Las fugas de gas en los dos gasoductos Nord Stream, que conectan Rusia con Alemania a través del mar Báltico, detectadas por Dinamarca y Suecia en aguas de su zona económica exclusiva, han levantado sospechas de sabotaje y generado alarma añadida en una Europa angustiada por la crisis energética.
La doble infraestructura, concebida para transportar gas natural ruso hacia el mercado europeo, no estaba operativa debido al pulso que libra Vladímir Putin con Occidente por la guerra en Ucrania, pero todavía contiene gas. El Nord Stream 2 no llegó nunca a entrar en funcionamiento por decisión alemana semanas antes de la invasión rusa de Ucrania en febrero, mientras que el Nord Stream 1 siguió bombeando gas hasta que, tras varias fases de tensión, Putin cerró el grifo a inicios de septiembre.
En este escenario de absoluta desconfianza hacia Rusia, la Autoridad Marítima de Suecia (SMA) alertó ayer de dos fugas en el Nord Stream 1, una en su zona económica y la otra en la zona económica danesa, al nordeste de la isla danesa de Bornholm. El lunes, Dinamarca había avisado de un escape en el Nord Stream 2 al sudeste de Bornholm.
Cada gasoducto tiene dos tuberías, y las fugas detectadas afectan a tres de ellas. La operadora de los gasoductos, Nord Stream AG, un consorcio internacional de empresas en el que la rusa Gazprom posee el 51% de las acciones, con sede en Suiza, dijo que los daños “no tienen precedentes” y que es imposible prever cuándo podrán repararse.
Varias voces hablan de sabotaje o no lo descartan. En rueda de prensa anoche en Copenhague, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, dijo que las fugas de gas “fueron causadas por actos deliberados y no pudieron ser resultado de accidentes”. Al poco, la primera ministra sueca en funciones, Magdalena Andersson, comparecía en Estocolmo para corroborar que “las información sueca y danesa sugiere que es probablemente un acto deliberado”. Tanto Dinamarca como Suecia recalcaron que no consideran lo ocurrido un ataque militar contra su territorio.
En Alemania, el ministro de Economía, Robert Habeck, dijo anoche en un encuentro con empresarios que las fugas se debieron a ataques dirigidos a la infraestructura y que el Gobierno alemán sabe ahora con certeza “que no fueron causadas por sucesos naturales o fatiga de los materiales”. Ninguno de los tres países acusó explícitamente a Rusia del sabotaje.
Horas antes, el Kremlin se había mostrado también “extremadamente preocupado” por los daños. “No se puede descartar ninguna versión”, dijo el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, en su rueda de prensa telefónica diaria al ser preguntado sobre si se trataría de un sabotaje, informa Afp. “Hasta que tengamos los resultados de la investigación, no podemos descartar nada”, dijo el ruso, quien añadió enfáticamente que “esto afecta a la seguridad energética del continente”.
Polonia y Ucrania, aunque sin aportar pruebas concretas, apuntaron a Rusia como responsable. “Nos enfrentamos a un acto de sabotaje; no conocemos todos los detalles de lo sucedido, pero vemos claramente que es un acto de sabotaje, relacionado con el próximo paso de la escalada de la situación en Ucrania”, dijo el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, en plena ceremonia ayer de la apertura del nuevo gasoducto Baltic Pipe, que llevará gas de Noruega a Polonia vía Dinamarca.
El Baltic Pipe, estratégica infraestructura con la que Polonia busca diversificar proveedores de energía lejos de Rusia, se cruza en su ruta con los Nord Stream. “La era de la dominación rusa en la esfera del gas está llegando a su fin –declaró Morawiecki–. Una época que estuvo marcada por el chantaje, las amenazas y la extorsión”.
Ucrania también ve la mano rusa en los escapes. “La fuga de gas a gran escala del Nord Stream 1 no es más que un ataque terrorista planeado por Rusia y un acto de agresión contra la Unión Europea”, escribió en Twitter Myjailo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Los ingredientes anómalos se suceden. El Instituto Sismológico de Suecia registró dos explosiones submarinas antes de las fugas, y un sismógrafo de Bornholm anotó dos temblores de tierra en el mar Báltico que encajan con las horas y ubicaciones de lo ocurrido. Bjorn Lund, sismólogo de la Universidad de Uppsala que forma parte de la red sueca de control sísmico, declaró a la agencia Ap: “Estamos muy seguros de que fueron explosiones; esto no fue un terremoto ni un deslizamiento de tierra”.
Las fugas son de magnitud y, según el director de la Agencia de Energía danesa, Kristoffer Böttzauw, podría pasar una semana hasta que el gas deje de salir. “La superficie del mar está llena de metano, lo que significa que existe un mayor riesgo de explosiones en la zona”, dijo Böttzauw. Los barcos podrían perder flotabilidad, por lo que Dinamarca prohibió navegar en una zona de cinco millas náuticas en torno a la tubería dañada.
Polonia y Ucrania acusan a Rusia de los sospechosos escapes detectados en aguas danesas y suecas
En una rueda de prensa anoche, la agencia danesa de emergencias aseguró que la medición de la calidad del aire en la isla de Bornholm muestra que las fugas de gas “representan poco o ningún riesgo para la salud pública”. Sobre las consecuencias para el mar, el grupo ambientalista alemán Deutsche Umwelthilfe explicó que el gas natural, al contener sobre todo metano, se disuelve parcialmente en el agua y no es tóxico, y que a cuánta mayor profundidad se libera, mayor es la proporción de gas que se disuelve en el agua sin mayor riesgo.