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El declive de 'una persona, un voto'

Democracia

Las elecciones en EE.UU. e Israel demuestran la creciente desigualdad entre ciudadanos para influir en sus gobiernos

Activistas a favor de los derechos electorales exigieron el principio de 'una persona, un voto' el pasado miércoles frente al Tribunal Supremo de Estados Unidos 

Drew Angerer / Getty Images via AFP

Dos elecciones legislativas recientes, en dos democracias avanzadas, han vulnerado el principio de "un hombre, un voto". Ha sucedido en Estados Unidos e Israel, pero, de hecho, sucede cada vez que los ciudadanos son llamados a las urnas en cualquier democracia liberal. 

El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha debatido esta misma semana un caso que propone restringir aún más la igualdad de voto, dando luz verde los parlamentos estatales para que aprueben leyes y mapas electorales aunque sean inconstitucionales y sin que la justicia del propio estado pueda intervenir.

El caso expuesto este miércoles ante la más alta instancia judicial estadounidense se basa en una interpretación literal de la Constitución de 1787 y demuestra que, aunque vote todo el mundo que quiera votas y el proceso electoral se realice según la ley, el resultado no refleja la voluntad del pueblo, sino de un sistema diseñado por el partido mayoritario para vulnerar el viejo principio de "un hombre, un voto", hoy reformulado como el de "una persona, un voto".

El Tribunal Supremo de EE.UU. debate si  dar a las asambleas estatales todo el poder sobre el sistema electoral, aunque sea a costa de restringir el derecho de voto 

Que el sistema garantice la libertad de voto no implica que este voto sea equitativo. Nunca lo ha sido. En las democracias representativas es muy común que el sistema otorgue más valor al voto de unos ciudadanos sobre otros. El voto rural, por ejemplo, tiene más peso que el urbano. Además, no todas las circunscripciones electorales son un reflejo equitativo de la población.

En Estados Unidos hay que añadir la dificultad que tienen muchas personas para votar porque los requisitos para hacerlo son cada día más exigentes. Las clases trabajadoras, las menos educadas y con menos rentas son muy vulnerables a estas exigencias y, con frecuencia, no pueden ejercer su derecho al voto.

En Israel, la situación de los tres millones palestinos en Cisjordania es aún más dramática. Pese a vivir en un territorio ocupado y colonizado por Israel, no pueden votar, algo que sí pueden hacer los colonos israelíes que allí se han asentado. 

Las reformas electorales aún reducen más la igualdad de voto entre los ciudadanos

Lo sucedido en las legislativas norteamericanas e israelíes del pasado mes de noviembre es muy ilustrativo de cómo las reformas electorales, en lugar de buscar una mayor igualdad del voto, persiguen todo lo contrario.

El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, fue el gran vencedor en los comicios de medio mandato en Estados Unidos. No solo renovó con holgura su cargo, sino que logró un número récord de diputados republicanos de Florida en la Cámara de Representantes. 

De los 28 escaños que tiene Florida en la cámara baja del Congreso, 20 serán ahora republicanos. Son cuatro más que en la anterior legislatura gracias a la manipulación del mapa electoral que ha llevado a cabo DeSantis.

El gobernador de Florida manipuló las circunscripciones para dar una mayoría decisiva al partido republicano

Los republicanos tienen asignados, de momento, 220 escaños en la nueva Cámara de Representantes. La mayoría está en 218. Así de clave ha sido la maniobra de DeSantis en Florida.

El gobernador redibujó varias circunscripciones para beneficiar a los candidatos republicanos. Sus propios compañeros de partido, que son mayoría en el Congreso de Florida, dijeron que era ilegal.

Está prohibido por ley alterar las circunscripciones con fines partidistas, una estrategia que se conoce como crack and pack, es decir, romper y concentrar. Se trata de partir las circunscripciones que no son favorables a un partido para concentrar los electores allí donde su voto sirve mejor a los intereses del partido en cuestión.

