António Costa (Lisboa, 1961) está agotando sus últimas semanas como primer ministro de Portugal, tras presentar la dimisión el pasado mes de noviembre. Su nombre apareció en una investigación de la Fiscalía que aún no se ha traducido en ninguna acusación. Dimitió y se convocaron elecciones legislativo para el próximo 10 de marzo. El primer ministro Costa ha concedido una entrevista a La Vanguardia, en Barcelona, y la primer pregunta no podía ser otra:
¿De qué se le acusa?
Hasta ahora de nada. La única comunicación que he recibido es una nota de la Fiscalía [Procuradoría General de la República] en la que se cita una interceptación telefónica en la que dos personas que no conozco decían que podían contar conmigo para resolver un problema. Ninguna de esas dos personas, que no conozco, me ha hablado de ese problema.
Si en noviembre del año pasado usted hubiese sabido que transcurridos unos meses no habría ninguna acusación, ¿habría presentado la dimisión?
En aquel momento no tuve dudas de que debía presentar la renuncia. El primer deber de un político es defender las instituciones. Para mí no es concebible que el líder de un país, el primer ministro, pueda estar bajo una sospecha oficial. La justicia tiene que hacer su trabajo y yo la respeto. Para la salud de las instituciones democráticas, para la confianza de los ciudadanos en las instituciones, el líder del país no puede estar bajo sospecha. Esta es mi convicción. No pretendo dar lecciones de ética a nadie, pero es el patrón que he adoptado.
Disolución del Parlamento y elecciones anticipadas. ¿Cree que fue la mejor decisión? Tengo entendido que usted proponía otra fórmula. [Costa sugirió la elección de un nuevo primer ministro y algunas informaciones apuntaban a Mario Centeno, actual gobernador del Banco de Portugal].
En Portugal la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones es una decisión que compete al presidente de la República. Es público que propuse otra solución, puesto que el Partido Socialista disponía de una amplia mayoría parlamentaria [mayoría absoluta] y estaba en condiciones de elegir a otro primer ministro. El presidente tuvo otra visión, vamos a elecciones y los socialistas intentaremos ganarlas.
La nota de noviembre
"No he sido acusado de nada, confío en la labor de la justicia en Portugal”
Tengo entendido que después de los acontecimientos que derivaron en su dimisión, ha habido otros episodios controvertidos en el ámbito judicial. Tres políticos del archipiélago de Madeira, vinculados al PSD (centroderecha), fueron detenidos bajo graves acusaciones de corrupción, que el juez instructor ha diluido. Usted fue ministro de Justicia unos años. ¿Hay algo que no funciona en la justicia portuguesa?
Nosotros tenemos un sistema de justicia algo diferente de otros países europeos, con mayor independencia de los tribunales y total autonomía de la fiscalía. Hemos hecho una gran inversión de medios de la policía judicial para aumentar sus efectivos, su capacidad técnica y eso ha acelerado muchos procesos que estaban ralentizados o parados. Eso ha creado más actividad judicial. La justicia es un sistema de pesos y contrapesos. Creo que lo que es importante es que, el sistema de comunicación social y los ciudadanos comprendan las diferentes fases de la justicia. Es importante para una democracia que ninguno pague por encima de la ley. Y también es importante que el ciudadano común sepa que el primer ministro será investigado si se halla bajo sospecha. Una segunda cosa importante es que sólo los tribunales tienen el poder de juzgar y establecer un veredicto de culpabilidad. La verdad es que hoy en día es muy difícil hacer compatibles esos principios teóricos con la realidad práctica, porque la información pública se rige por otros tiempos que no son los de la justicia. Por ello es muy necesario respetar el funcionamiento de la justicia, para no volver a la Justicia de la Edad Media en la que los juicios se hacían en la plaza pública. Hay que preservar el aporte a la civilización que ha supuesto la independencia de los tribunales. No hay que anticipar las condenas. Creo o que no hay un problema con el sistema de justicia en Portugal, el problema se halla en la comprensión de los tiempos de la justicia. No hay que confundir el inicio de una investigación con una condena. Ese es uno de los problemas. Hay que hacer pedagogía al respecto. Nunca hay que olvidar el principio legal de presunción de inocencia.
