Lo que nos salva nos condena

Diplomacia

Lo que nos salva nos condena

Primero nos salva la identidad. Quien sobrevive a un bombardeo busca entre los escombros de su casa las fotos de su infancia antes que el televisor, el reloj heredado antes que el aparato de aire acondicionado. Luego, esta misma identidad que nos facilita seguir adelante nos mete en el rebaño de las otras víctimas. Compartir con ellas el dolor nos reconforta. Nos protegemos en la bandera, las costumbres, la religión y el territorio. Reforzamos nuestro nacionalismo excluyente y el paso que damos para defenderlo con violencia es fácil, casi inevitable.

Luego nos salvan las armas. Nos armamos para evitar la guerra. Nos preparamos para lo peor. Confiamos en la disuasión. Nadie se atreverá a atacarnos si podemos responder con una fuerza abrumadora. Ninguna es más convincente que la nuclear. Ninguna, al mismo tiempo, es más devastadora. Vivimos bajo la amenaza de la destrucción mutua, el final de la raza humana tal como la conocemos, pero vivimos en la ilusión de vivir.

Estos son los dilemas sobre los que deberá resolverse nuestro futuro.

Los líderes occidentales redoblan los tambores de guerra. La confrontación con Rusia parece mucho más que probable. Ucrania es solo el principio.

TOPSHOT - A Palestinian man ferries water at a makeshift camp for displaced people in Rafah in the southern Gaza Strip on April 4, 2024, amid the ongoing conflict between Israel and the militant group Hamas. (Photo by MOHAMMED ABED / AFP)

El agua y las tiendas salva a los palestinos desplazados en Rafah, al sur de Gaza 

Mohamed Abed / AFP

La sociedad europea, y también la estadounidense, están cansadas. Son ya demasiadas crisis acumuladas. Han pasado 16 años de la crisis financiera mundial y las economías siguen sin crecer lo que deberían para garantizar el bienestar de la gran mayoría. La desigualdad y los estragos del cambio climático son evidentes desde hace años, pero no tomamos las decisiones drásticas que pueden mitigar sus efectos. Superamos la pandemia, pero no estamos preparados para evitar la siguiente. Las vacunas y las medidas preventivas nunca llegaron de manera efectiva al sur global. Estallaron conflictos territoriales, guerras en Ucrania y Palestina, pero también en Sudán y tantos otros lugares olvidados de África y Asia.

Nos cuesta respirar bajo una atmósfera densa, cansina, de alarmas y dramas constantes. Creíamos que lo habíamos hecho todo bien, pero la incertidumbre y la violencia nos rodea. Nos preguntamos lo que se pregunta cualquier enfermo, ¿por qué yo?, y nadie nos responde. Los gobiernos no nos pueden curar y nos preparan para resistir un largo declive, un periodo en el que todo lo que ha ido a peor aún puede empeorar. ¿Cuántos llevamos ya?

Si Ucrania no recibe armas antes del verano, su causa estará muy cerca del colapso

Ucrania parece condenada. Necesita las armas que no llegarán a tiempo. Rusia seguirá avanzando esta primavera. Si antes del verano no se produce una contraofensiva, la causa ucraniana estará muy cerca del colapso. Europa nunca ha sido tan vulnerable desde la Segunda Guerra Mundial.

Las armas, sin embargo, van a Israel. EE.UU. y Alemania son sus principales proveedores. Están incómodos con este comercio, pero no pueden frenarlo. Los alemanes se sienten culpables por la Shoa y los estadounidenses, responsables de la supervivencia del pueblo judío.

Han pasado seis meses desde la masacre del 7 de octubre y no hay final. Gaza seguirá siendo una zona de guerra durante el futuro previsible.

EE.UU. y Alemania han pedido a Israel que haga mucho más para proteger las vidas inocentes en la franja. El ataque de esta semana contra un convoy de ayuda humanitaria parece que ha rebasado el vaso de su paciencia. No más excusas dicen ahora los dignatarios en Washington y Berlín. Israel reacciona. Promete tomar medidas, abrir nuevas vías de acceso para la ayuda humanitaria. Las muertes de los cooperantes occidentales de WCK no serán en vano. La de los miles de palestinos que los antecedieron sí que lo fueron. La diplomacia es racista. El supremacismo es un motor de la geoestrategia occidental. Sólo cuando mueren los suyos, la diplomacia europea y estadounidense abandona la indiferencia.

El ataque a WCK en Gaza pone demuestra el supremacismo de la diplomacia occidental

Nuestros dirigentes no hacen lo suficiente. Lo que les salva, nos condena. Son profesionales de ganar elecciones. Ganar a cualquier precio, sin mirar más allá del siguiente ciclo electoral. No asumen riesgos ni responsabilidades. No recuerdo a uno que haya reconocido un error. Ahora hablan de guerra.

“Nadie estaba preparado para la guerra que todos esperaban”, escribió León Tolstói en Guerra y paz . Han pasado más de dos siglos desde los hechos narrados en esta novela cumbre de la literatura rusa y parece que seguimos allá.

La OTAN presenta un plan para intervenir en Ucrania. Quiere anticiparse a una victoria de Trump, pero nada impedirá al presidente de EE.UU. decidir el destino de su nación. Si opta por el aislacionismo, nadie podrá frenarlo. La OTAN será insuficiente y Europa quedará expuesta.

Estados Unidos ha salvado a Europa desde principios del siglo XX. Han pasado más de cien años y hoy todos saben que es muy posible que deje de hacerlo antes de que los europeos despierten del sueño de que el gran peso de su poder blando les ahorraba dotarse de un poder duro.

Las armas, sin embargo, es difícil que nos salven. Solo la cooperación lo hará. Necesitamos renovar el Consejo de Seguridad de la ONU y todas las organizaciones internacionales para luchar a favor del bien común universal.

Es una utopía, pero en Europa ha empezado ha funcionar. La UE es un ejemplo de cooperación e identidad compartida. Esto nos salva. Diluirnos en lo universal nos salva. Vivir en una sociedad internacional de iguales es nuestro mejor futuro. Conviene conservar esta esperanza.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...