Lo dijo Donald Trump en la campaña del 2016, en alusión a los e-mails que su rival Hillary Clinton recibió o emitió desde un servidor privado cuando era secretaria de Estado. Prometió que si ganaba, aplicaría “todo el poder para proteger la información clasificada, nadie está por encima de la ley”.
Este párrafo, todo un golpe bajo, se lo recuerda el fiscal especial Jack Smith en su imputación de 37 cargos por los documentos presuntamente sustraídos de forma ilegal de la Casa Blanca y transportados a su mansión de Florida y a otros lugares para alardear.
Como el que se llevó a su residencia de Bedminster (Nueva Jersey) para mostrarlo en una entrevista al autor de un libro sobre su gobierno: mapa incluido, era el plan de ataque a Irán.
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Smith hace un retrato demoledor de un expresidente que se niega a devolver documentos que afectan a la seguridad nacional y de los países aliados, manejados sin precaución, trasladados sin cuidado, razón por la que también se acusa al valet o ayudante personal de Trump, el militar Walt Nauta.
Ahí se guardaba información sobre capacidades de defensa y armas, programas nucleares, potenciales vulnerabilidades de EE.UU. y los países amigos ante un ataque, las posibles represalias a ese ataque o se ponía en peligro relaciones internacionales o la viabilidad de recursos humanos de inteligencia.
Entre otros papeles, hay al menos 21 que son top secret , 9 secretos y uno que carece de etiqueta, pero que implica “planificación de contingencia militar”. Algunos hacen referencia a Five Eyes (cinco ojos), denominación de los cinco principales aliados de EE.UU.
Documentos secretos de la Casa Blanca amontonados en Mar-a-Lago
Pese a la insistencia en las peticiones de devolución y de las órdenes judiciales, el fiscal Smith remarca que abogados de Trump confesaron como le escucharon plantear “no devolver nada”, “esconder” esos documentos o, citando unan vez más su obsesión con Hillary Clinton, sugirió “destruir” esas pruebas.
En total se le imputan 31 cargos vinculados a delitos de retención de documentos que afectan a la ley de espionaje, y otros 6 por conspiración para obstruir la labor del gobierno o de la justicia, y falsificaciones.
De la acusación emerge una descripción sobre la conducta de Trump que mezcla el absurdo de los hermanos Marx y la gravedad de una conducta absolutamente irresponsable. Solo así se entiende que acumulara papeles en la sala de baile del club de Mar-a-Lago (muy transitada), en un lavabo, una ducha, una oficina, en el dormitorio del anfitrión o en un almacén.
Smith, que hizo una aparición en público, recalcó que “la Fiscalía quiere un juicio rápido”. Si se retrasa, la vista oral puede ser en medio de la campaña.
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Recordó que la imputación fue votada por un gran jurado en el distrito sur de Florida (Trump debe comparecer el martes ante la juez de Miami Aileen Cannon, nombrada por él cuando era presidente) e invitó a leer su escrito “para comprender el alcance y la gravedad de los cargos por estos delitos”.
Previamente a su difusión, los republicanos trumpistas ya habían exonerado a su líder. El presidente de la Cámara Baja, Kevin McCarthy, habló de “un día oscuro” y de que “todos los que creen en la ley están con Trump”. Dos rivales en la carrera electoral, el exvicepresidente Mike Pence y Rod DeSantis, también hablaron de desastre y corrupción. Otros hablaron de que al expresidente se le trataba diferente a (una vez más) Hillary Clinton o a Hunter Biden, hijo de Joe Biden. Pero hubo voces en la derecha que reconocieron estar impresionados por el calado de la acusación y la estrafalaria conducta de Trump.
Smith lo recordó en su comparecencia pública: “Tenemos unas leyes y se aplican a todos”.