El gobierno británico comienza ya a albergar refugiados en una barcaza

Reino Unido

Algunos bloquean en última instancia su ingreso alegando que tienen pavor al mar

Los primeros migrantes embarcando ayer en el ‘Bibby Stockholm’

Los primeros migrantes embarcando este lunes en el ‘Bibby Stockholm’

AFP

Según los días, la barcaza Bibby Stockholm es una prisión de máxima seguridad o un hotel de cinco estrellas. Cuando el gobierno británico quiere meter el miedo en el cuerpo a los potenciales solicitantes de asilo, o demostrar a los votantes lo duro que es en el tema migratorio, la pinta peor que Alcatraz, San Quintín o el siniestro penal de La Joyita en Panamá, cuyo nombre habla por sí solo. Pero cuando tiene que responder a las críticas de la prensa progresista y los grupos pro derechos humanos, entonces la describe como si fuera el hotel Le Sirenuse de Positano, en la costa amalfitana, donde en agosto una habitación común y corriente cuesta hasta tres mil euros la noche.

En realidad el Bibby Stockholm, que después de tres semanas anclado en la coste de Dorset este lunes empezó a recibir los primeros refugiados, no es ni Alcatraz ni un boutique hotel con encanto recomendado por la guía Michelín. Más bien es un alojamiento muy básico, estilo albergue juvenil u hospital de campaña, con camarotes para entre cuatro y seis inmigrantes, con su propio cuarto de baño (sin necesidad de ir al pasillo), televisor y un escritorio, instalaciones comunes como gimnasio y cancha de baloncesto, enfermera y médico de guardia, comida disponible las veinticuatro horas y programa de excursiones.

Sus residentes no están presos, porque pueden salir y entrar a su antojo, con un autobús que les lleva a Weymouth (la población grande más cercana) entre siete de la mañana y once de la noche, y la posibilidad de pedir un taxi si se les hace tarde. Pero están sometidos a un régimen disciplinario, y para moverse necesitan una tarjeta con un código QR que abre la valla de acceso al puerto privado donde está anclada la barcaza.

Imagen aérea del 'Bibby Stockholm', este lunes

Imagen aérea del 'Bibby Stockholm', este lunes

James Manning/AP

Manifestantes en pro y en contra de la presencia de los refugiados en Portland (localidad de trece mil habitantes) recibieron este lunes al primer grupo, que llegó en unos autobuses azules. Unos les daban la bienvenida, otros dejaban claro que no los quieren en su comunidad (todos son hombres de entre 18 y 65 años, de países en conflicto y con graves violaciones de los derechos humanos como Eritrea, Afganistán, Sudán, Irán, Yemen e Irak), y que tienen miedo, probablemente un tanto exagerado, de que sus mujeres e hijas anden solas de noche por la calle.

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Por el momento los residentes del Bibby Stockholm son unas pocas decenas, pero las autoridades esperan que alcancen el medio centenar para el fin de semana, y pronto sumen unos quinientos, que es la capacidad máxima de la barcaza en condiciones decentes. El ingreso de algunos fue bloqueado en última instancia por oenegés humanitarias, que alegaron con éxito que habían tenido experiencias traumáticas en el mar, perdido a familiares y amigos, o temido por su vida, y meterlos en un buque es una violación flagrante de sus derechos humanos.

Los residentes de la barcaza (de tres pisos y 93 metros de eslora) van a ser en su totalidad solicitantes de asilo llegados a Gran Bretaña en pateras a través del Canal de la Mancha, o escondidos en camiones, en maleteros de coches y en el tren Eurostar. El año pasado se presentaron 105.000, más de la mitad de los cuales todavía no han recibido respuesta de si se pueden quedar o no en el país (por término medio el proceso lleva quince meses, mucho más que en Francia, Holanda y Alemania). De ellos, una mitad se alberga en casas, y la otra en hoteles, que cuestan siete millones de euros al año.

Los primeros migrantes embarcando este lunes en el ‘Bibby Stockholm’

Los primeros migrantes embarcando este lunes en el ‘Bibby Stockholm’

AFP

El gobierno conservador que encabeza Rishi Sunak, veinte puntos por detrás del Labour en los sondeos, cree que su única posibilidad de mantenerse en el poder pasa por controlar de aquí al año que viene la inflación (un 7.9% ciento, la más alta del G7) y la inmigración (606.000 personas el año pasado, récord histórico). A los solicitantes de asilo que ya están aquí los quiere meter en barcazas como el Bibby Stockholm (pero ha tenido que devolver otras tres que había comprado porque ningún puerto las recibe), y en instalaciones militares en desuso, que carecen de agua corriente, electricidad y hospital cercano.

Más que frenar la inmigración, porque es necesaria para el crecimiento económico y el pago de las pensiones, el Gobierno desea dar la impresión de que será inflexible con quienes lleguen ilegalmente a partir de ahora. Su plan A es enviarlos a Ruanda (y otros países africanos como Marruecos, Ghana, Nigeria, Namibia y Níger, con los que está en negociaciones), pero el asunto se encuentra bloqueado en los tribunales, a la espera de la sentencia definitiva este invierno del Supremo (que confía que será favorable). El plan B es colocarlos en la isla de la Ascensión, en medio del Atlántico, a seis mil kilómetros de Gran Bretaña. El Labour critica esos planes, pero ha anunciado que los mantendrá en vigor si gana las elecciones, por “falta de alternativas”.

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