Veo que evita usted los reproches y que no acusa a los jueces de entrometerse en la política. ¿Ese será su tono durante la campaña electoral?
Cuando concluya esta historia podré decir algo, pero en este momento presumo que la justicia está haciendo lo que debe. La campaña electoral debe estar apartada de estos temas. Podemos discutir sobre la política de justicia, pero no sobre la justicia en sí misma. Podemos discutir sobre los medios que necesita la justicia, pero el sistema debe ser respetado. Tengo la conciencia muy tranquila y conozco cuál será la decisión final. La sé porque que conozco la realidad. Pero no voy a discutir públicamente eso. Cuando la justicia quiera hablar conmigo, sabe dónde estoy y puede hablar conmigo. No hablo con la justicia a través de los medios de comunicación.
Elecciones el 10 de marzo. ¿Cree que de esas elecciones podrá salir una clara solución de gobierno para Portugal?
Es muy temprano para decirlo. Se están empezando a celebrar en televisión los debates entre los candidatos. [En Portugal todos los candidatos de los partidos con representación parlamentaria se enfrentan en debates cara a cara. Hay más de treinta debates de ese formato]. Venimos de unos años muy duros y especiales. Apenas superada la covid, fuimos invadidos en nuestras casas por las imágenes de Ucrania. Después vino el fuerte impacto de una inflación que no vivíamos desde hace treinta años. Para frenar la inflación, el Banco Central Europeo ha empezado a aumentar las tasas de interés. Ha venido después la trágica crisis de Oriente Medio y el bloqueo del mar Rojo, que puede repercutir en la inflación. Estamos ante una gran acumulación de situaciones de tensión social, un territorio fácil para los populistas. El problema es que los populistas solo tienen las soluciones fáciles a base de palabras. Y las palabras se las lleva el viento. Creo que también se dice así en España. Las palabras fáciles se las lleva el viento.
La renuncia
“Dimití porque el primer ministro de un país no puede estar bajo sospecha”
Como en otros países, en Portugal también crece la extrema derecha [el partido Chega, palabra que quiere decir ‘basta’]. ¿Chega puede acabar teniendo la sartén por el mango?
En Portugal tenemos un sistema de partidos, hoy más fragmentado que ayer, con dos fuerzas principales, una de centroizquierda, el Partido Socialista, y otra de centroderecha, el Partido Social Demócrata. Es verdad que el populismo ha crecido, pero mi convicción es que conforme nos vayamos aproximando de las elecciones ese crecimiento se va a reducir.
¿Puede haber alguna fórmula de acuerdo entre los dos grandes partidos, PS y PSD, alguna fórmula de concertación?
Lo hubo una vez, en 1983, pero no creo que sea está la opción. Mi convicción es que, salvo circunstancias absolutamente excepcionales, un gobierno de gran coalición, como en Alemania, tendría el efecto de fortalecer los extremos.
Podríamos concluir que el primer ministro António Costa cree que Portugal no acabará dependiendo del voto de la extrema derecha.
Creo que eso no ocurrirá.
El próximo mes de abril se cumplen 50 años de la revolución portuguesa del 25 de abril de 1974, un momento muy importante de la historia europea. Importante también para España. ¿Cuál es su balance del legendario abril portugués?
La libertad. Un cambio extraordinario en el nivel de calificación y de educación de la gente, desarrollo económico, desarrollo social, el sistema de sanidad, la escuela pública, la independencia del sistema de justicia, todo lo que la libertad, la democracia y Europa nos han permitido ser hoy. Y la paz. El fin de las guerras coloniales.
