Cae otro tabú en el apoyo occidental a Ucrania. El presidente estadounidense, Joe Biden, ha dado luz verde al plan de varios países europeos de adiestrar a pilotos ucranianos en el manejo de “aviones de combate de cuarta generación, incluidos los F-16”. Este entrenamiento será el preludio de la entrega efectiva de los aparatos.
El visto bueno de Washington, que se presentía desde hace días, llegó en plena cumbre del G-7 en Hiroshima. Fue confirmado por fuentes oficiales de la Casa Blanca y es muy probable que el propio Biden ofrezca más detalles desde la capital japonesa este sábado o domingo. El anuncio supone una victoria relevante para Volodímir Zelenski, que aterrizará el domingo en Hiroshima, en una visita muy simbólica, para hablar con los aliados y defender de nuevo la causa de su país ante el mundo.
Washington y los gobiernos europeos participantes en el programa de entrenamiento esperarán unos meses antes de adoptar la decisión final sobre quién entrega a Kyiv los aviones y en qué número. Lo importante es que la decisión de dotar a Ucrania de los aparatos está tomada.
Fabricados por la firma estadounidense Lockheed Martin, con los F-16 sucede como con los tanques Leopard alemanes. Son los aviones están más disponibles, por su abundancia entre las fuerzas aéreas de diversos países y la existencia de recambios.
La noticia sobre los F-16 se produjo el mismo día en que el G-7 acordaba reforzar las sanciones contra Rusia como castigo por su agresión a Ucrania. En un comunicado, los líderes de las siete democracias más ricas reiteraron la condena a Rusia por la invasión y la exigencia de que se retire por completo, sin condiciones, a las fronteras internacionalmente reconocidas (las de 1991, cuando Ucrania se independizó, incluida Crimea).
En el texto se juzga “peligrosa e inaceptable” la retórica rusa de amenazar con el uso de armas nucleares y de querer desplegarlas en Bielorrusia. Los siete países repitieron su promesa de seguir ayudando a Kyiv, ahora y en la fase de reconstrucción.
En el apartado de las sanciones, el G-7 se comprometió a ampliarlas a todo tipo de maquinaria, tecnología o servicios susceptibles de servir al aparato militar ruso, y a aumentar la presión sobre terceros países –aviso indirecto a China– cuyas empresas pueden estar ayudando a Moscú a esquivar las sanciones. Según el diario Le Monde, hay ocho empresas chinas bajo el punto de mira por ser sospechosas de reexportar material muy sensible como semiconductores y circuitos integrados.
“Hemos reducido dramáticamente nuestra dependencia de Rusia en energía y materias primas”, constató el G-7, y agregó que se constreñirá todavía más la importación de metales. Se piensa en cobre, aluminio y níquel.
Restricción a los diamantes rusos
Un capítulo especial fue dedicado a los diamantes. “Los diamantes rusos no son para siempre”, ironizó el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel. La prevista restricción al comercio de piedras preciosas rusas podría parecer anecdótica, pero muestra el sólido consenso para torcer el brazo al Kremlin. Si bien se estima que Rusia, primer productor mundial, exportó diamantes en el 2021 por valor de 5.000 millones de dólares, cifra respetable, más decisivo que este veto es la voluntad de los países del G-7 de privar a Rusia de todos los elementos tecnológicos e industriales que necesita su maquinaria de guerra.
La frase de Michel fue significativa porque Bélgica, en concreto la ciudad de Amberes, es, desde hace cinco siglos, el centro mundial del comercio de este producto natural. Según el Antwerp World Diamond Centre, las 1.600 empresas del sector aportan 6.600 empleos directos y 26.000 indirectos, por lo que el impacto de la medida será doloroso.
En línea con lo acordado por el Consejo de Europa en la reciente cumbre de Reikiavic, el G-7 dio su respaldo a un registro de daños de la guerra, para el eventual pago de compensaciones, y a que se avance hacia un juicio internacional a los responsables de la agresión.
La cumbre de Hiroshima no solo está centrada en Ucrania sino en la estrategia frente al creciente poderío económico y militar de China. No obstante, el protagonismo mediático se lo lleva Ucrania, sobre todo después de la decisión de Zelenski de volar a Hiroshima, donde será la estrella de la jornada de clausura, el domingo.
Durante las últimas semanas, el presidente ucraniano está siendo un auténtico trotamundos diplomático, con una actividad febril, un papel insólito para el líder de un país en guerra cuya capital es blanco diario de ataques con misiles. En la batalla de la imagen, Zelenski busca –y consigue– mostrar el contraste total con Putin. Un líder es recibido con abrazos y solidaridad allá donde va, lejos de su país, frente a otro que tiene miedo a moverse y vive con la paranoica mentalidad del búnker.
Ese enorme esfuerzo ucraniano por explicar su causa y agitar conciencias es un factor esencial que complementa los preparativos de la contraofensiva militar. Llega el momento de la verdad. Kyiv y los países que lo respaldan quieren asegurar que todos los actores sepan lo que está en juego y sus consecuencias. No es lo mismo, después de las guerras, estar en el campo de los vencedores que de los derrotados.