Israel se dispone a arrasar la Franja de Gaza. Pocas horas después del ataque a gran escala de Hamas del sábado, el primer ministro israelí, Beniamín Netanyahu advirtió de los horrores que les aguardaban a los más de 2,2 millones de gazatíes que viven en el enclave de 365 kilómetros cuadrados, uno de los territorios más poblados del mundo. “Salid de allí ahora mismo – les dijo a los civiles palestinos– porque actuaremos en todas partes”. Desde entonces las amenazas de incursión militar en el enclave por parte del ejército israelí suenan al compás de las bombas que lanza con una intensidad sin precedentes y que han dejado más de mil palestinos muertos y más de 5.000 heridos. “Gaza no volverá a ser lo que era”, les prometía el martes el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, a sus soldados desplegados en la frontera.
La orden de Netanyahu se contradice con el hecho de que Gaza es una ratonera fuertemente vallada de la que casi nadie puede salir y cuya población sufre un implacable bloqueo desde hace 16 años. El acceso al agua, la electricidad, el combustible, las mercancías así como el flujo de personas dependen de la buena voluntad de Israel o de Egipto, ya que los únicos pasos abiertos al mundo exterior, el de Rafah en el sur y el de Erez, en el norte, llevan a estos países, que ofrecen permisos con criterios muy restringidos.
¿Por qué [Netanyahu] no nos dice adónde huir? Realmente nos gustaría saberlo
“¿Por qué [Netanyahu] no nos dice adónde huir? Realmente nos gustaría saberlo”, se preguntaba Hind Khoudary, de 28 años, en declaraciones a Associated Press desde los bajos de un hotel en la Ciudad de Gaza, mientras retumbaban las bombas, que han destrozado manzanas enteras y alcanzado hospitales y algunas escuelas que emplea como refugios la agencia de la ONU par los refugiados de Palestina (UNRWA). “La situación es catastrófica; la gente no sabe adónde ir”, advertía el martes el coordinador general de Médicos Sin Fronteras en los Territorios Palestinos Ocupados, Léo Cans.
Se trata del último capítulo del castigo colectivo que lleva infringiendo Tel Aviv a los palestinos de Gaza desde que Hamas, el Movimiento Islámico de Resistencia, que se declara yihadista, ganó las elecciones en 2006, una victoria no reconocida por Israel y parte de la comunidad internacional. “El mensaje que recibieron entonces los gazatíes es que habían votado mal, lo cual justificaba el bloqueo de la Franja y las restricciones en las ayudas humanitarias”, recalca el investigador principal del área de Mediterráneo y Oriente Medio de CIDOB, Moussa Bourekba.
De la expulsión de israelíes al bloqueo
Israel controló Gaza durante 38 años y construyó 21 asentamientos judíos en ese periodo. La tensión y la violencia se mantuvieron durante años, incluida la primera Intifada, un periodo de protestas palestinas en contra de la ocupación israelí en 1987, en el marco de la cual nació Hamas. En 1993, Israel y la Organización de Liberación de Palestina (OLP) firmaron los acuerdos de Oslo, que tenían como objetivo hacer realidad el “derecho del pueblo palestino a la autodeterminación”, pacto que Hamas no reconoció. En 1994, los palestinos asumieron el control como autoridad gubernamental de Gaza. En 2005, Israel renunció al control de la Franja de Gaza bajo presión nacional e internacional y retiró a 9.000 colonos y fuerzas militares israelíes, aunque el enclave nunca ha llegado a ser un territorio soberano.
"En los primeros años que siguieron al nacimiento de Hamas, a Israel le interesaba que existiera un actor más radical que Al Fatah [componente principal de la OLP] cuya disposición a las negociaciones de paz era vista con mejores ojos por la comunidad internacional. Al tener un grupo que predicaba la destrucción de Israel, los israelíes querían dividir la resistencia palestina y tener a un actor con quien parecía imposible negociar de forma diplomática”, afirma Bourekba.
A Israel le interesaba que existiera un actor más radical que Al Fatah
Pero cuando Hamas salió vencedor, llegó el embargo, que ha provocado el derrumbe de la economía local: la pesca está restringida y los campos de cultivo son hoy casi inexistentes. Más de un 53% de la población activa estaba desempleada en 2019, lo que ha empujado a más de la mitad de los gazatíes a la pobreza y a un 80% a depender de la ayuda internacional para sobrevivir. En la Franja viven 1,4 millones de refugiados que fueron expulsado de sus casas durante la ocupación de Israel.
La ONU ya auguró en 2012 que el territorio sería “inhabitable” para el año 2020. Por aquel entonces Gaza había sufrido la operación Plomo Fundido de Tel Aviv en 2008-2009. Hoy ya son seis las grandes confrontaciones entre Hamas e Israel. En 2012 el ejército israelí mató al líder militar de la organización. En 2014 se ordenó la operación Margen Protector –la más mortífera: con unos 2.200 muertos palestinos y 71 israelíes. En 2018 se produjeron las “marchas del retorno” que cada viernes durante un año Israel reprimió con furia. La guerra de 11 días de 2021 y la última operación el pasado mayo, que fue dirigida no obstante contra la Yihad Islámica. En esa ocasión, Hamas no se sumó a la revuelta y todo hacía pensar que el grupo se inclinaba por la gestión antes que por la acción. Todas ellas con un balance de víctimas muy desequilibrado a favor del bando israelí. “A pesar de que Israel pretendía que la población gazatí dejara de apoyar a Hamas, después de cada episodio Hamas salía reforzado y no debilitado”, destaca Bourekba.
Entre tanto, la población gazatí, que no ha vuelto a acudir a las urnas desde la victoria de Hamas, vive en la desesperanza. “Estando en la situación en la que están, en la que no existe en absoluto una perspectiva de negociación de la paz o de alivio de las condiciones de vida, dudo de que los gazatíes entrevén algún fin al conflicto por vía diplomática”, añade el analista. ¿Está la población contenta con Hamas? No exactamente. A finales del mes de julio hubo manifestaciones en varias ciudades de la Franja contra el gobierno de esta organización que sus fuerzas de seguridad dispersaron rápidamente.