Oriente Medio espera la paz china

Tercer mandato de Xi Jinping

La distensión entre Irán y Arabia Saudí redibuja Yemen, Siria, Líbano e Irak

Una pantalla gigante en las calles de Pekín retrasmitía ayer el discurso de clausura de Xi del pleno de la Asamblea Nacional Popular

Una pantalla gigante en las calles de Pekín retrasmitía ayer el discurso de clausura de Xi del pleno de la Asamblea Nacional Popular

JADE GAO / AFP

El restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudí, pactado el viernes pasado en Pekín, supone un golpe de efecto para la diplomacia china. Pero sus beneficiarios potenciales están en Oriente Medio.

Entre ellos despunta Yemen, donde Riad busca una salida honrosa a su desafortunada intervención militar. La distensión podría tener efectos igualmente balsámicos en un Líbano al borde de la quiebra, en una Siria desgarrada y por reconstruir o en un Irak donde las cicatrices sectarias de tantos años de guerra no se han cerrado. Países, todos ellos, donde suníes y chiíes a menudo han sido instrumentalizados por las ambiciones regionales de Arabia e Irán, respectivamente.

Mientras unos observan con esperanza el cambio de paradigma, otros, como Israel, Estados Unidos, Emiratos e India, aparecen más descolocados.

China, por su parte, ha demostrado que no piensa quedarse encerrada en el mar de China. Poco después de que su vago plan de paz para Ucrania fuera desdeñado por Washington y Kyiv, el presidente Xi Jinping se desquitaba en el primer día de su tercer mandato haciendo historia en Oriente Medio. Esa región de la que EE.UU. lleva una década intentando huir con un “giro hacia Asia”.

La aparente pacificación podría ocultar en realidad previsión ante mayores violencias

Pekín ya ha anunciado otra cumbre para este mismo año, en la que reunirá a Irán con los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. Y Teherán habla ya de restablecer relaciones también con Bahréin.

Música celestial en Líbano, donde el desplome financiero no es ajeno a la inhibición de Riad, su valedor tradicional, irritado por el peso de Hizbulah, fuerza chií alineada con Teherán. Una menor beligerancia aliviaría a Beirut, que lleva seis meses sin presidente y muchos más con un gobierno interino.

La distensión también puede facilitar la reincorporación de la Siria de Bashar el Asad a la Liga Árabe, si este mueve ficha. Mañana mismo se reanudan las conversaciones -en Moscú- entre Siria, Rusia, Irán y Turquía, padrina de los rebeldes suníes.

Sin embargo, la aparente pacificación podría ocultar en realidad previsión ante mayores violencias. “Tanto Riad como Teherán necesitan una desescalada para evitar una reacción militar en caso de que Israel decida atacar Irán”, explica a La Vanguardia Mustafa Numan, ex vice ministro de Exteriores de Yemen. Sus instalaciones nucleares estarían en la diana.

Eso sí, Numan cree que Irán “puede empujar a los hutí -que controlan Saná y la parte más poblada de Yemen- a aceptar una tregua a largo plazo -ahora en suspenso- y a implicarse en el plan de paz de la ONU”. Asimismo, no ve a Emiratos, que ocupa directa o indirectamente Adén y Socotora, obstaculizando: “Eso solo exacerbaría sus tensiones con Arabia Saudí”.

Xi Jinping asegura que Pekín jugará un papel más activo en la escena mundial

La perspectiva de que Arabia Saudí e Irán reabran sus respectivas embajadas deja en cuarentena algunos de los guiones en circulación hasta hace poco, como un posible acuerdo nuclear entre Riad y Washington.

Hace apenas quince días, un Beniamin Netanyahu asediado por las protestas en Israel, aún podía afirmar: “Si expandimos el círculo de la paz a Arabia Saudí, creo que acabaremos con el conflicto árabe-israelí”.

La realidad es que China es el primer cliente del petróleo saudí, tanto como del iraní. Y la región es ahora más estratégica para la industria china que para Estados Unidos, en gran medida autosuficiente.

Ayer mismo, Xi Jinping volvió a resaltar que piensa jugar un papel más relevante en la escena internacional. “China debe participar activamente en la reforma y construcción del sistema mundial de gobernanza”, así como promover “iniciativas globales de seguridad”.

Mientras se agitan las aguas alrededor de Taiwán, el presidente chino anuncia que en una semana, “como muy tarde”, se reunirá con Vladímir Putin en Moscú, marcando nuevamente diferencias con Occidente.

Mientras la portavoz del ministro de Exteriores chino va más allá y pasa a la ofensiva: “EE.UU. considera que 13 años de guerra en Siria son pocos y continúa ocupando ilegalmente su territorio y saqueándolo”.

Sin embargo, que el músculo financiero -el único de que dispone China en la región, a diferencia de EE.UU.- pueda bastar allí, es algo que está por ver.

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