EE.UU. libera tras 20 años a Ana Belén Montes, la analista que espió para Cuba

'La reina de Cuba'

La topo de la Inteligencia Militar estadounidense actuó por ideología, no por dinero

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Una vez recuperada la libertad, Ana Belén Montes muestra un cartel del 2001, cuando fue detenida por espionaje

Europa Press / EP

Este es el momento de la liberación de la reina de Cuba.

Con este apodo se conoce a Ana Belén Montes, hoy de 65 años, que este fin de semana abandonó el penal de Forth Worth (Texas) tras cumplir casi dos décadas de condena como espía del régimen cubano.

Montes no se puede considerar una espía cualquiera. Lo suyo fue vocacional.

Si decidió colaborar con el enemigo no lo hizo por ganar dinero, por la codicia y la riqueza. No. Actuó por ideología. Lo suyo venía desde que estaba en la universidad. En 1984, en plena era del gobierno de Ronald Reagan, ella ejercía un trabajo de oficina en el Departamento de Justicia, en Washington, mientras estudiaba un máster en la Johns Hopkins.

Montes, de 65, salió del penal de Forth Worth y estará cinco años bajo supervisión y con su internet vigilado

Ciudadana estadounidense descendiente de puertorriqueños, a menudo participaba en manifestaciones contra la política de Reagan –visto entonces como un republicano radical al que Donald Trump ha convertido en un bendito–, que emprendió una cruzada contra países de Centroamérica que tenían ejecutivos izquierdistas.

“Pensaba que Estados Unidos no tenía el derecho de imponer su voluntad en otros países”, señaló a la CNN el agente especial Pete Lapp, quien en la práctica dirigió la investigación que llevó a la detención de Montes, el 21 de septiembre del 2001, después de los atentados del 11-S y poco antes de que EE.UU. invadiera Afganistán. Ella ya había dispuesto de acceso a esos planes de ataque militar.

En el 2002 le impusieron 25 años de cárcel, después de declararse culpable de conspiración y filtrar a La Habana información, incluidos los nombres de cuatro espías estadounidenses, además de otros materiales clasificados altamente secretos.

En aquella época de estudiante, su furia contra la política exterior de Reagan le provocó problemas en sus relaciones y, a su vez, atrajo la atención de La Habana, que se dirigió a ella para incitarla a darle la espalda a amigos, a los familiares y, en definitiva, a su país. Un compañero de la Johns Hopkins tuvo constancia de los apasionados comentarios de Montes sobre Cuba y la puso en contacto con los reclutadores castristas en una cena celebrada en Nueva York. Estuvo de acuerdo en prestar su colaboración.

En paralelo, presentó su solicitud para un trabajo en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), donde los empleados manejan a diario secretos del ejército de Estados Unidos.

A pesar de su fama de “revolucionaria” y de sus críticas a la administración Reagan, no tuvo ningún problema para acceder a la DIA como analista.

Cuando en 1985 ingresó en esa agencia, Montes ya había viajado a la isla para su entrenamiento y estaba totalmente incorporada al espionaje cubano, según el FBI. Le llevó poco tiempo ascender en su rango y convertirse en la principal experta en Cuba de la DIA.

En el juicio, la Fiscalía sostuvo que Montes recibió mensajes codificados mediante una radio de onda corta, como series de números, que escribía en un ordenador portátil equipado con un descifrador para traducirlos en textos.

Montes argumentó, durante la audiencia para su sentencia, que actuó obedeciendo su conciencia y que la política de EE.UU. hacia Cuba era cruel e injusta. “Me sentí moralmente obligada a ayudar a la isla en su propia defensa frente a los esfuerzos de nuestro sistema político”, recalcó en la vista.

Había estado más de 15 años filtrando secretos a La Habana cada pocas semanas.

Tuvo un primer aviso en 1996, cuando la llamaron a consultas en el Pentágono a causa de un incidente internacional. Hacía tiempo que existía la sospecha de que en la DIA había un espía que trabajaba para Fidel Castro. El FBI le seguía el rastro.

Ese sospechoso viajó a la base estadounidense de Guantánamo, en la isla, en un momento concreto. Al revisar los registros surgió la identidad de Montes. De inmediato supieron que ella era el topo, sostuvo Scott Carmichael, agente de contraespionaje en la DIA.

Carmichael y Lapp formaron equipo para demostrar que la reina de Cuba era la traidora. Lograron vincular información sensible con un modelo de ordenador usado por ella. El agente del FBI recordó el estoicismo de Montes al ser detenida, como si fuera algo del destino.

El juez estableció en la orden de libertad que Montes ha de ser puesta bajo supervisión por cinco años, con su acceso a internet vigilado y con la prohibición de trabajar para gobiernos o empresas extranjeras.

“Esa parte de su vida ya está cerrada –insistió Lapp–, no me puedo imaginar que ponga en riesgo su libertad”.

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