Medio siglo
"Se cumplen 50 años de la revolución de abril, el balance es muy, muy positivo”
¿Hay en Portugal nostalgia del salazarismo?
[António de Oliveira Salazar, dictador entre 1932 y 1968, al que sucedió Marcelo Caetano hasta abril de 1974].
No, eso no existe. Ni siquiera la extrema derecha expresa esa nostalgia. Sus temas son otros: la agresividad ante la inmigración, el odio a los gitanos, una fascinación por el discurso autoritario, pero no se atreven a expresar nostalgia de la dictadura.
Después de abril vendrán las elecciones de europeas de junio y en noviembre, las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las relaciones internacional se están reformulando. ¿Europa se la juega?
Estamos en un momento muy importante para Europa. La acumulación de problemas y disyuntivas obliga a profundizar la integración europea. La respuesta no es menos Europa, sino más Europa. Si la gente siente ansiedad frente a la globalización, no lo arreglaremos volviendo a la ilusión del proteccionismo. Necesitamos una mayor integración y necesitamos un sólido pilar social para no dejar a nadie atrás. Europa vive un momento geopolítico tan importante como el de la caída del muro de Berlín. Eso significa que en los próximos años tenemos que ir a una Europa ampliada, seguramente con los Balcanes occidentales y con una Ucrania en paz. Eso significa cambios institucionales y presupuestarios, para que esa ampliación sea exitosa, como lo fue la integración de España y Portugal, como lo fue la entrada de los países bálticos y los países de la Europa central. Eso significa que en las próximas elecciones europeas, los democristianos (ahora más liberalconservadores), los liberales, los socialdemócratas y los verdes han de seguir siendo el campo central de la política europea. Ese campo central ha de seguir siendo el motor.
La dictadura
“Nadie en Portugal siente nostalgia del salazarismo, ni la extrema derecha”
Hemos visto al Partido Popular Europeo mirando a su derecha. ¿Cabe la posibilidad de un cambio de eje que margine a los socialdemócratas?
Creo que el mayor reto que presenta el populismo no es el de que pueda vencer. Es la capacidad que el populismo tiene de condicionar a sus vecinos de la derecha democrática. Yo soy optimista al respecto. Cuando veo al nuevo primer ministro de Polonia, Donald Tusk, miembro del PPE, enfrentándose y ganando a la derecha ultraconservadora polaca, me siento optimista. Espero que sus otros compañeros del PPE entiendan que esa es la vía: combatirlos en vez de asumir su agenda.
Rusia, la Rusia de Putin, elimina a sus opositores como en tiempos del zar y de Stalin. Avanza en Ucrania y empieza a amenazar a Estonia. Donald Trump dice que si vuelve a ser presidente se desentenderá de Europa si no gasta más en defensa. Proliferan ya los discursos en favor de un mayor gasto en armas y munición. ¿Ve posible introducir la demanda de mayor gasto militar en el consenso democrático europeo?
Todos nosotros estamos ahora preocupados con el riesgo del regreso del candidato de Putin a la presidencia de Estados Unidos. Eso sería trágico para el mundo. Pero eso demuestra que hemos de tener una Europa fuerte. Y eso implica que Europa sea también fuerte en su política de defensa. Creo que estamos avanzando. Hemos de producir más material bélico europeo y comprar más material bélico europeo. No significa gastar más comprando a otros. Significa inversión industrial. Inversión tecnológica. Empleo. Ese planteamiento puede generar consenso. Creo que vamos a un nuevo marco fundacional de la Unión Europea como el que en los años sesenta significó la Comunidad Económica para el Carbón y el Acero.
Para concluir, ¿mantiene intacta su disponibilidad a jugar un papel en la política europea en los próximos tiempos?
Mi vida no depende sólo de mí. No vamos a especular ahora sobre el futuro. Lo más importante es que en junio surja una mayoría clara de apoyo al proyecto europeo. Estamos ante retos muy grandes.