Las ciudades futuristas, inteligentes, verdes y sostenibles son el sueño de muchos líderes políticos, especialmente de los dictadores. Construidas desde cero, estas utopías urbanas prometen resolver los problemas de masificación, contaminación y pobreza que afectan a cualquier ciudad con siglos de historia. Más de un centenar se han diseñado y puesto en marcha en las últimas dos décadas, pero ninguna, sin embargo, ha conseguido lo que se proponía.
"Es muy difícil crear una ciudad desde cero porque es muy difícil crear una comunidad", explica Agustín Fernández de Losada, director del programa Global Cities de CIDOB. "Una ciudad solo tiene sentido si permite el desarrollo pleno de sus habitantes, facilitando el acceso a la vivienda, el empleo, la sanidad y la educación, y hacerlo, además, fomentando la igualdad, algo casi imposible, sobre todo en regímenes autoritarios que no respetan los derechos humanos y que son los principales impulsores de estos proyectos".
"Es muy difícil crear una ciudad desde cero porque es muy difícil crear una comunidad"
La nueva capital administrativa de Egipto, a las afueras de El Cairo, un complejo gubernamental pensado en el 2015 para cinco millones de personas, es un claro ejemplo de este fracaso.
Sobre el plano, todo cuadra, pero sobre el terreno no es lo mismo. Las cifras del folleto promocional están muy lejos de alcanzarse. Se prometen 1,1 millones de hogares, 663 hospitales y clínicas, 150 mezquitas e iglesias. También un obelisco faraónico de un kilómetro de altura que será la construcción más alta del mundo.
El nuevo Cairo aspira, con una superficie programada de 700 kilómetros cuadrados, a ser la ciudad planificada más grande del mundo. Es el proyecto estrella del programa Vision 2030 del presidente Abdul Fatah Al Sisi.
El nuevo Cairo solo se entiende como un gran negocio inmobiliario para beneficio del ejército egipcio
El proyecto, sin embargo, tiene mucho más sentido si se ve como una promoción inmobiliaria para beneficio de las Fuerzas Armadas, actor principal de la economía egipcia, y de los funcionarios que vivirán allí. China contribuye con un crédito de 3.000 millones de dólares.
El negocio está garantizado, aunque no se cumplan las expectativas porque la ciudad acogerá los principales edificios de la república, como el cuartel general del ejército, la residencia presidencial, los ministerios y el Parlamento.
Otra cosa es que la gente quiera vivir allí. El precio medio de un apartamento ronda los 60.000 euros, un coste desorbitado para la gran mayoría de egipcios.
El nuevo Cairo será, por tanto, una capital administrativa, de funcionarios, sin la mezcla social y empresarial de una ciudad normal. Es probable, incluso, que los funcionarios que deban trabajar allí sigan viviendo en el viejo Cairo, mucho más asequible, aunque también mucho más difícil por la congestión del tráfico y la contaminación atmosférica.
Songdo, la ciudad tecnológica junto a Seúl, no logra atraer habitantes
Quitar peso a una gran ciudad se ha planteado también en otros países. En Corea del Sur, por ejemplo, se diseñó hace dos décadas la ciudad de Songdo, un espacio de seis kilómetros cuadrados ganados al mar Amarillo. El 40% de esta superficie es zona verde. Hay coches, pero un sistema de sensores en las calles y avenidas avisa al usuario cuándo debe salir de casa y cual es la mejor ruta para minimizar los atascos.
En Songdo viven unas 167.000 personas, la mitad de las previstas, porque el precio de la vivienda es muy superior al de Seúl o Incheon, la ciudad vecina.
El sistema de recogida de basuras es modélico. Consiste en una red de túneles subterráneos y unas máquinas que no solo recogen y seleccionan los residuos, sino que los reconvierten en energía.
Luis Bettencourt, urbanista de referencia en la Universidad de Chicago, considera que Songdo, igual que la nueva El Cairo y tantas otras ciudades planificadas -unas con algo construido, como Masdar, en los Emiratos Árabes Unidos, pero otras solo sobre el papel, como Telosa, en Estados Unidos-, no resuelven las preguntas básicas para justificar una ciudad.
Las ciudades nos colocan frente a las cuestiones más profundas sobre la sociedad y la naturaleza humana"
"Las ciudades -explica Bettencourt- son la fuente principal de crecimiento y cambio en las sociedades humanas. Así ha sido desde el inicio de la historia hasta hoy, cuando la mayoría de la humanidad vive en ciudades. Las ciudades nos colocan frente a las cuestiones más profundas sobre la sociedad y la naturaleza humana. ¿Cómo se desarrolla la cultura?, ¿Cómo cambia el comportamiento para favorecer la hipersociabilidad y la planificación a largo plazo? ¿Dónde se encuentra el equilibrio entre cooperación y competencia? ¿Cómo la tecnología cambia la sociedad? ¿Es la desigualdad una consecuencia inevitable del crecimiento? ¿Es posible un futuro próspero y sostenible?"
