Definida como el arte de mantener relaciones pacíficas entre países, hay muchas formas de ejercer la diplomacia y la elegida por Martin Selmayr, el jefe de la delegación de la Comisión Europea en Viena, hablar a las claras, ha conseguido enfadar por igual al Gobierno austriaco y a la institución a la que representa con sus comentarios sobre el “dinero ensangrentado” que el país envía a Rusia con sus compras de gas.
“Todos sabemos que la diplomacia no consiste solo en [transmitir] el contenido adecuado, sino también en usar el tono correcto” y su elección de las palabras “no fue sólo innecesaria, sino también inapropiada”, declaró ayer la portavoz de la CE, Dana Spinant, tras anunciar que ha convocado a Selmayr en Bruselas para hablar sobre los sucedido. La víspera, el Ministerio de Exteriores austriaco había llamado a consultas al alto funcionario alemán, exjefe de gabinete de Jean Claude Juncker, para expresarle su malestar.
Los comentarios se produjeron el miércoles durante una charla en la que un miembro del público acusó a Ursula von der Leyen de tener “sangre en las manos” por los envíos de armas de la UE a Ucrania. Selmayr replicó que más bien debería quejarse de las compras de gas de su país . “Por Dios, un 55 % del gas austríaco sigue llegando de Rusia”, dijo, sorprendido porque nadie se manifieste contra el envío de “dinero ensangrentado” a Moscú.
Los comentarios han provocado una tormenta política en Austria, que mantiene una política de neutralidad hacia la guerra. Bruselas asumió la línea de defensa de Viena y recalcó que el gas ruso ha pasado de representar el 80% al 50% y recordó que, a nivel de la UE, aunque las importaciones del tipo LNG han subido, el consumo total del combustible ha pasado del 45% al 15% del total.