La ciudad de Jindires, en Siria, ha registrado este martes grandes manifestaciones en protesta por el asesinato, la noche anterior, de cuatro miembros de una familia kurda que celebraba Nouruz, el Año Nuevo kurdo y persa. Según fuentes locales, milicianos del grupo extremista suní Ahrar al Sharkiya, formado por sirios árabes y amparado por las fuerzas de ocupación turcas, insultaron y apedrearon a una familia que había encendido una hoguera, como dicta la tradición kurda. La riña terminó de forma sangrienta cuando los islamistas volvieron con fusiles automáticos a disolver la celebración.
El suceso, que deja también tres heridos, ocurrió en el pueblo de Atmeh, a quince kilómetros de Jindiris y cerca de la frontera turca, en el distrito de Afrin. Varios manifestantes en Jinderis, que agitaban banderas del Kurdistán, se acercaron en coche hasta Atmeh, a quince kilómetros, al mulitudinario entierro de las víctimas. Allí, según la agencia estadounidense AP, los manifestantes kurdos habrían proferido gritos a favor de la filial siria de Al Qaeda, Hayat Tahrir al Sham, para que tome Jinderis y su comarca, en detrimento de las milicias directamente alineadas con Turquía.
Según fuentes no confirmadas, Tahrir al Sham se habría movilizado hoy mismo para monopolizar la violencia en Jindiris, tras tomar el cuartel general de Jaish Shakriya, facción disidente de Ahrar al Shakriya.
¡Mis tres hijos y mi nieto han muerto sin ningún motivo!
Afrin -la única zona de Siria donde ya había población kurda hace un siglo- fue el objetivo de la segunda incursión del ejército de Turquía en el país vecino, hace cinco años. No habría sido posible sin la luz verde de Moscú, que a su vez, no se habría producido sin la toma de Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en favor de mantener su cooperación con la ocupación estadounidense en el nordeste de Siria, donde se encuentran los principales yacimientos de petróleo.
De este modo, los milicianos de la filial siria del PKK, las Unidades de Protección Popular (YPG) fueron evacuados de Afrín y, con ellos, decenas de miles de kurdos abandonaron sus casas. Estas fueron ocupadas en breve por sirios árabes desplazados de las zonas recuperadas por el Ejército Arabe Sirio de Bashar el Asad, en el centro del país.
Desde entonces, no obstante, han ido volviendo muchas familias, como muestran los incidentes de anoche, que también demuestran que la convivencia no es fácil. Aunque las relaciones con las fuerzas directamente apoyadas por Turquía han mejorado, siguen siendo pésimas con Ahrar al Sharkiya, una milicia también acusada de haber asesinado a Hevrin Jalaf, una carismática dirigente política kurda durante la tercera incursión turca en el norte de Siria.
El marasmo en el norte de Siria se ve alimentado por la incertidumbre derivada de las elecciones turcas del 14 de mayo. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, querría una entrevista con su homólogo sirio Bashar el Asad antes de esa fecha, como revulsivo electoral. No en vano, sus propios votantes son los que culpan a los 3,5 millones de refugiados sirios de hundir los salarios. Sin embargo, pese a las presiones rusas e iraníes, El Asad dijo la semana pasada en Moscú que no le importan las elecciones turcas y que no habrá entrevista con Erdogan sin un acuerdo firme de retirada turca de Siria.
Además,la perspectiva de una victoria de la oposición podría acelerar aún más dicho desenlace. El candidato de la Alianza Nacional, Kemal Kiliçdaroglu, ha prometido devolver "a los hermanos sirios" a sus país en menos de dos años. Algo que requerirá algún tipo de arreglo con Bashar el Asad.
Las tensiones de ayer y hoy en el noroeste de Siria no son ajenas a las consecuencias del terremoto del mes pasado, que ha dejado cientos de muertos solo en la zona de Jindiris. Precisamente ayer, una conferencia amparada por la Unión Europea comprometió cerca de siete mil millones de euros para Turquía y "para Siria", sin mayores aclaraciones. Mil millones del presupuesto de la UE y el resto de países miembros y organismos financieros internacionales. La cifra de muertos reconocida en Turquía supera ya la barrera de los 50.000.
En un movimiento significativo, el jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu (CHP), visitó ayer en Ankara la sede nacional del HDP, los batasunos kurdos, que han visto como decenas de sus alcaldes eran destituidos en los últimos años por decisión judicial, "por vínculos con organizaciones terroristas", es decir, con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Asimismo, su jefe de filas, Selahattin Demirtas, que está encarcelado desde finales de 2016, es paisano de Kiliçdaroglu, también de confesión aleví y lengua zaza, lejanamente emparentada con algunos dialectos kurdos y con el persa.
La visita del CHP, que no contiene ningún compromiso más allá de "procurar una solución al problema kurdo en sede parlamentaria", busca el voto táctico del HDP. Tal como ocurrió en muchas grandes ciudades en las últimas elecciones municipales, algo que permitió desalojar al AKP de Erdogan de la alcaldía de Estambul o Ankara. El CHP, heredero del partido único del general Atatürk, es testimonial en las zonas kurdas de Turquía, donde el HDP y el AKP de Erdogan se dividen el voto 60/40.
Cabe decir que la celebración de Nouruz estuvo terminantemente prohibida en Turquía hasta 2000. Aunque tolerada desde entonces, el gobernador de Estambul, entre otros, sigue negando el permiso a celebrarlo en los lugares céntricos escogidos por los organizadores, lo que da lugar a docenas de detenciones, como volvió a suceder el viernes pasado.
El Nouroz -que significa Año Nuevo- es celebrado por los kurdos repartidos por cuatro estados de la región, así como por los persas, los azeríes, los turcomanos, los uzbecos, los tayicos e incluso los afganos.