Fernández de Losada cree que las ciudades planificadas no pueden responder a estas preguntas porque "no pueden garantizar un desarrollo inclusivo y sostenible".
Hay veces, sin embargo, en que vivir en una gran ciudad se vuelve muy difícil. Los problemas de El Cairo se replican en muchas otras urbes del mundo en desarrollo, sobre todo en Asia y África.
La masificación urbana es imparable. Cada día, 200.000 personas en todo el mundo se trasladan a vivir del campo a la ciudad. El crecimiento de la población es exponencial en ciudades como Lagos, Manila y Dar es Salam, donde faltan todo tipo de infraestructuras.
Yakarta es otro ejemplo. La capital de Indonesia, situada en la isla de Java, se hunde y el presidente quiere trasladarla. Sube el nivel del mar por el cambio climático y la desecación de los 13 ríos que confluyen en la planicie sobre la que se levantó la ciudad.
Indonesia planifica una nueva capital para sustituir a una Yakarta que se hunde
El 40% de Yakarta está bajo el nivel del mar. Los barrios de la zona norte se han hundido cuatro metros en los últimos 20 años. La mitad de sus 30 millones de habitantes no tiene acceso al agua corriente. La contaminación, la masificación y los terremotos agravan aún más el problema de las inundaciones recurrentes.
Yakarta se encuentra en la costa norte de Java, una isla parecida a Cuba y ligeramente más grande. Mientras que en Cuba viven 12 millones de habitantes, Java tiene una población de 141 millones.
Esta diferencia en densidad y recursos, entre las zonas más y menos habitadas del planeta, crea las desigualdades que los urbanistas creen que solo pueden solucionarse mejorando las ciudades de siempre, no construyendo nuevas.
Es mucho más sostenible mejorar las ciudades que ya existen"
"Es mucho más sostenible mejorar las ciudades que ya existen -afirma Agustín Fernández de Losada-. Las ciudades planificadas, para empezar, necesitan un espacio que suele ser virgen, como en el caso de Nusantara, la capital que se ha planificado para reemplazar a Yakarta."
"En el caso de Masdar, Nuevo Cairo o Neom el terreno urbanizable es desierto -añade Fernández de Losada-. El suelo barato atrae a los inversores inmobiliarios y todo el proyecto acaba pivotando sobre la rentabilidad económica, más que sobre la socia o medioambiental".
"Muchas ciudades planificadas -explica el urbanista de la universidad de Oxford Nicholas Simcik Arese- acaban siendo proyectos urbanísticos especulativos para ricos. Podemos hablar de un apartheid de alto standing".
En muchas ciudades planificadas podemos hablar de un apartheid de alto standing"
Esta segregación es la que se dará, con toda probabilidad, en Neom, el complejo futurista de Arabia Saudí que forma parte del proyecto Vision 2030, un ambicioso programa para desacoplar la economía del petróleo.
Pensado para nueve millones de personas dividas en cuatro ciudades, funcionará como una entidad autónoma y, por sí sola, deberá demostrar que un entorno hostil, desértico y sin recursos, no es un problema que la tecnología no pueda superar. Sus habitantes aspiran a vivir en el mejor de los mundos.
Una ciudad planificada, sin embargo, no es viable si no puede crear empleos. Por eso muchas son capitales de Estado. La Línea, proyecto central de Neom, no lo será, pero está pensada para albergar una potente industria tecnológica, motor de la nueva economía saudí.
Las ciudades planificadas son una oportunidad para reinventar un país. Se presentan como la solución definitiva a los retos que nos plantea la crisis climática y la eclosión de las energías renovables.
El grave problema es que casi nadie quiere vivir en ellas. Nusantara, la nueva capital de Indonesia, no salvará a Yakarta, igual que el nuevo Cairo no salvará al viejo.
Y, aunque parezca paradójico, la gran mayoría de los habitantes de las ciudades que no funcionan prefieren seguir en ellas, soportando el tráfico y la contaminación. Recelan de la artificialidad urbana, por más sofisticada e inteligente que sea, porque está gestionada desde arriba. Prefieren sus comunidades de barrio, aunque sean caóticas, porque les permiten bastante autonomía.
Las ciudades viejas y mastodónticas ofrecen esferas de libertad que en los regímenes autoritarios son fuentes de vida.