La ley establece que las circunscripciones deben reflejar el censo de población, pero tanto republicanos como demócratas se la saltan siempre que pueden.

La tecnología al servicio de la sociología y las matemáticas electorales es hoy tan sofisticada que las mayorías políticas pueden diseñar circunscripciones que les garanticen la victoria prácticamente siempre.

Las restricciones al voto se han disparado en 19 estados norteamericanos

DeSantis ha podido hacerlo porque sabe que las reclamaciones judiciales no prosperarán. Varios gobernadores republicanos han elegido a los siete jueces del Tribunal Supremo de Florida. Tres de ellos le deben el cargo al propio DeSantis.

El principio de "una persona, un voto" queda roto por esta manipulación. El caso de Florida no es único. El Centro de Justicia Brennan afirma que el año pasado las restricciones de voto aumentaron en 19 estados norteamericanos.

"Un fundamento básico de la democracia es que las preferencias y los intereses de todos los ciudadanos deben tener la misma consideración", sostenía el prestigioso politólogo de Harvard Sidney Verba. 

Si esto no sucede, el sistema es injusto. Así lo estableció una sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1964. "El peso y el valor de los votos de los ciudadanos -decía la sentencia- debe ser el mismo en la medida de lo posible".

Esta igualdad es la que ahora está en juego en el mismo Tribunal Supremo. Cuatro de lo nueve jueces parecen inclinarse por la propuesta de que las asambleas legislativas de cada estado estén por encima de la justicia a la hora de diseñar el sistema electoral. 

Si se salen con la suya, las asambleas de mayoría republicana, por ejemplo, podrán endurecer todavía más el proceso para entrar en el censo electoral. La documentación que se exigirá será más abundante al tiempo que se limitará el voto anticipado ya sea presencial o por correo. Las iniciativas ciudadanas para favorecer el voto y la independencia del sistema electoral sufrirán un serio revés.

El partido republicano domina las asambleas de 29 estados, mientras que el demócrata lo hace en 19.

El Supremo de EE.UU. estableció en 1964 que cada voto debía "tener el mismo peso y valor"; ahora puede revisarlo

En los sistemas electorales mayoritarios, como el estadounidense, es más fácil negar la igualdad política a los ciudadanos que son susceptibles de votar en contra de los intereses del gobernante, pero en los sistemas proporcionales esto también sucede. 

En Israel, por ejemplo, antes de las últimas elecciones, el Likud logró pasar una ley que reduce la financiación electoral a las listas conjuntas. El objetivo fundamental era rebajar las opciones de los árabes para presentarse en coalición. 

Las alianzas son importantes en un sistema proporcional de circunscripción única como el israelí. Son necesarias, sobre todo, entre formaciones que compiten por un elector muy similar. Si no se unen, es mucho más difícil superar el umbral del 3,25% de los votos que permite obtener representación parlamentaria.

Apenas 30.000 votos, de un total de 4,6 millones, dieron el triunfo a Netanyahu 

El pasado 1 de noviembre votaron 4,6 millones de israelíes. El bloque de la derecha que apoya al primer ministro Beniamin Netanyahu (Likud) consiguió 2.360.757 votos. La suma de sus rivales, 2.330.464. Es decir, apenas 30.000 votos separaron a los dos bloques. 

Es más, si la líder laborista hubiera aceptado una coalición con Meretz, otro partido de izquierdas, a Netanyahu no le hubieran salido las cuentas para volver al poder.

Meretz no entró en el Parlamento, como tampoco lo hizo Balad, uno de los tres partidos palestinos.

La perversión del sistema electoral, en este caso, se agrava con la vanidad de los políticos que no aceptan presentarse en coalición. La consecuencia, en todo caso, es la misma: no hay igualad de oportunidades para todos, como establece una de las leyes básicas israelíes y defiende la teoría de la igualdad política.

Esta igualdad, como demostró el politólogo Robert A. Dahl, exige, además del derecho a un voto que tenga el mismo peso para todos, igualdad ante la ley y libertad de expresión.

