Hasta el día de ayer, los únicos seres dolientes en la plaza Yamaa el Fna de Marrakech eran las serpientes y los monos con que se fotografían los turistas. Pero, en la madrugada del viernes al sábado, ese vasto espacio –patrimonio inmaterial de la Humanidad desde el 2001–, normalmente repleto de juegos callejeros, puestos de comida, animados cuentacuentos y acróbatas, mujeres que pintan con henna o mercaderes de todo tipo de productos, parecía un campo de refugiados, con gente nerviosa que había abandonado sus casas u hoteles y se movía de un lado a otro, evitando acercarse a los edificios más altos. “La mayoría se fueron a pasar la noche a los cercanos jardines de la Kutubia”, explica por teléfono Mohamed el Masaoudi, que atiende a los turistas en una agencia de excursiones justo al lado de la plaza.
El célebre Palmeral de la ciudad también acogió a centenares de personas que pasaron allí la noche, temerosos de que se declararan nuevas réplicas del terremoto, “muy anunciadas por radio macuto, aunque luego no se producían”, apunta Carlos Varona, director del Instituto Cervantes en Marrakech.
Aunque la zona más afectada ha sido la de los pueblos del Atlas –donde está el llamado Hollywood marroquí y se ruedan superproducciones californianas–, en Marrakech los testimonios recogidos por este diario –también con fotos y vídeos– describen, en la emblemática plaza del siglo XI, a grupos de gente llorando o con semblantes angustiados, así como, en el interior de la medina, algunos coches sepultados entre escombros y algunos muros caídos.
“Mi casa se derrumbó, tuve suerte de estar en una boda, de fiesta”, dice Aadi, guía del ‘Hollywood marroquí’
El minarete de una antigua mezquita en uno de los lados de la plaza se ha esfumado, como si fuera la torre gemela del lugar y, en su caída, ha provocado heridas a dos personas. Aunque aún no existen datos sobre los daños materiales causados al patrimonio cultural, el terror que se veía en la cara de muchos turistas permite augurar un descenso de esta importante fuente de ingresos para el país.
“Todo empezó a las 23.10 horas –explica Varona–, al principio pensé que era un atentado, una bomba, sonó igual que una deflagración, me asomé para ver el fuego, parecía el estrépito de un avión estrellado”.
El director del Instituto Cervantes en la ciudad –que, cuando estaba destinado en la India, ya sufrió el devastador terremoto del Nepal del 2015– matiza que “aunque el temblor ha sido muy fuerte, los edificios modernos, como la misma sede del Cervantes o mi casa, no han sido afectados, salvo objetos caídos y alguna rotura puntual. Los que sí han padecido una enorme incidencia son los pueblos bereberes del Atlas que estaban cerca del epicentro, a 60 km al sur de Marrakech. Por la ciudad no se ven grandes destrozos, algún minarete se cayó, pero los monumentos, como la Madrasa de Ben Youssef, se mantienen en pie, salvo alguna grieta”. El Masaoudi certifica que el Palacio Bahia, “al lado de mi casa”, no parece haber sido tampoco dañado, mientras que, en cambio, varios tramos de las murallas rojas sí se han desplomado.
Desde la zona más afectada, Aadi Abdessalam, que trabaja como guía turístico en el ksar (ciudad fortificada) de Ait Ben Hadu, responde a la llamada de La Vanguardia. “Mi casa se ha derrumbado totalmente –se lamenta–, hemos tenido mucha suerte porque estábamos toda la familia en la celebración de una boda y eso nos ha salvado la vida”. Han dormido, pues, al aire libre, en unos espacios naturales que los espectadores de medio mundo conocen desde que, en 1954, se rodara aquí Ali Babá y los 40 ladrones, y más tarde vinieran Lawrence de Arabia, 007: Alta tensión, La última tentación de Cristo, La momia, Babel, la serie Juego de tronos, Astérix y Obélix: Misión Cleopatra o las dos partes de Gladiator, entre otras muchas.
En tan archifamoso poblado, viven menos de diez familias, que nunca han tenido luz ni agua y cuentan con los turistas y los equipos de rodaje como fuente de ingresos. Varios de ellos han hecho de extras en algunas de esas producciones.
“Pero esto no es una película. Un par de casas han caído completamente –prosigue Abdessalam–, aunque la gente está bien, dormimos todos al aire libre, cinco familias juntas a este lado del río. Y, bueno, hoy han vuelto a venir turistas y les hemos enseñado los lugares”.
–¿Cómo? ¿Han venido turistas tranquilamente, a pesar del terremoto?
En la zona más afectada se han rodado películas como ‘Lawrence de Arabia’ o ‘Gladiator’
–Sí, concretamente dos grupos de polacos.
A tan solo 30 kilómetros, está Ourzazate, una de las zonas más afectadas, que acoge varios estudios de cine, entre ellos Atlas, uno de los más grandes del mundo, con sus 150 hectáreas de decorados.
En Marrakech, si la torre de la plaza ha caído, la cercana mezquita de la Kutubia y su minarete de 77 metros de altura –que fue inspiración para la Giralda de Sevilla– sigue en pie, aunque ha sufrido daños aún por calificar, como testifican los viandantes que vieron una nube de humo que salía de él. “Hay una puerta que sí ha quedado afectada –afirma El Masaoudi tras pasarse por allí–, era de entre el siglo XII y XIII”. Toda la medina, o casco antiguo, de Marrakech –una de las mayores de África– está inscrita en la lista del patrimonio mundial de la Unesco desde 1985.
Más daños leves: han caído unas cuantas palmeras del Palmeral, otra gran atracción turística con más de 100.000 árboles regados por un sofisticado sistema de pozos y canales, a lo largo de 16.000 hectáreas. Otro edificio emblemático, como el Museo Yves Saint Laurent, en los jardines Majorelle, ha resistido a los temblores.
Alabanzas al rey en las montañas
Las montañas del Atlas tienen inscritas en color blanco unas enormes frases en árabe que pueden leerse desde el aire. “Son alabanzas a nuestro rey para que las vea cuando sobrevuele la zona y se ponga de buen humor”, dicen los vecinos.
Parece algo curioso o fuera de lugar justo cuando el seísmo se ha cebado en la zona más turística de Marruecos, la que atrae mayoritariamente al visitante extranjero, pues el turista interior tiende a desdeñar las altísimas temperaturas y prefiere visitar las playas de zonas como Tánger y Esauira (la primera, casi nada afectada por el terremoto, mientras que, en el segundo caso, “el pánico se apoderó de grupos de veraneantes que abandonaron a la carrera y con lo puesto sus hoteles”, cuenta Javier Rioyo desde Tánger).
El artista y restaurador Justo Almendros, con casa en Marrakech, dice que “el terremoto ha afectado a la medina, sobre todo a las construcciones débiles, las casas de arcilla se han caído, hay trozos por la calle. Lo peor es en el campo; un hombre que trabaja con nosotros ha perdido a tres sobrinas porque se les cayó el techo encima, otro tiene una hermana grave en el hospital”.