BRICS, la alternativa a Occidente que no se pone de acuerdo en cómo debe crecer

Johannesburgo acoge la 15 Cumbre del grupo 

Considerado como un contrapeso a Occidente, el club necesita definir los criterios para aceptar nuevos socios


La cumbre de los BRICS arranca con la expansión y la desdolarización como puntos centrales

Xi Jinping a su llegada a Sudáfrica, es recibido por Cyril Ramaphosa

Xi Jinping a su llegada a Sudáfrica, es recibido por Cyril Ramaphosa

Reuters

Los BRICS, acrónimo que engloba a cinco grandes países (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con un peso importante en la economía global y que son percibidos como un contrapeso a Occidente, celebran de hoy hasta jueves una cumbre de jefes de estado y de gobierno (la que hace la número 15) en Johannesburgo. En la agenda de la reunión está el debate sobre los criterios de selección de nuevos países en el club. Una cuestión que ha revelado la divergencia de posiciones entre los fundadores, su heterogeneidad y contradicciones.

En la ciudad sudafricana se verán las caras Xi Jinping, Narendra Modi, Cyril Ramaphosa y Luiz Inacio Lula da Silva. No estará Vladimir Putin, por pesar sobre él una orden de captura de la Corte Penal Internacional (CPI) por los crímenes rusos en Ucrania. Es un riesgo que Sudáfrica no quiere correr (la ley le obliga a detenerlo) y supone una gran frustración para el ruso, que fue quien con mayor claridad entendió el papel que podía jugar el grupo.

Los BRICS representarían el 45% de la economía global si se unieran todos los miembros aspirantes

Participación en el PIB global, en paridad de poder adquisitivo (%)

50

Primera cumbre, Sudáfrica

se une un año después

22 países

solicitantes

40

Jim O'Neill acuña

el acrónimo "BRIC"

Sudáfrica

China

30

20

Brasil

India

10

Rusia

0

1980

1990

2000

2010

2020

Fuente: The Conference Board. LA VANGUARDIA

Los BRICS representarían el 45% de la economía global si se unieran todos los miembros aspirantes

Participación en el PIB global, en paridad de poder adquisitivo (%)

50

Primera cumbre, Sudáfrica

se une un año después

22 países

solicitantes

40

Jim O'Neill acuña

el acrónimo "BRIC"

Sudáfrica

China

30

20

Brasil

India

10

Rusia

0

1980

1990

2000

2010

2020

Fuente: The Conference Board. LA VANGUARDIA

Los BRICS representarían el 45% de la economía global

si se unieran todos los miembros aspirantes

Participación en el PIB global, en paridad de poder adquisitivo (%)

50

Primera cumbre, Sudáfrica

se une un año después

22 países

solicitantes

40

Jim O'Neill acuña

el acrónimo "BRIC"

Sudáfrica

China

30

20

Brasil

India

10

Rusia

0

1980

1990

2000

2010

2020

Fuente: The Conference Board. LA VANGUARDIA

Los BRICS son un concepto creado en 2001 por Jim O’Neill para el banco de inversión Goldman Sachs. El economista trataba de reflejar el peso de lo que entonces se conocía como “economías emergentes” en el crecimiento mundial. O’Neill seleccionó a los cuatro países (la S de Sudáfrica se añadió en un segundo documento) por su potencial económico y tamaño. Vaticinó que en los años venideros, el mayor crecimiento global vendría de estas economías y que, en un par de décadas iban a superar al G7 (el Grupo de los Siete Países Industrializados). Muchos economistas cuestionaron el documento de O’Neill. La idea era demasiado novedosa. Pero era tan diáfana y anticipatoria que acabó por triunfar.

Concebido en 2001 por el economista Jim O'Neill, ocho años después se constituyó como realidad en Ekaterimburgo  

Pero una cosa es redactar un documento que pueda servir para orientar a los inversores y otra diferente que alguien le dé sentido político al club. Vladimir Putin fue el primero en darse cuenta de la oportunidad. Invitó en 2010 al resto de miembros a una reunión en Ekaterimburgo, donde se constituyó el grupo como tal y se formuló ya como una alternativa a Occidente. Hacía dos años que Putin había pronunciado en la Conferencia sobre Seguridad en Munich su famoso discurso contra la OTAN y la hegemonía estadounidense. En la reunión de los BRICS buscaba aliados y los encontró. China se sumó a la idea porque pensaba cada vez más en términos de superpotencia. Lula da Silva, entonces en su segundo mandato, fue un entusiasta de la idea. India y Sudáfrica se mostraron más cautos. Pero la realidad era que a ninguno de los presentes le molestaba formar parte de un club que cuestionaba la arrogancia de Estados Unidos y de sus instituciones multilaterales.

