Al final, todos han podido desembarcar. Italia ha permitido este martes que los 212 migrantes que quedaban a bordo de la nave Geo Barents, de Médicos Sin Fronteras (MSF) pisasen el puerto de Catania, en Sicilia, después de que en una primera selección el Gobierno de Giorgia Meloni considerase que debían dar marcha atrás y volver a aguas internacionales por no ser suficientemente vulnerables.
Termina así uno de los episodios de la primera crisis migratoria de Meloni, que ha puesto en práctica su estrategia de desembarcos selectivos al solamente dejar entrar en Italia en un primer momento a los menores, mujeres y personas con problemas de salud para complicar la vida de las organizaciones humanitarias que salvan vidas en el Mediterráneo central, a quienes consideran cómplices del tráfico de seres humanos en estas aguas.
El Geo Barents llegó el domingo con 572 personas a bordo, pero 212 personas seguían hasta hoy en el barco después de que MSF se negara a regresar a aguas internacionales al defender que vulneraba el derecho de asilo. Hoy la organización ha reclamado que volviesen los inspectores de sanidad a bordo para analizar la difícil situación en el barco, ya que había ataques de pánico y había surgido un brote de sarna. Tres personas se habían lanzado al mar para alcanzar tierra a nado. Después de doce horas analizando la situación, los funcionarios italianos han dictaminado que todos desembarcasen.
“Quedarnos en puerto está avalado por la ley que dice que deberíamos desembarcar inmediatamente en un lugar seguro a todos los sobrevivientes de a bordo. Estamos atracados en un lugar seguro, aplicando la ley, no nos iremos hasta no lograrlo y poder concluir esta operación de búsqueda y rescate. Nuestro equipo legal está valorando todas las posibles acciones legales para poner fin a esta situación arbitraria contra el bienestar de los sobrevivientes”, había advertido el jefe de misión de MSF, Juan Matías Gil.
En el muelle de Catania también se encuentra el Humanity 1, de la oenegé alemana SOS Humanity, el primero que sufrió la política de desembarcos selectivos y donde todavía quedan 35 personas a bordo. Allí la tensión también es alta después de que la mayoría estén en huelga de hambre y los funcionarios italianos están examinando si dejarles desembarcar. En Reggio Calabria, por otra parte, han desembarcado todos los 89 migrantes que estaban a bordo de la pequeña nave Rise Above, de la oenegé alemana Mission Lifeline, donde no ha habido una selección.
Muy diferente es el estado de la última de las naves humanitarias que estaba pendiente de saber si Italia les iba a permitir un puerto. Se trata del Ocean Viking de la oenegé francesa SOS Mediterranée, que, tras el rechazo italiano, ha puesto rumbo a Francia con 234 rescatados, presumiblemente hacia Córcega o Marsella, algo que ha sido altamente celebrado por el ministro de Infraestructuras italiano, Matteo Salvini. “Bien, el aire ha cambiado”, ha celebrado en sus redes sociales.
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Meloni, por su parte, ha agradecido la decisión francesa de “compartir la responsabilidad de la emergencia migratoria” y ha pedido que continúe esta “línea de colaboración europea” con los estados más expuestos por su posición geográfica para que se encuentre una “solución compartida y común para frenar el tráfico de seres humanos y gestionar de forma legal y equilibrada el fenómeno migratorio que tiene dimensiones históricas”.
La visión de la primera ministra ultraderechista es muy parecida a la de Salvini durante sus turbulentos años como ministro del Interior. Consideran que son los estados de banderas de las naves humanitarias quienes son responsables de los migrantes que rescatan, y no Italia, porque ya acoge a todos aquellos que llegan a sus costas por sus propios medios. "Si quieren detenerse en la exégesis de expresiones burocráticas adelante, pero no aceptamos lecciones de nadie desde el punto de vista del respeto a los derechos humanos", ha reivindicado hoy el ministro italiano del Interior, Matteo Piantedosi, que se había referido a las personas de menos vulnerabilidad que no permitía desembarcar como “carga residual”.