado y hacerlo con más eficacia porque funciona a partir de un “intercambio voluntario” de bienes. Todo lo que surge de manera voluntaria, dicen los libros de Milei, es superior a todo lo que se impone por la fuerza, que es lo que hace el Estado con los impuestos y las regulaciones.

A diferencia de Trump que solo cree en sí mismo, Milei cree en sus ideas. Trump acusa al Estado de ser fascista porque ha perdido el juicio por ocultar el soborno a una actriz porno. Sólo hará grande a América mientras antes pueda hacerse grande él mismo. El Estado ha de estar a su servicio.

Milei publica ensayos económicos, no solo memorias como hacen tantos políticos

Milei, sin embargo, está dispuesto a hundirse con su revolución radical. Cree que el choque es inevitable porque la justicia social solo ayuda a los parásitos del Estado y, además, fomenta la corrupción al requerir grandes estructuras públicas, tanto físicas como burocráticas.

Mientras los populistas como Trump nos bombardean con proclamas pensadas para anular nuestra capacidad crítica, Milei, ya sea en Stanford o en el Luna Park de Buenos Aires, quiere convencernos desde el rock y el exabrupto, pero también desde la razón económica.

Yo opino que el estado del bienestar es la mejor herramienta para corregir las desigualdades que genera el mercado y temo que el anarcocapitalismo de Milei las aumentará. Ningún gobernante se ha propuesto las privatizaciones que él intenta y es probable que acabe ahogando a una sociedad con más de un 50% de pobreza. Pero, desde esta profunda discrepancia y desde la repulsa a su histrionismo, le agradezco que no sea banal.

La banalidad, como dijo Hannah Arendt, no radica en el crimen sino en la incapacidad para distinguir el bien del mal, en la nulidad de nuestro pensamiento y en nuestra total falta de conciencia. Milei nos invita a pensar y, por lo tanto, a tener una conciencia y esto, en los tiempos que corren, es mucho porque mientras pensemos por nosotros mismos encontraremos la salida.

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