Sin embargo, desde aquel día los BRICS no se han comportado de forma homogénea. El club equivale al 40% de la población mundial y una cuarta parte de su producción. En lo económico siempre quedó claro que China era el peso pesado del grupo. Tampoco a India le iba mal, pero los dos países recelaban el uno del otro. Rusia era un petroestado, con una economía que oscilaba en función de los precios del crudo en los mercados internacionales. Y Brasil, y sobre todo Sudáfrica, entraron en una fase de crecimiento lento. La guerra de Ucrania acabó por profundizar esos matices. La invasión de un país vecino contradecía las proclamas sobre la soberanía con los que adornaban los discursos del club. Y al mismo tiempo, los BRICS se hicieron imprescindibles si Rusia quería eludir las sanciones internacionales impuestas (China e India han absorbido mucho petróleo ruso durante el conflicto).

El club quiere escapar de la tiranía del dólar, pero la futura divisa común está todavía lejos

Hoy, uno de los objetivos de los BRICS es escapar de la tiranía del dólar y de sus instituciones. Crear una divisa común capaz de competir con el billete verde. Potenciar la cooperación y el intercambio con sus propias divisas. Pero una cosa es formularlo y otra muy diferente (y muy difícil) es crear una infraestructura para conseguirlo. En esta cumbre no se hablará de divisa común. Está lejos de ser una realidad. En cambio, se discutirá sobre el Banco de los BRICS (el New Development Bank), que no obstante va demasiado lento para el gusto de todos.

El interés por pertenecer a los BRICS ha sobrepasado las expectativas de los fundadores. Se habla de hasta cuarenta países candidatos a entrar en el club. Desde países poderosos cansados de la amistad unidireccional con Estados Unidos (Arabia Saudí) hasta parias aislados internacionalmente (Irán). Desde miembros del G-20 que quieren abrirse a nuevos mercados (Indonesia) a potencias que quieren visibilidad (Egipto). Todos van a la búsqueda de un espacio de cooperación económica que les permita evitar a EE.UU. y a sus instituciones multilaterales. De mayor apoyo financiero. Todos tienen algún agravio con la primera potencia y sus socios europeos y la pandemia no ha hecho más que acrecentarlo. Todos piden reformas, ya sea en la OMC o en la ONU. Pero todas esas expectativas pueden verse defraudadas. Porque es justamente ese interés por entrar en el club el que hace aflorar las divergencias en su interior.

China y Rusia quieren ampliar el grupo, pero Brasil y Sudáfrica recelan de la idea

China es el país más entusiasta en abrir el club. Necesita el máximo de apoyos en su pugna global con Estados Unidos. Busca también nuevos mercados para unas exportaciones que flaquean y su política de cooperación encaja con ello. Rusia también quiere abrir el club. Está en su narrativa de guerra contra Occidente el conseguir el máximo de apoyos. Brasil y Sudáfrica no tienen claro cambiar un estatus que les singulariza en sus respectivos continentes. Lula da Silva ha invitado a Argentina a ingresar en el club (por amistad personal con Alberto Fernández), pero su diplomacia es lo bastante inteligente como para no secundar una política estrictamente antioccidental. Los BRICS le dan a Sudáfrica un protagonismo relevante en un continente revuelto. La India, finalmente, es el país más ambiguo de los cinco. No se pronuncia, pero el interés que ha puesto en la celebración de la última reunión del G-20, organización de la que ha sido anfitrión, indica que el país de Modi juega quizás en otra liga.

Los BRICS son la propuesta más seria de oposición al monopolio de Occidente en el panorama internacional. Pero la diferencia de intereses entre los países que lo integran hacen pensar que el futuro de esta organización no está todavía escrito.

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