Ningún gobernante cambiará un sistema electoral injusto si le beneficia

DeSantis es ahora un candidato muy sólido, más incluso que Donald Trump, para aspirar a la presidencia en las elecciones del 2024. Su triunfo aún animará más a otros gobernantes a alterar las reglas del juego a su favor. Ningún líder cambiará un sistema electoral injusto si le beneficia.

"Una persona, un voto" ha servido a lo largo de la historia para crear grandes democracias, como la India, o para enterrar sistemas políticos abominables, como el apartheid en Sudáfrica.

Esta misma semana, Rapahel Warnock, nuevo senador demócrata por el estado de Georgia, celebró su triunfo diciendo que "el pueblo ha hablado".

Estaba en lo cierto. El esfuerzo de varias organizaciones civiles para aumentar el censo electoral favoreciendo el registro de los ciudadanos más vulnerables ha dado lugar a una participación más diversa. 

Georgia era un estado eminentemente republicano hasta que la inmigración de los últimos 20 años ha convertido el área metropolitana de Atlanta en una de las regiones más diversas del país. Los condados que tenían una abrumadora mayoría blanca cuentan ahora con un mayor equilibrio racial. 

El voto de negros, hispanos y asiáticos está mejor representado porque la manipulación de los mapas electorales que ha intentado la mayoría republicana no ha podido con el aluvión migratorio y el aumento del censo electoral.

Dahl sostenía que la igualdad perfecta es inalcanzable, pero, aún así, hay buenos ejemplos de igualdad política en todo el mundo.

Las democracias, a pesar de su decadencia en muchos países, consolidan los derechos de sus ciudadanos. Sin embargo, como decía Dahl, no estamos hablando tanto de derechos como de oportunidades.

Cuando, por ejemplo, el Congreso de Texas, bajo control republicano, establece que en cada condado haya solo un centro para depositar el voto anticipado, reduce drásticamente las oportunidades de los 4,7 millones de habitantes del condado de Houston, ciudadanos que votan mayoritariamente demócrata y a los que les cuesta más encontrar un hueco para votar los martes, día en el que siempre se celebran las elecciones en Estados Unidos.

Cualquier persona a la que afecte una decisión política debe tener la misma oportunidad, el mismo poder de voto, sobre esa decisión. Lo que ocurre, sin embargo, como anticipó Dahl, es que la capacidad de influencia de los ciudadanos sobre su gobierno es muy desigual y cada vez lo será más.

Un escaño en Teruel cuesta 35.800 votos, mientras que uno en Madrid o Barcelona más de 130.000

En sistemas proporcionales como el español un escaño en Teruel cuesta unos 35.800 votos, mientras que uno en Madrid o Barcelona supera los 130.000. Reforzar el voto rural va en detrimento del urbano y favorece a las fuerzas conservadoras sobre las progresistas.

La desigualdad política es un síntoma muy claro del deterioro democrático y seguirá agravándose mientras la acción cívica y conjunta de una mayoría de ciudadanos no lo cambie.

Pero frenar esta acción cívica ha sido, precisamente, el objetivo de los gobernantes, empezando por los padres de la Constitución estadounidense, la primera democrática del mundo, que desconfiaban tanto de los ciudadanos que crearon un sistema electoral favorable a las elites y las minorías conservadoras. Ganar el voto popular en Estados Unidos no garantiza ganar el poder, y así, con un voto minoritario, fue elegido George W. Bush en el año 2000 y Donald Trump en el 2016.

El Tribunal Supremo se inclina ahora por mantener esta desigualdad. Si decide que las asambleas estatales estén por encima de la justicia de sus propios estados nada podrá impedir que no tengan en cuenta el voto popular en unas presidenciales y envíe al colegio electoral -el organismo intermedio que elige al presidente- a los electores que considere afines a sus intereses. Esto es, precisamente, lo que intentó Trump en el 2000.