En medio del paisaje después de la batalla que ha dejado en Bruselas la masiva protesta agrícola organizada alrededor de la última cumbre, en la que los líderes europeos se pusieron firmes y neutralizaron con facilidad el intento de Hungría de vetar las nuevas ayudas a Ucrania, muchos en la capital comunitaria se preguntaban cuál será la próxima decisión que Viktor Orbán tome como rehén.
¿El mandato de los Veintisiete para negociar la adhesión de Ucrania en marzo, la próxima ronda de sanciones a Rusia...? En realidad, más allá de las políticas de la Unión Europea, Orbán todavía tiene en sus manos un prisionero: el ingreso de Suecia en la OTAN. Tras la luz verde del Parlamento tuco, es el único país aliado que queda por ratificar su adhesión. Pero, en este caso, Orbán no solo está jugando con la paciencia de sus socios europeos, sino, sobre todo, con la de Estados Unidos. También desde Washington están asomando el palo a Budapest, como hizo la UE con éxito al sugerir que podría boicotear la economía húngara si Orbán no desistía.
Las tácticas dilatorias de Orbán irritan al Senado de EE.UU., que amenaza con sanciones y visados
A diferencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que exigió importantes concesiones a Suecia antes de aceptar su ingreso, incluida la reforma de sus leyes sobre terrorismo, el primer ministro de Hungría no ha pedido ninguna contrapartida a cambio de instar su Parlamento para que termine los trámites, aunque se ha quejado de los “ataques” de Suecia a su país durante su turno de presidencia europea sobre la situación del Estado de derecho. A última hora, Viktor Orbán se ha sacado de la manga una petición: que el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, dedique una visita oficial a Budapest.
El líder conservador sueco contestó hace unos días por escrito a la carta del líder húngaro para decirle que estará encantado de visitar su país, pero cuando ambos sean miembros de la OTAN para hablar de la cooperación entre aliados militares. En los márgenes de la cumbre europea Kristersson y Orbán celebraron una breve reunión bilateral y acordaron que sus respectivos equipos buscarán una fecha adecuada para la visita. Pero para sorpresa de Estocolmo, el ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, volvió el viernes sobre el mismo tema: “Sería lo justo” que Kristersson fuera a Budapest antes del voto, ya que en su día también fue a Turquía.
Las tácticas dilatorias del Gobierno de Orbán, el único líder aliado que sigue manteniendo contactos con Vladímir Putin, no han caído bien en Washington. “La inacción de Hungría puede dañar irremediablemente su relación con Estados Unidos y la OTAN”, afirman en un comunicado conjunto los senadores Thom Tillis (republicano) y Jeanne Shaheen (demócrata) en el que piden al Parlamento húngaro que ratifique “sin dilación” la adhesión sueca. “El tiempo y la paciencia se están agotando”, avisan. Orbán es el líder “menos digno de confianza” de la OTAN, ha sentenciado el presidente de la comisión de Exteriores de la Cámara Alta, el demócrata Ben Cardin, que ha sugerido a la Casa Blanca investigar por corrupción a altos cargos húngaros y revisar el acuerdo de exención de visados que EE.UU. tiene con Hungría.
La presión sobre Budapest aumenta. Los partidos de la oposición han convocado para mañana lunes una sesión extraordinaria del Parlamento húngaro para presionar al Gobierno y acelerar la aprobación de la demanda de adhesión sueca. “Orbán ha prometido que Hungría actuará ‘a la primera oportunidad’ que tuviera. La sesión del lunes le ofrece una oportunidad de hacerlo”, afirma un comunicado publicado a última hora del viernes por la embajada estadounidense en Budapest. Todo indica que los diputados de Fidesz, el partido de Orbán, boicotearán la sesión.
Estocolmo trata de no perder la calma. Superado el verdadero escollo para su ingreso en la OTAN –Ankara, por sus discrepancias sobre la cuestión kurda y la lucha antiterrorista–, el Gobierno sueco se niega a ceder a las pretensiones de Orbán de ir a Budapest a rendirle pleitesía. Hungría nunca les ha pedido negociar nada en concreto, y son conscientes de que el líder ultranacionalista no juega solo con el destino de un pequeño país europeo, sino con los deseos del conjunto de la OTAN.
Su situación geográfica, con la isla de Gotland en medio del mar Báltico, convierte el país en un activo altamente interesante para la política de disuasión frente a Rusia de la OTAN. “Suecia aporta capacidades impresionantes a la Alianza en todos los terrenos. Hungría tiene que actuar ya para completar su proceso de adhesión”, ha dicho esta semana el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, tras reunirse en Washington con el secretario general de la organización militar, Jens Stoltenberg.
La previsión con que trabaja la OTAN es que el Parlamento húngaro adopte la decisión a finales de mes, cuando el 26 de febrero retome sus sesiones regulares. “No es una cuestión de si lo hará, sino de cuándo”, confían fuentes diplomáticas. “Pero es un juego ridículo porque todo el mundo sabe que al final Orbán va a decir que sí, no es una posición seria”.