António Costa, el jarrón roto del socialismo europeo

La dimisión del primer ministro de Portugal

António Costa, el jarrón roto del socialismo europeo
Ramon Aymerich Redactor jefe de Internacional

No hay una fórmula única para la izquierda para acceder al gobierno en los países europeos. La vida en esa zona del espectro político es siempre precaria y agitada. Desde que, con el cambio de siglo, se rompió la alianza entre las clases trabajadoras y las clases profesionales y meritocráticas, la izquierda moderada ha tenido que navegar mediante complejas coaliciones, ya sea con grupos de centro, partidos más a la izquierda, ecologistas o nacionalistas. De los cinco ejecutivos europeos en los que gobierna un socialista, Alemania (Olaf Scholz), Dinamarca (Mette Frederiksen) y España (Pedro Sánchez) son un buen ejemplo de ese modelo, adaptado a las realidades de cada país. (El laborista Robert Abela gobierna en solitario la pequeña Malta).

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António Costa, al anunciar su dimisión 

PATRICIA DE MELO MOREIRA / AFP

Justamente por esa fragilidad, la mayoría absoluta de António Costa en el Parlamento de Portugal, era tan especial. El primer ministro de dimitió el martes después de que la policía registrara la residencia presidencial y las sedes de dos ministerios (el de Medio Ambiente y el de Infraestructuras) en busca de pruebas que acrediten prácticas de corrupción relacionadas con el sector energético. Costa gobernaba con comodidad (una mayoría de 117 escaños de 230) desde las elecciones de enero de 2022. Esa mayoría era el resultado de haber fagocitado a sus antiguos socios de gobierno en las dos anteriores legislaturas, la izquierda radical del Bloco y el todavía activo comunismo portugués. Al final, las desavenencias entre los socios por la política de Costa precipitaron esas elecciones.

Pero los desacuerdos con los viejos aliados no desactivaron el prestigio de António Costa como un político especialista en los pactos. La mayoría absoluta culminaba, de hecho, la larga hegemonía socialista iniciada en 2015, en la que la izquierda supo moverse con rapidez y pragmatismo. Nada más llegar, acabó con la política de austeridad aplicada por la derecha portuguesa después del rescate financiero de la Unión Europea. Costa revertió los recortes en la administración pública. No fue un regreso al pasado. Fueron solo unos toques suaves y la recuperación de los salarios de los funcionarios. Pero suficientes para cambiar el estado de ánimo de Portugal.

Representante del socialismo pragmático, su futuro apuntaba al Consejo Europeo

Sus aliados en el Gobierno querían más. Siempre le reprocharon que no fuera más generoso con el gasto social. Pero él era un pragmático y un socialista más liberal y menos socialdemócrata de lo que aparentaba. Después llegó el turismo, gracias al cual Costa surfeó sobre una economía que se desindustrializaba a gran velocidad. Se empezó a hablar de milagro económico portugués. Pero llegó la covid, que noqueó al turismo y al gobierno no le quedó más remedio que aprobar bajadas de impuestos para atraer a los "nómadas digitales" y propiciar una política económica que primaba los empleos con bajos salarios en el sector servicios. Eso significó el desamor definitivo con sus aliados más a la izquierda, que rompieron la coalición.

Cuenta Gabriel Magalhaes que ha sido justamente la mayoría absoluta la que puede haber llevado a la ruina al gobierno Costa. Es posible. En los gobiernos mediterráneos, ya sean de izquierdas o de derechas, las mayorías absolutas son siempre la puerta de entrada de las comisiones y de la corrupción. En los dos últimos años ha parecido verificarse esta ley no escrita. Costa ha visto como se producían doce bajas entre los altos cargos de su gobierno, tres de ellos por la gestión de la aerolínea pública de bandera de Portugal, TAP. Ahora el foco de la polémica está en la energía. En el litio, ese mineral crítico para la transición verde europea, del que Portugal es un país rico. Y en el hidrógeno verde. En ambos casos, el entorno de Costa habría favorecido a algunos de los operadores que optan a unas inversiones bien regadas con los fondos de la Unión Europea.

Víctima del 'lawfare' para algunos, la carrera política de Costas se ha terminado

Los portugueses siguen hoy sorprendidos. Ven verosímil la existencia de corrupción en el entorno del gobierno socialista. Pero también se muestran perplejos. Les cuesta creer que António Costa haya participado en todo ello. Algunos, incluso desde la derecha, apuntan que todo forma parte de un caso de "lawfare" -término cada vez más conocido en la península ibérica- instigado por un poder judicial con una especial autonomía y una derecha impotente para llegar al gobierno de otra manera. Pero aun así, esta hipótesis es arriesgada. La derecha política portuguesa -incluso la extrema derecha de Chega- es más calmada que la del país de al lado. También las normas. La rápida dimisión de António Costa es inusual también en los países mediterráneos. Y una lección para los políticos españoles.

El presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa deberá decidir ahora si convoca elecciones. Es lo más probable. Costa dice irse sorprendido por la acusación y, dice, con la conciencia tranquila. Su carrera política, en todo caso, se ha acabado. No piensa presentarse en las próximas elecciones. Y su candidatura a suceder a Charles Michel en el Consejo Europeo se desvanece. Se va António Costa y con él se va uno de los activos -quizás el más sólido- del socialismo que gobierna en Europa.

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